Friday, December 19, 2008

Cómico

Es un ciclo cruel e interminable. Nunca aprendo. Ellos sí, ellos aprenden. No sé cómo, nunca me atreví a preguntarles. Ellos logran sus pequeños triunfos y yo simulo. Ojalá pudiera romper el cerrojo, evitar una vez la trampa. Ellos ríen, ríen conmigo, me palmean el hombro. Hijo de tigre, dicen, titán, campeón. Ellos sonríen agriamente cuando imaginan cosas que no hago. Yo hablo y ellos ríen, yo sufro y ellos ríen, yo me desgajo internamente, me desangro. Y ellos ríen. Yo quisiera que me escucharan, pero no me ven. Ven lo que quieren ver y lo festejan. Montan su carnaval con mi pellejo. Yo los entretengo y me pagan con desprecio y vil jarana. Yo soy el cómico de sus veladas viriles, yo me paro bajo la luz y simulo que no me duele. Pero me duele. Porque en la luz estoy solo, igual que en la oscuridad. Y pago mis errores, pero ellos no lo ven. Soy el chivo expiratorio de todos sus fracasos, me depositan en forma de risa todos los golpes que ellos mismos sufrieron.
Si lograra hacerles ver el abismo que me separa de mi deseo, las innumerables veces en que llegué rozarlo y que me fue denegado - merced a mis errores, mis futiles errores -, ¿Seguirían festejando mi apoteósica tragedia?
Probablemente no. Siempre hay otro cómico. Alguien aún más patético en su cinismo amable.
Se apaga la luz y vuelvo a mi rincón oscuro, donde ellos no pueden verme.
Te pediría, si supieras perdonar mi error, mi grosero error, que me vengas a iluminar.
¿Pero no estás ya junto a ellos, riéndote de mi silueta, destornillándote con mi monólogo, sacándome el poco jugo que me queda con la crueldad de tu sonrisa?

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