Saturday, May 13, 2006

El tornillo al que el napolitano dedicó su vida

Le tengo miedo a toda la belleza del mundo.
Tengo miedo por no poder procesar ni siquiera la intensidad de una gota de agua.
Por ser tan consciente de que todo se me escapa, se filtra entre los dedos.
En la imagen de una gata jugando con su cría en un terreno baldío está toda la verdad del universo.
Y aún así, se me escapa.
En cada palabra y en toda su polisemia uno puede hundirse para siempre. ¿Cómo se hace entonces para leer un libro? ¿Cómo puedo atravesar todas sus páginas sólo una vez y decir que lo he abarcado todo? Cada palabra es un libro, cada letra un laberinto complejo de posibilidades.
Ya no sé filmar, cada fotograma contiene miles de existencias paralelas. Cada imagen que tomo (o robo) puede ser variada en infinidad de maneras que aún ni siquiera he soñado. Creamos a partir de los géneros por el miedo de enfrentarnos a todo aquello que aún no hemos descubierto y probablemente nunca descubriremos.
Me desespera encontrar tanta belleza en una sola mujer y saber que no puedo digerirla toda pero que a la vez hay miles de millones de mujeres, que a su vez son universos propios igual de indigeribles. Y hombres, y niños, y bestias y paisajes...
A veces ruego que la muerte me venga a buscar. No puedo con tal profundidad, me hace recordar al vacío y al infinito. La belleza es como un pozo sin fin.
Me resigno a aceptar que lo real y tangible vale más que lo infinitamente posible.

1 Comments:

Blogger Cadmo von Marble said...

Perdón por la cursilería, son ataques que me agarran. Digo lo pienso, pero a veces, llevado por la pasión del momento, salen cosas medio New Age o que pueden sonar a autoayuda. Por eso, lo lamento. Por lo otro, no.

6:34 PM  

Post a Comment

<< Home