Vago de mierda, y encima escritor
Todos hacen algo con su vida más o menos interesante o se mueren de angustia. Hay que elegir y elegir rápido. Cada día escribo peor: o la inspiración no viene - mentira, nunca vino - o soy cada vez más limitado. Si redujera aún poco más mi nivel de expectativas podría cagarme en los pantalones. Hoy ví en la tele al acto de Obama: lloré porque me pareció triste. Quise ser feliz y fui cínico; sí, soy soy uno de esos cínicos que dicen "no, no se puede". Yo no puedo. Pensé que llovía en el jardín, pero estaban regando.
El otro día fui a ver al pastor, quería mostrarle lo que filmamos juntos. En realidad quería decirle que últimamente perdí la fe, pero no me atreví. Pensé que me iba a salir demasiado dramático. Hice bien en no decir nada. El tenía una remera que decía Queens, New York. Tenía el pelo más corto y zapatillas Puma blancas y doradas. Estaba contento porque un señor danés donó cien mil pesos para hacer todos los baños a nuevo de la iglesia. Me los mostró uno a uno; a mí me chocó. Los baños antiguos, esos que tenían como cien años, ya no existen. Yo quería filmar a ese urinal de esquina que descansaba ancestral en el baño de hombres. Ahora ya no existe, en su lugar hay un aparato que expulsa jabón líquido. La mitad del patio trasero está ocupado por un baño de hombres que dice Herren. El sonreía, yo no.
Abrí mi computadora para mostrarle el corto. En la pantalla apareció Crissy Moran desnuda contra una pared de ladrillos, el contorno de su teta izquierda asomando, enorme. Su cara perfilada, insinuante, putísima. Tenía puestos borceguíes militares negros de cuero, la bombacha de encaje suspendida a medio camino, debajo de las rodillas. Intenté cerrar la página, no lo logré, él lo vio. Le dije que me disculpara, que era de mi vecino. Que compartía la computadora con mi vecino. Una mentira ingenua. No me creyó. Me dijo que a él eso no le incumbía.
Ayer tomé un líquido transparente que se echa desde un gotero en un vaso con agua. Ya lo había tomado antes y me había pegado mal, me había hecho odiar a la gente y sentir calor y pasarla mal. Ayer dije que no, pero después me dieron ganas de lastimarme y elegí tomar. También compré Fernet, un litro. Estaba lleno de chicas hermosas. Me dio angustia. Cuando la música comenzó a sonar a toda intensidad, miré a mi alrededor y comencé a saltar. Me di cuenta de que amaba a la humanidad, que es hermosa. También me di cuenta que no sé elegir. Una chica de espalda descubierta me miró y se acercó, una de camiseta verde me dijo algo y rió, otra con brillantes en las mejillas se aferró a mi brazo. Yo sentí pena por mí mismo.
No hay nada más pernicioso que la belleza. La estaba pasando tan bien que rocé el límite del dolor.
Después aparecieron dos chicas que se llamaban Paloma y Priscila, pero en realidad se llamaban María Eugenia y María Virginia. Fuimos a comer patis y a tomar cerveza. Todo el mundo del otro lugar estaba ahora acá. Conocí a un gringo que era instructor de yoga. Me dijo que me cuidara de las "guapachosas". Se enamoró de mi sombrero y de mi bigote. Una gringa me dijo whereyoufrom y yo le dije Michigan y ella dijo oh, yeah? y yo dije fuck, no. Después llegó un brasilero y, mirando un culo, dijo dapacomer, hermano, y yo le dije sí, claro, dapacomer, entonces dijo come, hermano, come. Pero no comí.
Estoy completamente a la deriva. No soy feliz, no sé lo que quiero, me aburro de todos y de todo, las caras se repiten, se dibujan, se deforman y se acoplan en un telar indefinido. Aquí, allá, las drogas, el alcohol, el sexo, el arte, la política, qué juego tan... no sé, tan nada.
Esto también es inútil, ya me di cuenta que dejaron de leer. Claro, si cada día estoy más llano y menos lúdico, si soy solemnte y obstinado, si trato de ser libre y nunca alcanzo a ser más que cruel.
Equis, equis, equis enorme todo.
Como le dije a María Eugenia: ¿Sabés qué, Paloma? ¡Esta vez soy yo el que se caga en vos!
El otro día fui a ver al pastor, quería mostrarle lo que filmamos juntos. En realidad quería decirle que últimamente perdí la fe, pero no me atreví. Pensé que me iba a salir demasiado dramático. Hice bien en no decir nada. El tenía una remera que decía Queens, New York. Tenía el pelo más corto y zapatillas Puma blancas y doradas. Estaba contento porque un señor danés donó cien mil pesos para hacer todos los baños a nuevo de la iglesia. Me los mostró uno a uno; a mí me chocó. Los baños antiguos, esos que tenían como cien años, ya no existen. Yo quería filmar a ese urinal de esquina que descansaba ancestral en el baño de hombres. Ahora ya no existe, en su lugar hay un aparato que expulsa jabón líquido. La mitad del patio trasero está ocupado por un baño de hombres que dice Herren. El sonreía, yo no.
Abrí mi computadora para mostrarle el corto. En la pantalla apareció Crissy Moran desnuda contra una pared de ladrillos, el contorno de su teta izquierda asomando, enorme. Su cara perfilada, insinuante, putísima. Tenía puestos borceguíes militares negros de cuero, la bombacha de encaje suspendida a medio camino, debajo de las rodillas. Intenté cerrar la página, no lo logré, él lo vio. Le dije que me disculpara, que era de mi vecino. Que compartía la computadora con mi vecino. Una mentira ingenua. No me creyó. Me dijo que a él eso no le incumbía.
Ayer tomé un líquido transparente que se echa desde un gotero en un vaso con agua. Ya lo había tomado antes y me había pegado mal, me había hecho odiar a la gente y sentir calor y pasarla mal. Ayer dije que no, pero después me dieron ganas de lastimarme y elegí tomar. También compré Fernet, un litro. Estaba lleno de chicas hermosas. Me dio angustia. Cuando la música comenzó a sonar a toda intensidad, miré a mi alrededor y comencé a saltar. Me di cuenta de que amaba a la humanidad, que es hermosa. También me di cuenta que no sé elegir. Una chica de espalda descubierta me miró y se acercó, una de camiseta verde me dijo algo y rió, otra con brillantes en las mejillas se aferró a mi brazo. Yo sentí pena por mí mismo.
No hay nada más pernicioso que la belleza. La estaba pasando tan bien que rocé el límite del dolor.
Después aparecieron dos chicas que se llamaban Paloma y Priscila, pero en realidad se llamaban María Eugenia y María Virginia. Fuimos a comer patis y a tomar cerveza. Todo el mundo del otro lugar estaba ahora acá. Conocí a un gringo que era instructor de yoga. Me dijo que me cuidara de las "guapachosas". Se enamoró de mi sombrero y de mi bigote. Una gringa me dijo whereyoufrom y yo le dije Michigan y ella dijo oh, yeah? y yo dije fuck, no. Después llegó un brasilero y, mirando un culo, dijo dapacomer, hermano, y yo le dije sí, claro, dapacomer, entonces dijo come, hermano, come. Pero no comí.
Estoy completamente a la deriva. No soy feliz, no sé lo que quiero, me aburro de todos y de todo, las caras se repiten, se dibujan, se deforman y se acoplan en un telar indefinido. Aquí, allá, las drogas, el alcohol, el sexo, el arte, la política, qué juego tan... no sé, tan nada.
Esto también es inútil, ya me di cuenta que dejaron de leer. Claro, si cada día estoy más llano y menos lúdico, si soy solemnte y obstinado, si trato de ser libre y nunca alcanzo a ser más que cruel.
Equis, equis, equis enorme todo.
Como le dije a María Eugenia: ¿Sabés qué, Paloma? ¡Esta vez soy yo el que se caga en vos!
1 Comments:
quien si no vos sois vuestro
enemigo?
todo pasa...
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