Dios no esta en la tele: parte 3
Tercera parte, novela en entregas...
Basándonos en este principio, ¿Es de extrañar que las películas de época estén condenadas al fracaso desde su total credibilidad? No existe la película de época absoluta, ya que lo quiera ésta o no, está plagada de signos y señales que nos retrotraen de vuelta a la cotidianeidad tangible en la que fue filmada. Si toda reconstrucción histórica parte de una lectura de ese trozo de historia a representar, es inevitable que la realidad contamine a la ficción a representar. Cuando un cierto corte de pelo o una cierta de entonación no invaden el campo histórico con anacronismos, cuando los colores no delatan a los swinging sixties de fondo al disco de los setentas, ese magma amorfo al que llamamos “sesentosidad” nos indica sin mayores dudas en qué momento real fue filmado o fotografiado el evento.
Lo cual nos lleva nuevamente al punto de partida: ¿Cuál es la Verdad de la imagen si esta se ha hecho múltiple, versátil y, además, es incapaz de alejarse de los condicionamientos de la época a la que pertenece, si no sabe desatarse del yugo de la realidad que la circunda? ¿Cómo estudiar al elemento místico de la imagen que la hace inabarcable pero que a la vez la asienta espacio – temporalmente?
Filmemos una pared blanca indefinidamente y hagamos la prueba. Me arriesgo a decir (y ciertas fuerzas cósmicas están de mi lado, sin dudas, sin motivos, porque sí) que tendremos una imagen compleja, identificable pero impenetrable a la vez, incapaz de convencernos de su verdad o de su falsedad. Estamos obligados a creer en ella o a tantear a ciegas, retocándola y rogándola que nuestra elaboradas máquinas le sepan insuflar una pizca de Verdad, a la cual sólo llegamos intuitivamente (y de allí la subjetividad y la paranoica dificultad de encontrarla).
Dios no está en las imágenes. Ellas no esconden el sentido de la vida.
La imagen pura no existe.
El anclaje sémico es un proceso inevitable.
Hay que seguir tanteando en la oscuridad, confiando en nuestro sentidos, avanzando a tientas, sabiendo que es lo único que tenemos.
Basándonos en este principio, ¿Es de extrañar que las películas de época estén condenadas al fracaso desde su total credibilidad? No existe la película de época absoluta, ya que lo quiera ésta o no, está plagada de signos y señales que nos retrotraen de vuelta a la cotidianeidad tangible en la que fue filmada. Si toda reconstrucción histórica parte de una lectura de ese trozo de historia a representar, es inevitable que la realidad contamine a la ficción a representar. Cuando un cierto corte de pelo o una cierta de entonación no invaden el campo histórico con anacronismos, cuando los colores no delatan a los swinging sixties de fondo al disco de los setentas, ese magma amorfo al que llamamos “sesentosidad” nos indica sin mayores dudas en qué momento real fue filmado o fotografiado el evento.
Lo cual nos lleva nuevamente al punto de partida: ¿Cuál es la Verdad de la imagen si esta se ha hecho múltiple, versátil y, además, es incapaz de alejarse de los condicionamientos de la época a la que pertenece, si no sabe desatarse del yugo de la realidad que la circunda? ¿Cómo estudiar al elemento místico de la imagen que la hace inabarcable pero que a la vez la asienta espacio – temporalmente?
Filmemos una pared blanca indefinidamente y hagamos la prueba. Me arriesgo a decir (y ciertas fuerzas cósmicas están de mi lado, sin dudas, sin motivos, porque sí) que tendremos una imagen compleja, identificable pero impenetrable a la vez, incapaz de convencernos de su verdad o de su falsedad. Estamos obligados a creer en ella o a tantear a ciegas, retocándola y rogándola que nuestra elaboradas máquinas le sepan insuflar una pizca de Verdad, a la cual sólo llegamos intuitivamente (y de allí la subjetividad y la paranoica dificultad de encontrarla).
Dios no está en las imágenes. Ellas no esconden el sentido de la vida.
La imagen pura no existe.
El anclaje sémico es un proceso inevitable.
Hay que seguir tanteando en la oscuridad, confiando en nuestro sentidos, avanzando a tientas, sabiendo que es lo único que tenemos.
6 Comments:
y si filmamos un espejo?
¿Cómo que Dios no está en la tele? Y el Diego?
Enmascarada, me da mucho miedo tu fotito. Estoy en shock.
El Diego... que Canal 13 lo llame Dios. Y...
Me pone contento que tantos televidentes sigan Lunes a Lunes su extenso funeral en vida. Es como si el junkie juntara a toda su "gente" antes de palmar...
Ay, Dios.
No tengas miedo, me puse la máscara para parecer bonita (cuac).
Lo del Diego era un chiste (lo de la máscara también, pero no importa). El tema no es que Canal 13 lo llame Dios, el tema es que antes de eso mucha gente (que mira tele) se lo creyó. Me asusta cuán creyentes somos...
Se entendió que era broma lo tuyo. Como dije en tu blog, me da la impresión de que tenemos una mirada muy similar sobre algunos fenómenos (me gustó particularmente tu post sobre los intelectuales y la relación que guardan con la realidad de su época y también coincido con tus ideas sobre las familias de Cromañón).
En fin, bienvenidos los comentarios.
mejor deja de meter y acuestate temprano
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