Crash
Como todos los días, puse el despertador a las nueve. Pero me desperté a las diez y cuarto.
¿La razón?
Uno de esos sueños que dan miedo pero que a la vez son imposibles de dejar.
Yo iba en un auto, manejaba mi padre. Pero yo no iba sentado a su lado, sino en el asiento de atrás. Mi padre es mi chofer, creo que hasta llevaba uniforme. Pero hablábamos como padre e hijo. Dialogábamos de todo un poco, pero yo mientras miraba por la ventanilla. Y empezaba a notarlo.
La ciudad estaba llena de sangre. Había accidentes en todas las esquinas y la sangre brotaba de forma bestial, salvaje, todo era rojo. Ambulancias, sirenas, todo estaba desbordado.
Yo reía a carcajadas, le comentaba a mi padre qué gracioso que todo el mundo se hubiera accidentado. No veía ni el menor signo de tragedia en todo aquello. Mi padre tampoco parecía muy preocupado.
Nos deteníamos en un momento. Había una ambulancia detenida y unos médicos atendiendo a un hombre que había sufrido un accidente de auto. Pero su cuerpo estaba completamente descarnado, parecía más una víctima de un incendio que otra cosa. Ya no tenía piel, era puro músculo y tejido. Y la sangre salía en cataratas espesas desde el interior de la ambulancia. Mucha, mucha, mucha sangre roja, rojísima, casi fosforescente. Yo seguía riendo.
La puerta junto a la que estaba sentado estaba abierta o, simplemente, no había puerta. Cuando miraba el piso del auto, veía sangre allí también. Y mi pantalón tenía sangre adherida en la botamanga y había gotitas rojas y pegajosas en las rodillas y luego descubría que mis manos estaban cubiertas de sangre. Ya no reía, aunque me parecía simpático estar cubierto de sangre ajena.
Pero la cara se me transfiguraba. Dejaba de reir y miraba a mi padre preocupado. La frase que salía de mis labios era un tanto paranoica e ingenua.
"Pa, estoy cubierto de sangre. ¿Qué pasa si toda esta gente tiene sida?".
¿La razón?
Uno de esos sueños que dan miedo pero que a la vez son imposibles de dejar.
Yo iba en un auto, manejaba mi padre. Pero yo no iba sentado a su lado, sino en el asiento de atrás. Mi padre es mi chofer, creo que hasta llevaba uniforme. Pero hablábamos como padre e hijo. Dialogábamos de todo un poco, pero yo mientras miraba por la ventanilla. Y empezaba a notarlo.
La ciudad estaba llena de sangre. Había accidentes en todas las esquinas y la sangre brotaba de forma bestial, salvaje, todo era rojo. Ambulancias, sirenas, todo estaba desbordado.
Yo reía a carcajadas, le comentaba a mi padre qué gracioso que todo el mundo se hubiera accidentado. No veía ni el menor signo de tragedia en todo aquello. Mi padre tampoco parecía muy preocupado.
Nos deteníamos en un momento. Había una ambulancia detenida y unos médicos atendiendo a un hombre que había sufrido un accidente de auto. Pero su cuerpo estaba completamente descarnado, parecía más una víctima de un incendio que otra cosa. Ya no tenía piel, era puro músculo y tejido. Y la sangre salía en cataratas espesas desde el interior de la ambulancia. Mucha, mucha, mucha sangre roja, rojísima, casi fosforescente. Yo seguía riendo.
La puerta junto a la que estaba sentado estaba abierta o, simplemente, no había puerta. Cuando miraba el piso del auto, veía sangre allí también. Y mi pantalón tenía sangre adherida en la botamanga y había gotitas rojas y pegajosas en las rodillas y luego descubría que mis manos estaban cubiertas de sangre. Ya no reía, aunque me parecía simpático estar cubierto de sangre ajena.
Pero la cara se me transfiguraba. Dejaba de reir y miraba a mi padre preocupado. La frase que salía de mis labios era un tanto paranoica e ingenua.
"Pa, estoy cubierto de sangre. ¿Qué pasa si toda esta gente tiene sida?".
1 Comments:
tu remplazante es buena onda.. pero no es vos..
jajaja
pd ... un sueño q quizás pueda hacerte millonario por los simbolismos.. no?
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