Incomprensible
Hay dos formas de hacer las cosas: bien o mal. Se las puede hacer aceptablemente bien o moderadamente mal, claro, pero hay casos en los que los grises son irrelevantes. Y, cuando uno hace las cosas mal (y lo sabe), lo mejor y más recomendable es dar la cara. Porque el riesgo sino es que las cosas empeoren. Sí, siempre pueden empeorar, aún cuando parece que se tocó fondo.
Si uno da la cara y se muestra dispuesto a aclarar los tantos, aún si las cosas no tienen solución, el daño es menor.
Pero si uno no da la cara, la cosa se complica. Porque eso es cobardía. Y la cobardía, al menos de donde yo vengo, se paga. No por el hecho de ser cobarde en sí, que es una cualidad poco valiosa con la que a veces hay que cargar, sino por la decisión de no enfrentar a las circunstancias. Cuando la cobardía es una elección, la encuentro imperdonable.
Y la pena es clara: el olvido.
Después entrará en juego el dilema sobre la valoración. Si lo que valen son los procesos o los resultados, el medio o el fin. Uno será más o menos benevolente en la consideración de las acciones. Pero es una reflexión que es meramente contemplativa y personal, para nada relevante a la hora de hacer un balance real.
Lo cierto es que yo vivo en un mundo y elijo una realidad donde los miedos se enfrentan, los dolores se digieren y las adversidades se pelean. No entiendo otra manera de ver las cosas y tampoco la acepto. No hay pecado que considere más grosero que la falta de agallas, el temor al riesgo y la incapacidad de hacerse cargo de los propios actos.
En ese sentido, decreto: o jugás bajo mis reglas o salís de mi territorio. Y te vas a jugar a la cancha de al lado, donde puede que otros acepten lo que para mí es inaceptable.
Si uno da la cara y se muestra dispuesto a aclarar los tantos, aún si las cosas no tienen solución, el daño es menor.
Pero si uno no da la cara, la cosa se complica. Porque eso es cobardía. Y la cobardía, al menos de donde yo vengo, se paga. No por el hecho de ser cobarde en sí, que es una cualidad poco valiosa con la que a veces hay que cargar, sino por la decisión de no enfrentar a las circunstancias. Cuando la cobardía es una elección, la encuentro imperdonable.
Y la pena es clara: el olvido.
Después entrará en juego el dilema sobre la valoración. Si lo que valen son los procesos o los resultados, el medio o el fin. Uno será más o menos benevolente en la consideración de las acciones. Pero es una reflexión que es meramente contemplativa y personal, para nada relevante a la hora de hacer un balance real.
Lo cierto es que yo vivo en un mundo y elijo una realidad donde los miedos se enfrentan, los dolores se digieren y las adversidades se pelean. No entiendo otra manera de ver las cosas y tampoco la acepto. No hay pecado que considere más grosero que la falta de agallas, el temor al riesgo y la incapacidad de hacerse cargo de los propios actos.
En ese sentido, decreto: o jugás bajo mis reglas o salís de mi territorio. Y te vas a jugar a la cancha de al lado, donde puede que otros acepten lo que para mí es inaceptable.
2 Comments:
bien rigido te muestras aquí!
-ó juegas bajo mis reglas ó...
a veces la cobardia es pura valentia!
se lo decís a alguien?
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