Vulnerabilidad y máscaras de coraje
Me tomé una birra, un vaso de Warsteiner de medio litro, y después me regalaron un caramelo. Caramelo igual consumisión gratis, otra cerveza grande. Le robo a Anita el enésimo cigarro de la noche, le toco la pierna y se queja. "El cigarrillo es una excusa para tocarte la pierna, en realidad". Romi no para de saludar gente, Juan dice que soy un pedante y un snob pero que me conoce mucho y que está acostumbrado. Masa tiene puesta mi remera, le digo que se la quede, se niega. No sé por qué, yo mucho no la uso, es de un color ladrillo que me da la impresión de suciedad y polvo. Aparece Ana - la otra Ana, la que está de paso, la que se instaló en NY - y se sienta conmigo en el puf. Hablamos, entre porro y birra ando ya entonado. Me pregunto "¿Estoy coqueteando con ella? ¿Y ella, está coqueteando conmigo?" Tenemos muchos nombres en común, creo que me acosté o le di besos al menos a tres amigas cercanas de ella. Me pregunto si eso, femeninamente, le ofende. ¿Por qué ellas sí y yo no? Pero está más madura, lo noto, más asentada, menos volatil. Sigo el ritmo, se ríe una, dos, tres veces, todo el tiempo. Le entretengo. No hay mejor indicio en una mujer que ese: si se ríe con uno, las cosas marchan. ¿Pero quiero? La veo linda, tal vez por primera vez, tal vez nunca la miré como hay que mirarla. Le miro los dientes irregulares en forma de sonrisa cómplice y me gusta, me atrae, creo que hasta me calienta. Voy a decirle algo a Naza, me pregunta "¿Y, pela? ¿Te la arrancás?". No, bah, no sé, no creo. Ana dice que baja, yo espero unos minutos y decido buscar una birra más. Masa me pide que le traiga una y Juani quiere una coca. "Sí, ya sé, soy un amargo, pero quiero coca". Bajo las escaleras, me vuelvo a encontrar con Ana y detrás de ella aparece un cineasta argentino muy conocido, un tipo robusto y de aspecto leonino, famoso por sus pasiones. Tiene la camisa fuera del pantalón,pisa los escalones en forma rotunda. Me agarra de la camisa, me sorprende y me encuentra débil, ebrio, flojo. Me estampa contra la pared sin soltarme y me acerca la cara a diez centímetros, pero no me mira. Me habla sin mirarme jamás. "Decíme una cosa: ¿Por qué votaste la película de Solnicki por encima de la mía en lo mejor del año?" No sé qué decir, no tengo respuesta, balbuceo. "¿Y qué opinás de Castro?", dice, acercando aún más su barba crecida a mi cara en forma transversal. Hablo sin pensar, digo lo que pienso, enumero cosas de la película que no me gustan. Caigo en la cuenta: él es el productor, está sensible, está atacado porque teme que la película no guste. Y yo le digo la verdad, lo que no quiere oir. Se va, sonríe forzadamente. "Era un chiste", dice. Todavía tiemblo. Bajo las escaleras, tardo media hora en pedir en la barra, sigo pensando en lo que pasó. Soy un idiota, pienso, esto me deja muy mal parado. Acabo de ganarme enemigos de peso que no deseo tener. Pero me siento bien, decir lo que uno piensa se siente bien, maravilloso. Respiro, me siento fresco, me siento verdadero. Miro atrás. En un sillón veo al productor y al director de la película hablando muy cerca, recostados sobre un sillón. Le está contando lo que dije, pienso. Siento que me miran mal. Me estoy poniendo paranoico, el mundo no gira alrededor mío. ¿O sí? Subo con las bebidas, les cuento a todos lo que pasó. Le pido a Ana que me diga qué hacer. "¿Les pido perdón? ¿No digo nada? ¿Qué debería hacer?". Ana cree que esto es parte del levante, no entiende: estoy preocupado en serio. Me voy, no quiero confudir los tantos. Una cosa es la seducción y otra es la culpa. Termino bajando nuevamente, gran parte de la gente se ha ido. Se libera una banqueta en la barra y me siento. Me encuentro cara a cara con el director, mi presencia parece incomodarle. Me mira. "¿Todo bien, pa?", dice, finalmente. Intento hablar, pero solo atino a balbucear. Durante largos minutos, no logro articular palabra, me mira raro. Lo tomo por el hombro. "¿Vos estás bien?", le pregunto. "Sí, ¿por?". "No, por las cosas que se dijeron sobre la peli". "¿Qué cosas?". La cagué, pienso, otra vez estoy hablando de más, no sabe nada y se va a enterar por mí que hay mucha gente a la cual no le gusta lo que filmó. "Nada, nada", digo. "Pero completá la idea, la dejaste colgando", insiste. Trato de remarla, no me sale, me siento absurdo y quiero huir, pero sé que si huyo quedaré aún peor de lo que estaba. "Te estoy comiendo la cabeza, disculpáme, mejor me voy". Me mira fijo, no entiendo qué piensa de mí. Junto fuerza y logro articular una frase coherente. Le digo sin miramientos todo lo que pienso: lo bueno, lo malo, lo feo. Todo. Lo elogio, le doy fuerzas, le digo que de la película anterior a esta ha mejorado mucho y que valoro su fuerza y su iniciativa, pero que aún le falta mucho como realizador. "Los diálogos no me gustan, me choca que la mujer de la pensión hable igual que el protagonista". "Es que está basada en una obra de Beckett, así, como un golpe". "Sí, pero a Beckett hay que encontrarle el tono, sino también puede ser una pelotudez". "¡Pero no es una pelotudez!", dice, vulnerable y exasperado. ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué hago diciendo estas cosas en el día en que estrenó su película? "No es la mejor noche para hablar de esto, disculpáme". "No, todo bien. ¿Sabés qué me jode? Que me acusan de antinaturalista. Eso me jode. No entiendo, o sos una cosa o la otra". Tiene razón, se lo digo. "El espectro es mucho más amplio", completo, tal vez innecesariamente. Lo dejamos ahí, camino, me vuelvo a encontrar con el productor. Me agarra. Otra vez la cercanía. "En realidad vos estás resentido porque no te respondí el mail cuando me pediste trabajo en la película". No sé de qué habla, yo nunca le escribí un mail, pero no digo nada. "No mezclemos los tantos, terminemos con esa idea del crítico resentido. Yo escribo porque la paso bien, es mi paja mental, no tiene nada que ver con mi trabajo en cine. Además, yo defiendo tu obra". Por un instante me mira, veo cierto respeto en su mirada. Se incorpora a la conversación una chica, él se aferra a ella fuerte, parece decirme que no la mire ni la toque porque es propiedad de él. Está inseguro, yo no pensaba que era así hasta tal extremo. Veo que ser un cineasta y productor le pesa, no lo disfruta del todo, hacer películas no hace a su vida más fácil. Me siento bien, confiado, decido decir lo que pienso sin tapujos. "Cuando escribo, me cago de risa, me burlo de mí mismo. Y si te enojás con lo que escribo, genial, porque para eso sirve la crítica, para generar algo. Si te enojás, es que algo hice bien". Hace un ademán de aprobación, luego abraza a la chica y la besa en el cuello, pero ella me mira a mí. "Tenés que dejar de prestarle tanta atención a la crítica, dejar de buscar nuestra aprobación. Somos todos unos imbéciles, incluido yo". El se ríe, parecería ser que me teme, pero también le doy simpatía. Busco la complicidad, no quiero pelear ni hurgar en su dolor. Lo invito a boxear en tono burlón. "Te cago a trompadas, te estampo la cara contra la pared y te van a tener que sacar con una espátula". Risas, pero no tanto. Vuelvo a hablar con el director. "Esto es un circo y nada de esto importa. Esto es un circo y yo soy un payaso, como todos. Lo que importan son las películas." Me sonríe, veo un rasgo infantil que no había visto antes. Lo abrazo y le deseo suerte en las próximas proyecciones.
Me tomo el 140 en Córdoba y exploro mi borrachera. A mitad de camino se sube una dark a la que me cruzo seguido y que me calienta porque no tiene cejas y, en su lugar, tiene delineados dos trazos egipcios. Se sienta al fondo, yo al medio. Se levanta alguien del medio y pienso "si viene a sentarse ahí es porque quiere que le hable". Pasa un minuto, pero finalmente viene. La miro fijo, pero ella saca un libro. Avanzan las cuadras, estoy cerca de casa. Dudo. ¿Le hablo? ¿La invito a bajar conmigo? ¿Le anoto mi teléfono y se lo doy? ¿O es tenebroso el hecho de que no tenga cejas? Seguro que me la cojo y despúés me da asco. Pero hay que combatir a la fobia. Sí, no, sí... no. Me bajo. Soy consciente, no me hago el boludo: a esta chance elegí dejarla pasar. Yo elijo no probar. Eso también dice algo sobre mí.
Me tomo el 140 en Córdoba y exploro mi borrachera. A mitad de camino se sube una dark a la que me cruzo seguido y que me calienta porque no tiene cejas y, en su lugar, tiene delineados dos trazos egipcios. Se sienta al fondo, yo al medio. Se levanta alguien del medio y pienso "si viene a sentarse ahí es porque quiere que le hable". Pasa un minuto, pero finalmente viene. La miro fijo, pero ella saca un libro. Avanzan las cuadras, estoy cerca de casa. Dudo. ¿Le hablo? ¿La invito a bajar conmigo? ¿Le anoto mi teléfono y se lo doy? ¿O es tenebroso el hecho de que no tenga cejas? Seguro que me la cojo y despúés me da asco. Pero hay que combatir a la fobia. Sí, no, sí... no. Me bajo. Soy consciente, no me hago el boludo: a esta chance elegí dejarla pasar. Yo elijo no probar. Eso también dice algo sobre mí.
2 Comments:
¿Es cursi que te diga que sos TIERNO? bancate esa palabra, te cabe bien. Y me lo vas a discutir porque los chicos siempre discuten eso y más los que desaparecen, como vos decis que hacés. Igual el de mi texto decía lo mismo hasta que se cansó de perderse cosas buenas.
Ah y si queres el laburo escribi a penny_lanne@hotmail.com. Ahora todo es via mail ¿viste?. Raro pero bueno. ¿Naza?¿Bafici? ¿Nos hemos visto en algun lado?
que dice sobre vos Guido?
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