Monday, February 09, 2009

La Honorable Sociedad Acuatica del Rio de la Plata

Nunca me gustaron los bebés. Si se caen se rompen y se cagan en lo que uno les diga. No se puede tener una charla amable con ellos porque aún no les metieron la civilización adentro y andan por ahí como tontacos, haciendo caritas para las viejas y llorando porque sí, por un golpe de calor o porque quieren teta. Yo también quiero teta y no lloro, pero claro, a mí ya hace rato que me metieron la civilización adentro y no ando por ahí diciendo "quiero tetas", sino que me agarro un pedo padre y me las proveo, si puedo.
La cuestión es que había una vieja y un viejuno en el barco. Ella tenía un trajecito de dos piezas que debía haber estado muy a la moda en 1971 en ciertas zonas de Barrio Norte. Tenía las mil y una pulseras de plateado y dorado y usaba dos y hasta tres anillos en un solo dedo. Para qué, no sé, si al final le quedaban como siete dedos esqueléticos libres. Encima de la chaqueta se puso una campera de cuero que le quedaba como tres talles grande y le acentuaba la joroba. Se puso unos anteojos negros con alhajas falsas y agarró como tres carteras, una de cuero marrón, una plateada (y dale con el plateado; las sandalias también eran platinescas) y otra no sé, no me fijé. El viejuno tenía una calvicie patriarcal y unos pelachos sueltos al viento, solo que no soplaba viento y volaban igual. Se había puesto una remera a rayas salmón y azúl con una camperacha gris como de tela de avión, medio de ciencia ficción pero de una marca de polo. El vejete le decía a su mujer la viejasca que estaba muy abrigada y que se iba a "morir de calor" - esta gente nunca dice "cagar", ni siquiera cuando quieren hablar de hacer cacuna, creo que no hablan de la mierda en ningún momento - y la ancianela ni caso, hacía lo que le pintaba y el vejerelle con cara de "uf, otra vez la geronte esta, que es como inmortal y encima huele mal".
Después me distraje con la rubia de al lado, que no era linda pero sí adinerada. Usaba una camisola rosa furioso, francamente de mal gusto pero de excelente algodón. No lo toqué, pero tengo buen ojo para las telas. También usaba una musculosa blanca que dejaba ver una ausencia parcial de mamas y unas sandalias plaetadas, pero estas eran como de metal, así, como en círculos. Le miré el culetril mientras dormía, pero después me dormí yo también y soñé con bikinis que desaparecen.
Había unos caretas con bebés, que no por ser caretas son más lindos o más civilizados, y unas parejas de hombres con pantalones beige y camisas celestes abotonadas hasta el último botón y mujeres con ropa medio hippie pero cualquiera, porque también tenían anteojos negros re chic y el pelo recogido y un bronceado muy Punta del Este. No sé por qué se visten así, si ellos no van a la oficina y ellas no son hippies, pero estigma de clase, qué sé yo, y ellos agarran a sus hijas (sé que por dentro putean, porque querían tener un macho y les salió una hembrita) y hasta parecen humanos.
Yo andaba con ganas de pelear, pero no me dieron chance. Ni por la botella de absinthe me hicieron quilombo. Me escondí el porro en el bolsillo para nada: ni control, ni pesquisa, ni siquiera amagaron a abrirme un sumario por portación de sustancias. La botella estaba abierta y ahora tengo ropa que huele a chupi.
Me pelé la cabeza y ahora también me empecé a pelar la espalda, que es como ser un leproso pero con onda. Yo no entiendo, si en la Tierra Prometida estaba lleno de leprosos y era una zona desértica y con sol a tope, ¿No se bronceaban esos leprosos? ¿No es que el sol hace bien a la piel y que pelarse no es grave porque estabas al sol, sin hacer nada, siendo top? En fin, soy un leproso VIP.
En BA, como le dicen los expats a esta mole fea, sigue fluyendo el río subterráneo de nausea y de intolerancia.
No te preocupes, que si a tu hijo no lo joden en el colegio porque sus dos padres son hombres, lo joderán por gordo, o por feo, o por usar anteojos, o por comerse los mocos más que el resto. Todos pagamos el precio cuando somos nenes porque los otros nenes son tan hijodeputas que te la hacen difícil, tal es el nivel de mierda que llevan adentro. Todos todos todos nos comemos la mierda de los otros. ¿Ven? Yo sí, yo digo mierda, aunque me ponga sombrero y baile en la sociedad, aunque los viejunos, a la chetas, a los caretas y a los azafatos a los que de chicos les dijeron puto o hijo de puto me acepten como uno de ellos en la Vasta Sociedad Interocéanica de Heces Retenidas.

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