Paz aquí, ahora, ya... ¡Hermanos!
Barbijo. Casi no usábamos la palabras y ahora, súbitamente, es el término de moda. Deberíamos agradecer a la realidad por expandir el léxico de la población, ¿no? Lo que la Escuela Normal no logra, la enfermedad sí. Pero eso no es nuevo, si la realidad siempre golpea más duro y nosotros llegamos tarde. Los niños de la calle saben algo, aún si sus estómagos crujen.
La gente en los aeropuertos usa mucho el barbijo. El otro día vi en Ezeiza a una señora muy paqueta con un barbijo último modelo, con tirante verde loro y unos ganchitos de lo más funcionales. Su barbijo tenía escamas, una verdadera belleza de utensilio, acorde a las botas altas de la mujer. Ella se reía, y fue a saludar a sus familiares que volvían de vacaciones a los saltos, estallando de algarabía. ¡Viva la gripe de derecha! Es raro: son casi todos viejos lo que veo con barbijo. Y eso que dicen que somos los jóvenes los más afectados. ¿Más afectados de lo que estamos? No usamos tapabocas, no, ¿Para qué? Si ya casi no nos besamos.
Tampoco besan los padres, ni los niños, ni se dejan besar. No beses al bebé, que no se sabe... Pero soy su hermana. Y sí, pero, viste cómo es... Y eso de dar la mano... yo soy un tipo cordial, pero nunca se sabe. Como el hombre ese que se negó a saludar a un tipo con sida. ¡Pero si es sida no se contagia con el contacto! Hoy no, dijo el hombre, pero mañana no se sabe...
El alcohol en gel también es una fantasía. Tener alcohol en las manos es horrible, me hace pensar en sangre y heridas y cicatrices... pero el gel se evapora, o se seca, entonces uno se siente limpio, higienizado, listo para enfrentar a la maladía moderna. ¡Ah, pero qué manos tan bellas, tan aseadas! Me pregunto cómo haría en la Edad Media, donde todos andaban sucios y en patas y abiertos a la enfermedad, que los hizo trizas siempre que lo quiso. La Peste Negra, ¿no? Limpió a Europa de tanta pobreza, gracias a Dios, borró de un saque a tanta promiscuidad. Si uno tiene Fe, ¿Qué mal lo puede aquejar? O las pestes de Egipto...
No hay mucho que uno pueda hacer ante la ira de Dios. Claro, el problema es que si el enojado es Dios, igual la pagamos nosotros. Y no individualmente, sino en sociedad, unos contra otros. No tiene explicación, no hay contra quién quejarse, pero la desconfianza es entre personas. Te miro de reojo, cuidado con lo que vas a hacer. ¡Tos en el subte! Tragedia a pequeña escala, culos que se mueven inquietos en asientos de fieltro. Corran, ese niño tiene mocos... Lo lindo es que todo se parece mucho a una novela de ciencia ficción. Hay algo prodigioso en vivir en carne nuestras peores pesadillas. Yo siempre me sentí a gusto en el caos, porque la gente saca a relucir lo peor de sí misma. Y esa inmundicia es verdadera, no hay espacio para la hipocresía. Prefiero toda la vida al asco de ese bigotón que su indiferencia mentirosa. Si en el fondo sé que me desprecia, solo por el hecho de existir...
Hay una gran belleza en la coherencia. Hay que estar agradecido por las instituciones políticas, que mantienen su ánimo combativo aún en tiempos de pandemia. Esos son dirigentes, que se preocupan por defender sus ideas y pelear sin sosiego contra el gobierno cuando la gente se muere a rolete. Qué más se puede pedir que un dirigente que noche y día le marca las faltas a los gobernantes. También podríamos pedirle a la oposición que ayude, que facilite la mejora de los centros de salúd, la prevención, la calma... pero no hay que pasarse de rosca con el Ideal, que somos humanos, y nuestras pasiones, tan humanas, nos nublan de la perfección... Y los médicos, Dios los bendiga, sus manos llenas de enfermos muertos, gritando a los cuatro vientos: ¿Acaso no sabían que todos los años se muere gente de la gripe más convencional?
Sobrevivimos, salimos a flote y seguimos la lucha. Qué bello que estemos unidos, aún en la más agria de las disidencias...
La gente en los aeropuertos usa mucho el barbijo. El otro día vi en Ezeiza a una señora muy paqueta con un barbijo último modelo, con tirante verde loro y unos ganchitos de lo más funcionales. Su barbijo tenía escamas, una verdadera belleza de utensilio, acorde a las botas altas de la mujer. Ella se reía, y fue a saludar a sus familiares que volvían de vacaciones a los saltos, estallando de algarabía. ¡Viva la gripe de derecha! Es raro: son casi todos viejos lo que veo con barbijo. Y eso que dicen que somos los jóvenes los más afectados. ¿Más afectados de lo que estamos? No usamos tapabocas, no, ¿Para qué? Si ya casi no nos besamos.
Tampoco besan los padres, ni los niños, ni se dejan besar. No beses al bebé, que no se sabe... Pero soy su hermana. Y sí, pero, viste cómo es... Y eso de dar la mano... yo soy un tipo cordial, pero nunca se sabe. Como el hombre ese que se negó a saludar a un tipo con sida. ¡Pero si es sida no se contagia con el contacto! Hoy no, dijo el hombre, pero mañana no se sabe...
El alcohol en gel también es una fantasía. Tener alcohol en las manos es horrible, me hace pensar en sangre y heridas y cicatrices... pero el gel se evapora, o se seca, entonces uno se siente limpio, higienizado, listo para enfrentar a la maladía moderna. ¡Ah, pero qué manos tan bellas, tan aseadas! Me pregunto cómo haría en la Edad Media, donde todos andaban sucios y en patas y abiertos a la enfermedad, que los hizo trizas siempre que lo quiso. La Peste Negra, ¿no? Limpió a Europa de tanta pobreza, gracias a Dios, borró de un saque a tanta promiscuidad. Si uno tiene Fe, ¿Qué mal lo puede aquejar? O las pestes de Egipto...
No hay mucho que uno pueda hacer ante la ira de Dios. Claro, el problema es que si el enojado es Dios, igual la pagamos nosotros. Y no individualmente, sino en sociedad, unos contra otros. No tiene explicación, no hay contra quién quejarse, pero la desconfianza es entre personas. Te miro de reojo, cuidado con lo que vas a hacer. ¡Tos en el subte! Tragedia a pequeña escala, culos que se mueven inquietos en asientos de fieltro. Corran, ese niño tiene mocos... Lo lindo es que todo se parece mucho a una novela de ciencia ficción. Hay algo prodigioso en vivir en carne nuestras peores pesadillas. Yo siempre me sentí a gusto en el caos, porque la gente saca a relucir lo peor de sí misma. Y esa inmundicia es verdadera, no hay espacio para la hipocresía. Prefiero toda la vida al asco de ese bigotón que su indiferencia mentirosa. Si en el fondo sé que me desprecia, solo por el hecho de existir...
Hay una gran belleza en la coherencia. Hay que estar agradecido por las instituciones políticas, que mantienen su ánimo combativo aún en tiempos de pandemia. Esos son dirigentes, que se preocupan por defender sus ideas y pelear sin sosiego contra el gobierno cuando la gente se muere a rolete. Qué más se puede pedir que un dirigente que noche y día le marca las faltas a los gobernantes. También podríamos pedirle a la oposición que ayude, que facilite la mejora de los centros de salúd, la prevención, la calma... pero no hay que pasarse de rosca con el Ideal, que somos humanos, y nuestras pasiones, tan humanas, nos nublan de la perfección... Y los médicos, Dios los bendiga, sus manos llenas de enfermos muertos, gritando a los cuatro vientos: ¿Acaso no sabían que todos los años se muere gente de la gripe más convencional?
Sobrevivimos, salimos a flote y seguimos la lucha. Qué bello que estemos unidos, aún en la más agria de las disidencias...
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