Rítmica: lea sin pensar
Se va a acabar y van a ver que no voy a poder y que yo también me voy a ir.
Cuando se acabe, agárrense, porque la cosa se va a tambalear.
Agarrensé, carajo, no se vengan a hacer los guapos con eso de que no se va a mover, porque se va a mover.
Yo, que estoy con la madera como carne y uña, les digo que no se confíen.
Yo, que muerdo el polvo antes que todos para decir si hay viento, me mando a mudar cuando sopla.
Si serán desbocados, los muy hijodeputas, que andan por ahí diciendo que tengo el pelaje sucio.
Pero se les va a acabar, te digo, un enrroque de la suerte y van a caer como sapos del cielo encapotado.
Y estas manos limpias, ven, que sangren por la herida. Vos calladito y el facón hasta el fondo de la tripa.
A ver si derraman, como decía Bernabé, unas gotas de tinto, que el viejo aún aulla en su lecho estival.
No aprenden, carajo, no escuchan lo verdadero y andan por ahí revoloteando, vaya uno a saber esperando qué de quién y cómo para pagar las cuentas de lo qué que tal les dio una noche de pantalones cortos y notas en carbonilla.
Qué fulera la manaña, don Fulgencio, usté que ha visto andanzas y que sabe de terrales. No, si le digo que vaya, que no levante la perdiz, que la Juana va a saber de eso de cortar cardos y que no hace falta llamar al ingeniero agrónomo, que ese es medio facho, y viene de la ciudad, y cada vez que puede le baja línea al gurí sobre los beneficios de urbanizar la costa.
Y siguen ahí, mierda, siguen mirando desde la verja, asomados como otarios, no tienen vergüenza.
¿Qué miran, hijos de una grandísima puta sucia y malolienta? ¿Se creen que van a ligar algo por solo saber olerlo, pendejos malnacidos?
No sé pa que alzo la voz, si al final es tarea divina. Mejor hacerse ascuas, atarse el labio con un cordel y dejarlo a los astros.
Qué me da por venir a educar a la barbarie, cuando solitos se entierran, ahí, haciendo eso que hacen todos los días, ay, esas reiteraciones infinitas de sí mismos, sin saberlo, sin siquiera sospecharlo, se repiten, se repiten, se desarman y se arman cada mañana, ay, y ni cuenta se dan.
Pa qué miro a derecha, donde anda la gilada, si debiera mirar a izquierda, afilar el ojo pa divisar la hierba y echar un chamuyo al estanciero, a ver si asciendo de escala por manejar la labia. Pero me quedo anclado, los pies en la tierra, no me da el piné.
Ya van a ver, les digo, se va a escuchar en todo el continente. ¿Que no hay leones, decís, que no hay? Yo te voy a mostrar lo que es un rugido, lamebotas, negrito afeminado, escoria y deshecho social. A vos te digo, ¿A quién sino?
El músculo, la panza, la tripa, el orgullo y el zaguán.
El té, la fe, el subte, la pollera a cuadros y el dublé.
El fiordo, el río, el lago ancho y la mar en coche.
El virus, la cura, el cafecito y la mujer sin cabeza, pensativa.
El domingo, los monaguillos, la lavanda y la barrera del tren.
Un dos, un dos, tres cuatro, tres.
Tic tic tac tac, bing bang bong.
Cuando se acabe, agárrense, porque la cosa se va a tambalear.
Agarrensé, carajo, no se vengan a hacer los guapos con eso de que no se va a mover, porque se va a mover.
Yo, que estoy con la madera como carne y uña, les digo que no se confíen.
Yo, que muerdo el polvo antes que todos para decir si hay viento, me mando a mudar cuando sopla.
Si serán desbocados, los muy hijodeputas, que andan por ahí diciendo que tengo el pelaje sucio.
Pero se les va a acabar, te digo, un enrroque de la suerte y van a caer como sapos del cielo encapotado.
Y estas manos limpias, ven, que sangren por la herida. Vos calladito y el facón hasta el fondo de la tripa.
A ver si derraman, como decía Bernabé, unas gotas de tinto, que el viejo aún aulla en su lecho estival.
No aprenden, carajo, no escuchan lo verdadero y andan por ahí revoloteando, vaya uno a saber esperando qué de quién y cómo para pagar las cuentas de lo qué que tal les dio una noche de pantalones cortos y notas en carbonilla.
Qué fulera la manaña, don Fulgencio, usté que ha visto andanzas y que sabe de terrales. No, si le digo que vaya, que no levante la perdiz, que la Juana va a saber de eso de cortar cardos y que no hace falta llamar al ingeniero agrónomo, que ese es medio facho, y viene de la ciudad, y cada vez que puede le baja línea al gurí sobre los beneficios de urbanizar la costa.
Y siguen ahí, mierda, siguen mirando desde la verja, asomados como otarios, no tienen vergüenza.
¿Qué miran, hijos de una grandísima puta sucia y malolienta? ¿Se creen que van a ligar algo por solo saber olerlo, pendejos malnacidos?
No sé pa que alzo la voz, si al final es tarea divina. Mejor hacerse ascuas, atarse el labio con un cordel y dejarlo a los astros.
Qué me da por venir a educar a la barbarie, cuando solitos se entierran, ahí, haciendo eso que hacen todos los días, ay, esas reiteraciones infinitas de sí mismos, sin saberlo, sin siquiera sospecharlo, se repiten, se repiten, se desarman y se arman cada mañana, ay, y ni cuenta se dan.
Pa qué miro a derecha, donde anda la gilada, si debiera mirar a izquierda, afilar el ojo pa divisar la hierba y echar un chamuyo al estanciero, a ver si asciendo de escala por manejar la labia. Pero me quedo anclado, los pies en la tierra, no me da el piné.
Ya van a ver, les digo, se va a escuchar en todo el continente. ¿Que no hay leones, decís, que no hay? Yo te voy a mostrar lo que es un rugido, lamebotas, negrito afeminado, escoria y deshecho social. A vos te digo, ¿A quién sino?
El músculo, la panza, la tripa, el orgullo y el zaguán.
El té, la fe, el subte, la pollera a cuadros y el dublé.
El fiordo, el río, el lago ancho y la mar en coche.
El virus, la cura, el cafecito y la mujer sin cabeza, pensativa.
El domingo, los monaguillos, la lavanda y la barrera del tren.
Un dos, un dos, tres cuatro, tres.
Tic tic tac tac, bing bang bong.
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