Sunday, August 20, 2006

La calma despues de la tormenta

Hoy amanecí peor que nunca. Los ojos abiertos a las nueve de la mañana, con las lentes de contacto aún resecas y olvidadas sobre el iris irritado. La sensación salvaje en el estómago de angustia, las piernas débiles y esa inexorable impresión de realidad, de que todo es verdadero, de que no estoy soñando, de que ésta es ahora mi casa.
La mañana fue en el mismo tono, el café me supo agrio, los sandwiches tenían sabor a nada, el periódico un conjunto de hojas en blanco que declaraban a los gritos noticias que en mi mundo no existen. Pensé sinceramente que me iba a morir y rogué que fuese rápido, que fuese certero.
Escribí mails melancólicos.
Llamé a mi amor a Gijón, a mil mundos de distancia. Lloré y me acobardé, huí del diálogo, lo aplacé hasta tener la mente más clara, me calmó el dolor del instante pero me aumentó la angustia de no sentir su cuerpo. Nuestra era digital no solucionó aún cómo lidiar con la imposibilidad de tocar a alguien amado.
Pero el día progresó, me junté con gente que me conoce y que sabe lo que estoy pasando. Hablé, lo único que puedo hacer estos días. Hablé, me explayé, expresé mi angustia y mi dolor de todas las maneras posibles, narré mis penas y mis lamentos. Dejé reposar todo el dolor acumulado, dejé fluir la frustración y el desencanto por lo perdido.
Calma, me dije. "Todo está en calma", repetí, "deja que el beso dure, deja que el tiempo cure".
Y ahora al menos puedo caminar. Puedo respirar sin que me duela, puedo pensar en esa ciudad que amo y en esa mujer que amo sin ponerme a llorar, o al menos sin sentir tanta impotencia.
Porque mi gran enemiga ahora es la impotencia. Nada se pierde, me digo y repito. Nada fue en vano.
Tengo que aprender a creer que los lazos se mantienen a base de persistencia y dedicación.
Se acerca el final de mi segundo día en el sur profundo (mi tercera noche) y ruego que las nubes se despejen.
Mañana también lloverá en mi mente, al igual que pasado y los días a seguir, pero tener un paraguas es meramente un tema de fuerza de voluntad.

2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Guido. te leo y me pones un nudo en la garganta. te leo y es (obviando tu parte amorosa) como leerme las líneas que vomitaba en mi portátil cuando yo volví de Buenos Aires a mi familia y a Barcelona. Todo era una masa gris, las gentes y la ciudad, nunca me había sentido tan sola, tan ajena, y con tan pocas certidumbres. Llora todo lo que tengas que llorar, hasta que se te acaben las lágrimas y la respiración. Expláyate con los que tienes ahí, y con los que te tenemos lejos. Sólo el tiempo te ayudará a calmar el dolor, pero creo que no a desaparecer. A mí, mi Buenos Aires, me sigue doliendo, después de un año. No hay solución. Pero sí, el nuevo Guido, está para volver o para partir de nuevo, a donde haga falta. Y sabes que nos tienes, que me tienes, y que ha sido un gran placer bañado en alcoholes felices el tenerte a mi lado estos meses. Tú, por ejemplo, formas parte de que yo haya recuperado mi fe en Barcelona y en sus gentes.
Se te quiere, desde Bolivia. (Aguante Argentina, este es un país abocado al más profundo desastre, ni Evo, ni nadie).
Yola

1:16 PM  
Blogger Cadmo von Marble said...

Yola, yo te quiero profundamente y me daba un poco de pena no poder comunicarme contigo desde tus parajes bolivianos. Hasta con Carles pude hablar, él en Suecia. Me hace bien que me dejes estos mensajitos, creo que sos de las que más puede entenderme. Y necesito que me entiendan. Si yo ayudé a que vuelvas a reinsertarte en Barna, soy feliz. Y si quieres ser parte de mi recuperación en Buenos Aires, siempre será un placer. Incluso si antes de volver a los pagos quieres pasar por aquí de visita, será maravillso.
Te quiero, te extraño y siempre serás para mí la bondadosa, cuidadosa y afectiva Mamá Yola.
Besotes

7:07 PM  

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