Manias
Algunos me preguntan si soy un coleccionista. Yo digo que sí. Colecciono manías.
Junto monedas de uno y dos centavos, esperando llegar a un euro y poder comprar una lata de coca ante la mirada atónita de la mujer de la cafetería.
Entro a todas las catedrales, sin importar su tamaño o ubicación o estilo arquitectónico, miro los vitrales y me voy.
Acumulo papeles inútiles en enormes pilas que nunca desarmo ni dejo de alimentar con más información que no usaré.
Elijo piezas musicales y comparo diferentes versiones de la misma pieza - hoy tocó el Concierto de Brandemburgo número 3 en sol mayor, de Bach, versiones de Trevor Pinnock, Nikolaus Hanoncourt y Wendy Carlos -.
Me corto las uñas casi constantemente, aún cuando no han crecido lo suficiente.
Calculo las horas de sueño y siempre duermo números enteros de horas, siendo el seis mi preferido.
Leo y releo artículos, posteos de blog y trabajos que escribí en el pasado y los disfruto como si fueran de otro.
Cuento la cantidad de cafés que tomo por día y nunca dejo que sean más de tres.
Hago planes de todas las cosas que sé que no voy a hacer.
Imagino todas las líneas de seducción que nunca aplicaré hacia mujeres que sé que no existen.
Actúo y me visto cada día acorde a la película que vi el día anterior.
Cuento chismes que sé que no debería contar a la gente que sé que no debería enterarse.
Me recrimino más lo que no hice de lo que disfruto lo que sí llegué a hacer.
Escribo ideas en papeles que luego se juntan en el fondo de mi mochila (o van a parar a la pila antes mencionada de basura).
Saco libros de la biblioteca que luego leo a medias y devuelvo antes de terminar, interesado por otro libro.
Me muerdo los nudillos de las manos y me refriego las manos para eliminar la suciedad que a veces se acumula en las palmas.
Tengo la sensación constante de que mis dientes se están moviendo.
Y todo, ¿Por qué?
Ja, ja, ja.
Por qué.
Qué pregunta tan inútil.
Qué pregunta.
Soy el arquetipo del hombre moderno, mis secretos son mis credenciales de identidad.
Qué enorme tontería, el siglo XXI.
Junto monedas de uno y dos centavos, esperando llegar a un euro y poder comprar una lata de coca ante la mirada atónita de la mujer de la cafetería.
Entro a todas las catedrales, sin importar su tamaño o ubicación o estilo arquitectónico, miro los vitrales y me voy.
Acumulo papeles inútiles en enormes pilas que nunca desarmo ni dejo de alimentar con más información que no usaré.
Elijo piezas musicales y comparo diferentes versiones de la misma pieza - hoy tocó el Concierto de Brandemburgo número 3 en sol mayor, de Bach, versiones de Trevor Pinnock, Nikolaus Hanoncourt y Wendy Carlos -.
Me corto las uñas casi constantemente, aún cuando no han crecido lo suficiente.
Calculo las horas de sueño y siempre duermo números enteros de horas, siendo el seis mi preferido.
Leo y releo artículos, posteos de blog y trabajos que escribí en el pasado y los disfruto como si fueran de otro.
Cuento la cantidad de cafés que tomo por día y nunca dejo que sean más de tres.
Hago planes de todas las cosas que sé que no voy a hacer.
Imagino todas las líneas de seducción que nunca aplicaré hacia mujeres que sé que no existen.
Actúo y me visto cada día acorde a la película que vi el día anterior.
Cuento chismes que sé que no debería contar a la gente que sé que no debería enterarse.
Me recrimino más lo que no hice de lo que disfruto lo que sí llegué a hacer.
Escribo ideas en papeles que luego se juntan en el fondo de mi mochila (o van a parar a la pila antes mencionada de basura).
Saco libros de la biblioteca que luego leo a medias y devuelvo antes de terminar, interesado por otro libro.
Me muerdo los nudillos de las manos y me refriego las manos para eliminar la suciedad que a veces se acumula en las palmas.
Tengo la sensación constante de que mis dientes se están moviendo.
Y todo, ¿Por qué?
Ja, ja, ja.
Por qué.
Qué pregunta tan inútil.
Qué pregunta.
Soy el arquetipo del hombre moderno, mis secretos son mis credenciales de identidad.
Qué enorme tontería, el siglo XXI.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home