CCCD (las cuatro actividades humanas basicas): parte 3
3) Cagar: el cine ha tratado poco esta probelmática y, si en efecto la tomó, jamás fue seriamente. Cada tanto tenemos a un personaje en una comedia pícara hollywoodense defecando, pero tampoco saben actuar esto. Como con el sexo, aflora el pudor y tenemos planos frontales donde los actores hacen malabarismos o se inclinan para adelante para que no se les vea o el falo o el ano (ejemplo: The rules of attraction, de Roger Avary, donde vemos a James "Dawson" van der Beek en ese acto). Los italianos han sabido ocuparse del tema con gracia, tacto y conocimiento de causa. Dejemos que Pasolini, a través de Saló, nos diga qué se puede hacer con la mierda.
4) Dormir: el acto más banalizado y desdeñado de todos. El dormir en sí es irrelevante, siempre importa el sueño, el sexo o el paso del tiempo. La cama sirve para otra cosa y el descanso en sí es elipsado, mostrar a alguien durmiendo no dice nada de el personaje. Veremos infinidad de veces a un personaje enamorado de otro, viéndolo dormir, pero el acento no está en el durmiente sino en el despierto. El cine prefiere a la actividad antes que al reposo (como se dijo, sólo Warhol retrata al acto en su real dimensión en Sleep, película que nadie nunca vio completa).
La conclusión es evidente: al cine, la vida real en su más visceral esencia no le interesa. La idea de realidad o, más precisamente, de verosimilitud es siempre una construcción. ¿No estamos más acstumbrados a las coordinadas peleas cinematográficas antes que a las toscas y desordenadas contiendas reales? ¿No creemos más en una muerte aparatosamente fílmica que en la silenciosa muerte real? Poco importa ya la diferencia. Sólo sé que cada vez que un personaje se introduzca alimentos en la boca o interactué con otro íntimamente o expulse sus desechos o se rinda al sueño, yo estaré mirando, juzgando, esperando.
4) Dormir: el acto más banalizado y desdeñado de todos. El dormir en sí es irrelevante, siempre importa el sueño, el sexo o el paso del tiempo. La cama sirve para otra cosa y el descanso en sí es elipsado, mostrar a alguien durmiendo no dice nada de el personaje. Veremos infinidad de veces a un personaje enamorado de otro, viéndolo dormir, pero el acento no está en el durmiente sino en el despierto. El cine prefiere a la actividad antes que al reposo (como se dijo, sólo Warhol retrata al acto en su real dimensión en Sleep, película que nadie nunca vio completa).
La conclusión es evidente: al cine, la vida real en su más visceral esencia no le interesa. La idea de realidad o, más precisamente, de verosimilitud es siempre una construcción. ¿No estamos más acstumbrados a las coordinadas peleas cinematográficas antes que a las toscas y desordenadas contiendas reales? ¿No creemos más en una muerte aparatosamente fílmica que en la silenciosa muerte real? Poco importa ya la diferencia. Sólo sé que cada vez que un personaje se introduzca alimentos en la boca o interactué con otro íntimamente o expulse sus desechos o se rinda al sueño, yo estaré mirando, juzgando, esperando.
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