Estudio sobre la intelectualidad argentina estéril
Reces estáticas, pequeños corpúsculos en una llanura indefinida. Luciérnagas abatidas, ya no chillan, solo duermen. Los pastizales y el viento, dos adoquines fuera de lugar y una pickup vieja, achatarrada y con las gomas desinfladas. Partículas de algodón enraizadas en la telaraña arrinconada. Una boina con peluza, agujeros sin fin en las puntas de los pies donde iría la alpargata. Telúrico, de fondo, autóctono, inmóvil, quieto como la noche. Un bigote, un ruiseñor, dos alondras, lo opaco de la tarde donde mueren los caminos. La persiana malhumorada de la despensa y cuatro cojines ahogados en la geografía imprecisa de un sillón segundo imperio que alberga dos siglos de penurias heredadas y cinco nidos de araña importada. Qué desorden, qué descuido, uno se olvida aquí hasta de los muertos. Y el diluvio que no cesa, cuándo va a caer la tarde mansa como en el verano del 53, cuando trajeron a ese ajuar de novillos que se vendieron como espuela de plata y saldaron el arreglo del cobertizo de las herramientas y los estudios de Marianela, lejos de todo y de todos. El Buick, qué auto el Buick. Rugía como un león, sondaba la pampa como un buey en celo. Todo se repite pero nada queda, no hay contornos en los rostros, no hay movimiento ni música, ni siquiera un tamborcito de latón que marca el paso doble. Apenas un cri, un cro o un crac, rutinarios y vacíos. Resuena el monte, se queja, cruje entre las liebres y los cuices, truena la noche, se hunde el gallo en su miseria de corral. Ya nadie sabe qué está haciendo o adónde va. Se han quebrado los engranajes del mundo. Todo suena por la mecánica autómata, la relojería oculta del mundo. ¿Nostalgia de qué? De nada, porque sí, porque es gratis, porque se hace lo que se puede. Lo posible, lo existente, lo tangible, lo alcanzable, aristas de una misma limitación: las coordenadas, el tiempo, el lapso, caras de un tetraedro inútil, caerse, levantarse, acpetar la alienación que producen los otros.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home