Monday, January 23, 2006

Otra canción de amor

Soy impresentable. Una vez más me metí en problemas y sí, una vez más son amorosos. Ocurre que uno no siempre juega el papel que le habían asignado. Y si algo aprendí en este último tiempo de mi vida es que hay que vivir siendo sincero con uno mismo. Con los demás también, pero sobre todo con uno mismo.
Vine a Europa con los papeles de latin lover, de galán. Me decía y me decían que yo iba a matar acá, que las chicas españolas iban a morir por mí. Y yo que sí, que estaría a la altura. Llego a Barcelona y resulta que el noventa por ciento de los hombres es gay y que toda catalana desespera por el acento argentino. Yo, fascinado.
¿En serio?
No.
No, no, no, mentira. Porque yo debía haber sabido (y lo sé ahora) que ese papel no me gusta. Que me encanta seducir, sí. Que me encanta hacerme desear, también. Pero no concreto con cualquiera, sé con quién quiero estar. Las inglesas son feas, las francesas son frívolas, la mayoría de las catalanas no me dicen mucho y las argentinas… puaj. No tocaré una argentina si puedo evitarlo, mujer maldita, histérica y traicionera.
Entonces tengo la suerte de conocer a una mujer increíble en mi primera semana de clases. No es hermosa, pero es encantadora. Puedo saborear sus defectos como hacía rato no me pasaba. Me memoricé sus formas, sus modos, todo. Fuimos de copas la primera vez que la vi, Jazmín, ella y yo. Supe que la deseaba.
Ese mismo Jueves fuimos de fiesta entre varios, le dimos duro al alcohol, una de esas borracheras salvajes y juveniles. En medio de una discoteca junto al mar le pregunté si estaba mal que la deseara, le confesé lo encantadora que me resultaba. El alcohol hablaba por mí, pero no era charla de borracho. Ella cedió, al menos temporariamente, y se sucedieron los besos intensos en la playa. Yo sabía adónde iba, lo sé también ahora.
El asunto pasó desapercibido la semana siguiente. Intenté buscarla, pero me cerró los caminos. No con crueldad, o con maltrato. Simplemente con una sonrisa cordial, con un tierno “no insistas”. Yo no compré el juego, creí que yo todavía lo dominaba. Decidido a no ser el peón de una partida ajena, confesé mi verdad. Quiero más, dije. Si querés que seamos amiguitos, todo bien, pero sabé que yo quiero más. Y que si decidís que quede en lo que quedó, no te hagas la boluda, dije, argentinizando la cosa.
Y esta semana, nada. Yo como loco. Porque el deseo negado sólo incrementa el fuego. No necesito esconder mis ganas, pero me obliga a revisar todo mi manual de seducción, incluso las partes llenas de polvo. La indiferencia, el maltrato, veamos… el encare directo, la movida pública, puede ser… la declaración, la negación del deseo… ¿Qué hacer? Otro país, otras costumbres, otras chicas, la misma histeria…
Hoy lloró delante de mí. No vi salir lágrimas pesadas, ni ríos de sal. Pero lloró. Un comentario a la pasada le recordó de una historia amorosa reciente con un hombre casado. Y yo queriendo consolarla, pero quién carajo soy yo para querer ocupar ese lugar. Quién soy yo para jugar el lugar de héroe romántico, de comfort, quién soy yo para prometerle un futuro mejor, una relación apasionada pero noble, cariño y desenfreno todo junto. Soy el extranjero, el que viene de intercambio. El que no puede prometer futuro porque no lo tiene, al menos no en su país. ¿Quién soy yo si pretendo jugar el rol de quien hace olvidar una relación frustrada para luego partir, de igual modo que el anterior dejó heridas que todavía no cicatrizan? El egoísta, ese soy.
Soy ingenuo y romántico, una reina del drama y un marinero del puerto a la vez. Para un joven que pretende vivir cada instante apasionadamente, ser consciente de la finitud de la experiencia es mortal. Porque vivir el instante es el colmo de la pasión, pero ¿Quién no quiere pensar que el amor durará para siempre? Y, por otra parte, ¿Quiero entrar en el peligroso juego del amor sabiendo que hay mil aventuras todavía por vivir en suelo europeo? ¿No aprendí todavía que el amor es frustrante, que te cambia la vida, que te ata a los lugares y a la gente, que te obliga a dejar de lado proyectos personales, que construye en el vacío, que al final no deja nada más que recuerdos que sangran por todas partes?
Soy un caos y un desastre y un falso bohemio y un falso burgués y un falso poeta y un falso escéptico. Soy un falso querible, tierno. Ténganme lástima, que es gratis, o quiéranme, que es aún más barato. Tanta confesión y tanto pensamiento me tensan los músculos y no hay imagen más cierta del desamparo que un hombre petrificado, sea por amor o por miedo.

2 Comments:

Blogger Cadmo von Marble said...

No, amigo, melancólico no. Es mi personaje nomás. Se nota que me gusta caer en el melodrama. En un ratito tengo una cita con ella y veremos qué pasa. Pero que soy un caos sí, eso lo sostengo.
Otra cosa graciosa: no sólo hay un chabón equivalente a Santi acá, sino que también hay una Iñaki (llamado Benet), una Ceci Libster (llamada Julia) y una Ana Cambre (no sé su nombre). ¡Alegría!

12:12 PM  
Blogger Santos said...

mierda! y yo creyendome especial...

5:21 AM  

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