Monday, September 04, 2006

El efecto de la madalena

Súbitamente, sin previo aviso, llega esa etapa de la vida en la que uno bebe de botellas variadas y fuma más o menos cualquier cosa que le alcancen, o algo así. Esta etapa dura unos diez años, supongo, al menos con esta intensidad. Se supone que al rondar los treinta este ritmo mortal decae, a menos que estemos hablando de la creciente tendencia de ser joven hasta los sesenta, si la cirugía nos hace el favor. Pero durante un buen rato, nos subimos a autos, perdemos la mente, buscamos gente del sexo opuesto y hacemos todas las guarradas posibles sin pensar en buenas excusas para justificar tan salvaje falta de respeto a la moral y las buenas costumbres.
Este proceso suele ser expansivo. Ni bien entramos en un ritmo regular de parranda, tendemos a anhelar nuevos ambientes, nuevos contextos, nuevas experiencias. Uno se aleja del nido maternal para encontrar adrenalina y velocidad en terrenos desconocidos. Esta es también la faceta en la que uno más o menos acaba definiendo qué es lo que le gusta en la vida y qué no, qué disfruto que me hagan y qué prefiero esquivar. Inveitablemente, en la búsqueda, caemos en fiestas siniestras, antros de perdición, burdeles de escaso nivel, festejos populares con motivos inciertos, cumpleaños ajenos de seres del bajo mundo, orgías baco-romanas y todo tipo de evento de baja calaña y dudoso gusto.
Promediando esta etapa, uno siente que ha perdido toda decencia y que es hora de encontrar opciones nocturnas más acordes al estilo y porte que uno cree poseer. Es entonces que comienza a volcarse por fiestas en casas de zonas adineradas, para las cuales uno adapta su vestimenta, sus costumbres groseras y sus modales - aunque en nada varía la cantidad de líquidos y sustancias consumidas - para intentar gozar civilizadamente de la celebración y aspirar a mujeres más refinadas, de alta alcurnia y de andar gatuno.
En una de esas innumerables ocasiones, uno está en el asiento del acompañante y nota que el conductor dobla en una callesita que parece no tener salida. Uno enfoca bien y se da cuenta que reconoce exactamente el paisaje y dice en voz alta, casi sin pensar, "doblá acá a la derecha, que esta calle es medio ondulada". El conductor nos mira y dice "¿Qué, conocés esta zona?", a lo que uno responde, casi con una lágrima pendiendo del ojo, "sí, acá nomás quedaba mi colegio primario, pero lo demolieron para construir una mansión".
Desconcierto. El violento retroceso hacia la infancia y el pasado despierta sensaciones y emociones hace largo tiempo sepultadas, ocultas bajo los escombros que dejaron años de negación y nuevos desafíos. La calle de piedra, los enormes árboles que hacen sombra y bordean a la pequeña calle ondulada, los autos estacionados en un incierto territorio que no es ni calle ni vereda, el silencio intimista que pertenece solo a esa calle, el olor suave de las plantas de jazmín...
Es una zona oscura, la infancia. Las fotos y las historias y los espacios de la infancia dicen que somos el mismo que ese niñaco de flequillo que caminaba por esta calle. Yo dudo seriamente que ese muchacho y yo tengamos mucho que decirnos, incluso creo que yo sería un terrible ejemplo para él, dudo que él aspirase a ser yo a mi edad. Ese niño aún tiene toda la inocencia del mundo, rechaza ciertas cosas que ve, le tiene miedo a las mujeres y es atento a las reglas, a los mandatos. De haber sido religioso, le habría temido a Dios.
El efecto de la madalena, si yo fuese Proust. Supongo que la sensación se llama nostalgia, y el estado en el que uno está sumido, adultez.
Joder.

5 Comments:

Anonymous Anonymous said...

La incomparable cuadra de Las Heras entre Pacheco y San Isidro Labrador...

Pasé tantas veces por ahí, que la daba completamente por sentado. Hasta que un día, paré y me puse a analizarla objetivamente. Y me di cuenta cuan especial era.

(Hay que aclarar que estaba bajo la influencia de María Juana, obviamente)

11:59 AM  
Blogger Cadmo von Marble said...

Sabía que la identificarías. Es un delirio, esa calle. Está a mitad de camino entre calle de barrio privado y pasaje de cuento de hadas.
De estas anécdotas hay miles. Elegí sólo la más reciente.

12:11 PM  
Anonymous Anonymous said...

mmm... flequillo?

12:24 PM  
Anonymous Anonymous said...

pago por ver una foto escolar, pago millones, pago en especias, pago en casamientos, pago en carnes, pago en joderes.

deberías escribir un libro, coño ya.

una fan

6:39 PM  
Anonymous Anonymous said...

Nunca una mejor descripción de “esa” calle, y cuando lo leí se me vino a la mente una imagen mía, caminando por ahí, con el uniforme, flequillo (parece q estaba de moda) y toda una vida por delante.

10:51 PM  

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