Intimidad
"No deberías perder el tiempo conmigo, no soy nadie", dijo él.
"Todo el mundo es alguien para alguien", dijo ella, mientras lo arrastraba en la penumbra hacia el dormitorio.
Entonces él recordó que, horas antes, mientras compartía una copa y simpatías con ella en una de las mesas del bar que daban a la terraza, se hallaba junto a ellos una pareja que hablaba a la luz de una vela. La mujer era de tez blanca, casi con certeza francesa; el hombre tenía la piel oscura como el carbón y su acento delataba que era norteamericano. Las mesas eran lindantes y él podía escuchar todo lo que decían, incluso lo que la mujer se decía a sí misma en francés, cosas que el moreno jamás comprendería. Pero no eran las palabras lo que más nítidamente recordaba, sino la mirada. La mirada de la francesa, esa mirada dirigida hacia él. Pero a él como parte de un organismo doble y balanceado. Esa mirada dirigida a él como componente de un total que se completaba con ella.
Lo que la mujer francesa anhelaba melancólicamente, sus ojos decían, era sentirse como esos dos en la mesa de al lado se sentían. Esa comodidad que sólo el tiempo y la confianza dan. Y él vio en esos ojos esa mezcla de envidia y esperanza, así como también un cierto sabor amargo en el reconocimiento de que probablemente no sería el moreno de piel carbón quien finalmente llevaría ese deseo a buen puerto.
Mientras se dejaba arrastrar a la habitación, guiado por la mano de ella, no pudo evitar pensar que lo que él tenía en ese momento era más verdadero que la fama y el dinero y el poder juntos. Y no hacían falta los ojos insinuantes de la mesa vecina para entender eso.
"Yo soy alguien para alguien", susurró por lo bajo, y todo lo demás se esfumó como por arte de magia.
"Todo el mundo es alguien para alguien", dijo ella, mientras lo arrastraba en la penumbra hacia el dormitorio.
Entonces él recordó que, horas antes, mientras compartía una copa y simpatías con ella en una de las mesas del bar que daban a la terraza, se hallaba junto a ellos una pareja que hablaba a la luz de una vela. La mujer era de tez blanca, casi con certeza francesa; el hombre tenía la piel oscura como el carbón y su acento delataba que era norteamericano. Las mesas eran lindantes y él podía escuchar todo lo que decían, incluso lo que la mujer se decía a sí misma en francés, cosas que el moreno jamás comprendería. Pero no eran las palabras lo que más nítidamente recordaba, sino la mirada. La mirada de la francesa, esa mirada dirigida hacia él. Pero a él como parte de un organismo doble y balanceado. Esa mirada dirigida a él como componente de un total que se completaba con ella.
Lo que la mujer francesa anhelaba melancólicamente, sus ojos decían, era sentirse como esos dos en la mesa de al lado se sentían. Esa comodidad que sólo el tiempo y la confianza dan. Y él vio en esos ojos esa mezcla de envidia y esperanza, así como también un cierto sabor amargo en el reconocimiento de que probablemente no sería el moreno de piel carbón quien finalmente llevaría ese deseo a buen puerto.
Mientras se dejaba arrastrar a la habitación, guiado por la mano de ella, no pudo evitar pensar que lo que él tenía en ese momento era más verdadero que la fama y el dinero y el poder juntos. Y no hacían falta los ojos insinuantes de la mesa vecina para entender eso.
"Yo soy alguien para alguien", susurró por lo bajo, y todo lo demás se esfumó como por arte de magia.
3 Comments:
Si esto hubiese sido escrito en otro momento, sé que no faltaría a primer hora de mi día un comment dejado por "celine", donde pronunciaría una frase punzante, o rememoraría unas palabras bellas dichas en otro momento, o traería a primer plano ciertas intimidades que sólo ella y yo entendemos.
Pero como hoy es hoy, soy yo el que da inicio a los comments.
Que sirva de homenaje.
agridulce con sabor a barbacoa..
te autocomentaste en mi blog... es como el metalenguaje?
aguante la salsa agridulce..me gusta también
pd avisame cuando vayas al pasaje que llevo mi bolsa de oro..
salud
yo soy alguien para alguien, pero ese alguien todavia no aparecio y si aparecio no me di cuenta y si no me di cuenta es por q no era "mi alguien", y si el azar hace q no lo encuentre y él q yo soy su alguien tampoco me encuentre? entonces no hay un alguien para otro alguien, hay los que estamos y los que somos, y ese encuentro no es de una vez y para siempre, puede serlo como no, no se sabe...depende de la eleccion de cada quien.
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