Monday, August 07, 2006

La precuela a la triste ficcion

El ya sabía, por experiencia o por vox pópuli, que el amor es un deporte un más bien un juego de poder. Que su fino equilibrio se basa en la igualdad de poderes, o la mitad de la torta para cada uno de los participantes. O un acto circense, ser amante es ser trapecista, y el mejor trapecista es el que salta sin red.
Corrió a besarla entre la multitud, como el actor que nunca supo ser y chocó contra la breve frialdad de distracción en el rostro de ella. Un vagabundo, una estrella fugaz o un amigo que antes había sido su amante la había llevado a girar la cabeza por un instante, envuelta en la curiosidad. Ese instante bastó para que el beso de él quedara suspendido, incompleto, unilateral.
En ese momento, en que saltó sin red, notó que el otro trapecista no estaba tan atento en atraparlo. Un fallo menor que conduce a la muerte segura.
Mientras atravesaba el portal de la casa, dejándola atrás para siempre, se dijo a sí mismo que tal vez no tenía futuro como trapecista y que estaba condenado a la carcel abstracta y racional de un eterno juego de ajedrez.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

sé que estás ahí. te he escrito abajo. dime tu jotmeil y seremos más potencialmente comunicativos con el resto del mundo connecting pipol!

1:41 PM  

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