Infinita tristeza
No hay enojo ni frustración, ni siquiera reproches. Sólo hay tristeza, infinita tristeza.
Se irá mañana, o tal vez hoy mismo, ahogada en alcohol.
Hay orgullo y, en el fondo, poco que agregar. Sigue molestando que los magnates que manejan el fútbol lo sigan matando poco a poco, cargándolo de política (que pactos, que acuerdos, que ex futbolistas devenidos empresarios con lobby en la FIFA), de economía (Alemania ganará el mundial porque es econonómicamente rentable) y de ideología (pancartas contra el racismo y frases pomposas). Lo matan uniendo al fútbol a lo que no le compete. Lo matan aniquilando la pureza del espíritu de grupo, la nobleza del hambre de gloria y el temperamento del guerrero. Métanse en el culo el Fair Play, se juega con contacto y eso de medir el impulso es para el ajedrez. Métanse en el culo el racismo, es un problema social pero en la cancha se trata de competir y de hacer espectáculo, no de combatir las desigualdades. La gente como Blatter, como Beckenbauer, como Pelé, como Havelange, como Julio Grondona o como Platini matan al fútbol aún si (paradójicamente) algunas vez lo hicieron vivir.
Y en el fondo uno sigue queriendo a Maradona, porque se lo ve auténtico. Ignorante y bruto, pero ama al fútbol. No mira los billetes, no mira la política, no regala su culo para vender Viagra (como hace el malnacido de Pelé) o no entrega sus creencias para ganar votos (pregúntenle a los hipócritas de Platini o Beckenbauer).
El fútbol sigue viviendo en momentos de fantasía en los terrenos de juego. Pero en realidad lo mataron.
Y uno se pone triste, porque cuando veintitrés tipos que uno aprecia y quiere como si fueran amigos íntimos dejan todo lo que tienen y sudan todo lo que tienen que sudar para defender lo que uno mismo quiere, no hay nada que reprocharles. Sobre todo si los derrota una mafia organizada a escala global, donde unos nazis come salchichas pagan fortunas para autocelebrarse.
Se irá mañana, o tal vez hoy mismo, ahogada en alcohol.
Hay orgullo y, en el fondo, poco que agregar. Sigue molestando que los magnates que manejan el fútbol lo sigan matando poco a poco, cargándolo de política (que pactos, que acuerdos, que ex futbolistas devenidos empresarios con lobby en la FIFA), de economía (Alemania ganará el mundial porque es econonómicamente rentable) y de ideología (pancartas contra el racismo y frases pomposas). Lo matan uniendo al fútbol a lo que no le compete. Lo matan aniquilando la pureza del espíritu de grupo, la nobleza del hambre de gloria y el temperamento del guerrero. Métanse en el culo el Fair Play, se juega con contacto y eso de medir el impulso es para el ajedrez. Métanse en el culo el racismo, es un problema social pero en la cancha se trata de competir y de hacer espectáculo, no de combatir las desigualdades. La gente como Blatter, como Beckenbauer, como Pelé, como Havelange, como Julio Grondona o como Platini matan al fútbol aún si (paradójicamente) algunas vez lo hicieron vivir.
Y en el fondo uno sigue queriendo a Maradona, porque se lo ve auténtico. Ignorante y bruto, pero ama al fútbol. No mira los billetes, no mira la política, no regala su culo para vender Viagra (como hace el malnacido de Pelé) o no entrega sus creencias para ganar votos (pregúntenle a los hipócritas de Platini o Beckenbauer).
El fútbol sigue viviendo en momentos de fantasía en los terrenos de juego. Pero en realidad lo mataron.
Y uno se pone triste, porque cuando veintitrés tipos que uno aprecia y quiere como si fueran amigos íntimos dejan todo lo que tienen y sudan todo lo que tienen que sudar para defender lo que uno mismo quiere, no hay nada que reprocharles. Sobre todo si los derrota una mafia organizada a escala global, donde unos nazis come salchichas pagan fortunas para autocelebrarse.
2 Comments:
Aguante Argentina.
adiosito guido
llegó el momento de empezar a querer a los brasis.
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