La escritura y los baños
Yo no escribo porque necesite hacerlo, ni siquiera lo hago por vocación. Esto no es un proyecto más amplio repartido en pequeñas entregas ni es un diario íntimo abierto a todos. Si digo la verdad (y la verdad siempre duele), escribo porque lo necesito. Porque me enseñaron que para disfrutar las cosas hay que pensarlas antes y que ponerlas en palabras puede embellecerlas. Sé que es mentira, porque muchas veces sentí cosas muy hermosas para las que no tenía palabras, pero algo interno me dice que corra al ordenador y baje todo eso en un relato. No es literatura, o no pretende serlo, no es crónica, no es un guión o notas tomadas para luego ser trabajadas.
Esto es la celebración más pura del fragmento, del momento efímero. Pero no es planificado, no. Reconozco que hay "momentos bloggeables", cosas o pensamientos que inmediatamente son candidatos a ser narrados. Pero solo cuando llego a casa sé si de verdad deseo plasmarlos. Hay veces que creo que quiero escribir pero resulta que al final no, hay veces que termino escribiendo de cosas que no tenía planeado mencionar. Lo cierto es que es la única actividad de mi vida donde nadie más influye, de la cual nadie tiene derecho o ganas de opinar. Si algo no me da vértigo o no me genera presión o no lo siento como una carga o una obligación, eso es escribir para este blog.
A veces escribo sólo para mí, y me aseguro ser críptico. A veces escribor especialmente para alguien, y no me encargo de explicar los apartes. A veces escribo para muchos, y suelen ser posteos malos y poco personales. Tuve escritos mejores y escritos peores, fui más o menos interesante de leer, fui más o menos monotemático (a mayor dolor u obsesión, más posteos y, sobre todo, más posteos sobre el mismo tema).
Si este blog ya cumplió más de un año no es porque me lo haya propuesto o porque la gente me lo pide, sino porque ya es parte de mi vida. Este es el espacio donde sin censurar nada hablo de lo que quiero, exorciso mis peores momentos y comparto mis buenos momentos. Y me hace bien, me hace sentir acompañado, o me ayuda a digerir lo que no siempre puedo aceptar solo, como la angustia, el fracaso, la distancia, el desamor o el desamparo.
A veces me gusta jugar, sobre todo cuando entre a un baño, a pensar que estoy en un rincón del mundo y que desde ciertas perspectivas todos los rincones del mundo son iguales. Amo meterme en un baño de restaurant hindú en Londres y bajar las escaleras, y pensar mientras hago pis que podría estar en cualquier parte, en un baño de antro barcelonés del Raval, en un baño de bar glamoroso en Palermo, Buenos Aires; o en el baño de un hostel helado en Berlín. Me gusta mentirme, acortar las geografías, fingir las texturas, trasladarme sin esfuerzo, soñar despierto, partir por un segundo, olvidarme del espacio, dejarme llevar por las circunstancias.
Soy así, un poquito ido.
Pero si usted leyó hasta aquí es porque sabe y me perdona.
Esto es la celebración más pura del fragmento, del momento efímero. Pero no es planificado, no. Reconozco que hay "momentos bloggeables", cosas o pensamientos que inmediatamente son candidatos a ser narrados. Pero solo cuando llego a casa sé si de verdad deseo plasmarlos. Hay veces que creo que quiero escribir pero resulta que al final no, hay veces que termino escribiendo de cosas que no tenía planeado mencionar. Lo cierto es que es la única actividad de mi vida donde nadie más influye, de la cual nadie tiene derecho o ganas de opinar. Si algo no me da vértigo o no me genera presión o no lo siento como una carga o una obligación, eso es escribir para este blog.
A veces escribo sólo para mí, y me aseguro ser críptico. A veces escribor especialmente para alguien, y no me encargo de explicar los apartes. A veces escribo para muchos, y suelen ser posteos malos y poco personales. Tuve escritos mejores y escritos peores, fui más o menos interesante de leer, fui más o menos monotemático (a mayor dolor u obsesión, más posteos y, sobre todo, más posteos sobre el mismo tema).
Si este blog ya cumplió más de un año no es porque me lo haya propuesto o porque la gente me lo pide, sino porque ya es parte de mi vida. Este es el espacio donde sin censurar nada hablo de lo que quiero, exorciso mis peores momentos y comparto mis buenos momentos. Y me hace bien, me hace sentir acompañado, o me ayuda a digerir lo que no siempre puedo aceptar solo, como la angustia, el fracaso, la distancia, el desamor o el desamparo.
A veces me gusta jugar, sobre todo cuando entre a un baño, a pensar que estoy en un rincón del mundo y que desde ciertas perspectivas todos los rincones del mundo son iguales. Amo meterme en un baño de restaurant hindú en Londres y bajar las escaleras, y pensar mientras hago pis que podría estar en cualquier parte, en un baño de antro barcelonés del Raval, en un baño de bar glamoroso en Palermo, Buenos Aires; o en el baño de un hostel helado en Berlín. Me gusta mentirme, acortar las geografías, fingir las texturas, trasladarme sin esfuerzo, soñar despierto, partir por un segundo, olvidarme del espacio, dejarme llevar por las circunstancias.
Soy así, un poquito ido.
Pero si usted leyó hasta aquí es porque sabe y me perdona.
3 Comments:
Y la importancia de un buen baño público... sobre todo en Italia.
... qué rico.
(que asco).
No es que esté desaparecida o desentendida de tí. Estoy aquí, al otro lado del teléfono o de la pantalla, pero he escogido otra forma de comunicación, más espartana y transatlántica, más auténtica y tangible, pero que tarda más días en llegar.
Hoy me he despertado con ganas de hacer cosas y he comprado un pasaje en barco hacia Estonia. A ver que me encuentro. Un abrazo intenso.
Andrea
Te permito todo, Andrea. Y si dicen que yo soy romántico (en el sentido histórico y estético), tu te llevas los premios. Por cierto, dejé tu reloj en la hora de Barcelona. No puedo cometer la traición de tenerlo en hora de Buenos Aires. Y la libreta, poco a poco, pierde su olor a nuevo.
Un besote
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