La fiebre maravillosa que contagian las gradas
Volvió el fútbol.
Volví a las canchas.
Volví a entrar con el carnet de socio vencido.
Volví a quitarme la remera y a revolearla por los aires.
Volví a cantar las canciones de estadio, por más xenófobas o racistas que sean.
Volví a sufrir en cada fallo local y en cada ataque visitante.
Volví a conversar apasionadamente con señores gordos, peludos y sudorosos sobre el partido.
Volví a insultar a los jugadores rivales y hacer gestos obscenos a sus simpatizantes.
Volví a respirar ese olor a odio y a desprecio que tiene el público que va a la cancha.
Volví a ver a los niños jugar con sus muñecos mientras el padre sufre como un condenado.
Volví a caminar entre la gente, cantando, saltando, todos juntos.
Volví a insultar a la policía desde el anonimato de la masa.
Volví a vivir esa fabulosa batalla, ese Coliseo, ese ritual pagano que es el fútbol.
Volvió la fantasía a los domingos.
Volví a un lugar al que pertenezco.
Volví a sentir un lazo con la gente.
Volví a gritar hasta perder la voz de alegría.
Volví a corear los nombres de los jugadores.
Volví a cuestionar al planteo del entrenador.
Volví a ser burdo y bruto y primitivo y salvaje.
Volví a la mística.
Volví a esa felicidad tan infantil que es sentarse en el cemento, sufrir el calor, tomar coca cola sin gas y caliente, tensionarse los músculos y liberar una enorme dosis de energía en una actividad completamente pasiva como seguir lo que hacen 11 tipos con una pelota.
Y River ganó, sobre el final, como tiene que pasar en toda épica. Y fue desahogo, y fue fiesta, y todos gritamos "que se mueran todos los bosteros, que se saquen la pija del culo" y todas esas alusiones sexuales tan hermosas y descarnadas.
Gracias.
Gracias por el fútbol.
Dios Mío, gracias por el fútbol.
Todo lo demás se queda corto.
Volví a las canchas.
Volví a entrar con el carnet de socio vencido.
Volví a quitarme la remera y a revolearla por los aires.
Volví a cantar las canciones de estadio, por más xenófobas o racistas que sean.
Volví a sufrir en cada fallo local y en cada ataque visitante.
Volví a conversar apasionadamente con señores gordos, peludos y sudorosos sobre el partido.
Volví a insultar a los jugadores rivales y hacer gestos obscenos a sus simpatizantes.
Volví a respirar ese olor a odio y a desprecio que tiene el público que va a la cancha.
Volví a ver a los niños jugar con sus muñecos mientras el padre sufre como un condenado.
Volví a caminar entre la gente, cantando, saltando, todos juntos.
Volví a insultar a la policía desde el anonimato de la masa.
Volví a vivir esa fabulosa batalla, ese Coliseo, ese ritual pagano que es el fútbol.
Volvió la fantasía a los domingos.
Volví a un lugar al que pertenezco.
Volví a sentir un lazo con la gente.
Volví a gritar hasta perder la voz de alegría.
Volví a corear los nombres de los jugadores.
Volví a cuestionar al planteo del entrenador.
Volví a ser burdo y bruto y primitivo y salvaje.
Volví a la mística.
Volví a esa felicidad tan infantil que es sentarse en el cemento, sufrir el calor, tomar coca cola sin gas y caliente, tensionarse los músculos y liberar una enorme dosis de energía en una actividad completamente pasiva como seguir lo que hacen 11 tipos con una pelota.
Y River ganó, sobre el final, como tiene que pasar en toda épica. Y fue desahogo, y fue fiesta, y todos gritamos "que se mueran todos los bosteros, que se saquen la pija del culo" y todas esas alusiones sexuales tan hermosas y descarnadas.
Gracias.
Gracias por el fútbol.
Dios Mío, gracias por el fútbol.
Todo lo demás se queda corto.
4 Comments:
Si realmente lo sentiste asi estas en condiciones de ganarte una invitacion a la "sivori" baja con este grupo de inadaptrados que vive cada partido de river como si fuese la vida misma.
Sí, quiero.O juremos con gloria a morir...
bonito sentir que tu intelecto deja espacio para
disfrutar del futbol!
sobretodo,sobretodo,
el river ganó!
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