Cortocircuito
"En este momento, todos los circuitos están ocupados".
Esa es nueva, nunca me había tocado antes.
Pero eso es lo de menos, el mensaje quedó trunco de todos modos. Porque no estaba esperando que me atienda, ya que lo más frecuente cuando aún nos hablábamos era que si yo llamaba a sus cinco de la mañana, me atendiera el buzón Movistar con su gélida voz automática.
Y entonces pensé que lo mejor sería dejar el mensaje.
"Sé que hace más de una semana que no hablamos y creo que todo quedó claro, no quiero molestarte, es sólo que las cosas no se hacen así. Cuando uno quiere a alguien, no se corta todo lazo así de simplemente. Uno al menos se toma el trabajo doloroso de decir adiós, hasta otra ocasión. Y yo quiero despedirme, por triste que sea toda despedida. Y que espero que pongas en buenas manos eso que me diste a mí, que lo reciba alguien que de verdad se lo merece. Y que tengas una vida increíble, ojalá que volvamos a vernos y sonrías al verme pensando con nostalgia que alguna vez me quisiste en serio, de la misma manera que yo te quiero ahora".
Pero ni siquiera eso. Porque los circuitos ocupados decidieron que no debía ser.
Y es verdad que me liberé del orgullo por primera vez en la semana y que recién hoy, después de ocho días, me decidí a escuchar su voz influenciado por otra comedia romántica de esas que todos miramos solos, de noche, cuando nadie más nos ve emocionarnos con la sensiblería de Hollywood. Pero no es el medio lo que importa, sino los fines. Y el fin era noble esta vez, cuando todavía vale de algo.
Ya pasé esta faceta antes, la faceta de afirmar que todo está superado. Ese momento en que digo frases como "no la extraño a ella, sino a la idea de ella", tonterías de esas que suenan bien y que me hacen ver delante de otros firme, seguro, impenetrable. Es la etapa en la que puedo mirar los videos que tengo de ella y ni siquiera pestañear, o aburrirme y cortarlos antes de que lleguen a su fin, o el momento en el que me alegro que no nos hablemos porque eso me permite coquetear impunemente con otras.
Pero a fin de cuentas da igual. Porque pueden venir otras que cubran los baches momentáneos, pero el agujero sigue estando. Y ya no se trata tanto de ella, que ha pasado a formar parte del pasado, sino de lo que hay ahora.
Ahora que nada es urgente, que todo es presente, pero que no hay pan para hoy.
Y si resulta que ella está leyendo, cosa no del todo improbable (ya que el orgullo se muestra puertas afuera, pero pierde con la nostalgia en el terreno de la intimidad), que se quede con las palabras que quise grabarle en el contestador. Yo no las quiero, de nada me sirven aquí colgadas, en este espacio virtual, virtual como la memoria, como el vacío y como la angustia.
Con nada me quedo, salvo algún recuerdo aislado, y será mejor así. Y con la literatura, que es entretenimiento para algunos y castigo para otros.
Esa es nueva, nunca me había tocado antes.
Pero eso es lo de menos, el mensaje quedó trunco de todos modos. Porque no estaba esperando que me atienda, ya que lo más frecuente cuando aún nos hablábamos era que si yo llamaba a sus cinco de la mañana, me atendiera el buzón Movistar con su gélida voz automática.
Y entonces pensé que lo mejor sería dejar el mensaje.
"Sé que hace más de una semana que no hablamos y creo que todo quedó claro, no quiero molestarte, es sólo que las cosas no se hacen así. Cuando uno quiere a alguien, no se corta todo lazo así de simplemente. Uno al menos se toma el trabajo doloroso de decir adiós, hasta otra ocasión. Y yo quiero despedirme, por triste que sea toda despedida. Y que espero que pongas en buenas manos eso que me diste a mí, que lo reciba alguien que de verdad se lo merece. Y que tengas una vida increíble, ojalá que volvamos a vernos y sonrías al verme pensando con nostalgia que alguna vez me quisiste en serio, de la misma manera que yo te quiero ahora".
Pero ni siquiera eso. Porque los circuitos ocupados decidieron que no debía ser.
Y es verdad que me liberé del orgullo por primera vez en la semana y que recién hoy, después de ocho días, me decidí a escuchar su voz influenciado por otra comedia romántica de esas que todos miramos solos, de noche, cuando nadie más nos ve emocionarnos con la sensiblería de Hollywood. Pero no es el medio lo que importa, sino los fines. Y el fin era noble esta vez, cuando todavía vale de algo.
Ya pasé esta faceta antes, la faceta de afirmar que todo está superado. Ese momento en que digo frases como "no la extraño a ella, sino a la idea de ella", tonterías de esas que suenan bien y que me hacen ver delante de otros firme, seguro, impenetrable. Es la etapa en la que puedo mirar los videos que tengo de ella y ni siquiera pestañear, o aburrirme y cortarlos antes de que lleguen a su fin, o el momento en el que me alegro que no nos hablemos porque eso me permite coquetear impunemente con otras.
Pero a fin de cuentas da igual. Porque pueden venir otras que cubran los baches momentáneos, pero el agujero sigue estando. Y ya no se trata tanto de ella, que ha pasado a formar parte del pasado, sino de lo que hay ahora.
Ahora que nada es urgente, que todo es presente, pero que no hay pan para hoy.
Y si resulta que ella está leyendo, cosa no del todo improbable (ya que el orgullo se muestra puertas afuera, pero pierde con la nostalgia en el terreno de la intimidad), que se quede con las palabras que quise grabarle en el contestador. Yo no las quiero, de nada me sirven aquí colgadas, en este espacio virtual, virtual como la memoria, como el vacío y como la angustia.
Con nada me quedo, salvo algún recuerdo aislado, y será mejor así. Y con la literatura, que es entretenimiento para algunos y castigo para otros.
1 Comments:
Despues de mil batallas
yo me lamo las heridas,solo.
No puedes jugar con el objeto punzante de tu herida.
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