La selva de lo real
La maleza es espesa, por momentos los machetes no alcanzan. Los hombres comienzan a cuestionar los motivos. No tengo mucho para decirles, solo sigo adelante. Me siguen, porque son fieles y no reniegan de su hombría, pero sé que ya no creen en este viaje. Después del episodio del tigre, algunos de ellos continúan a desgano. Sé que tienen miedo. Yo también tengo miedo. Pero sé que no hay vuelta atrás. Nuestro destino es grande, nuestro coraje prevalecerá. Sé que el regreso prematuro puede implicar nuestra muerte espiritual. Y, como su líder, soy el que abre camino. No puedo ver más allá de mis propios pies, pero la fe me guiará. La herida en mi brazo izquierdo no se ve bien, creo que ha empezado a infectarse. Las provisiones son cada vez menos y nos hemos quedado sin municiones. No las necesitamos. Nuestros enemigos no son de este mundo. La batalla transcurre en la mente, ese es el campo de batalla. Hoy acamparemos cerca del árbol sagrado. No sé discernir a qué distancia y la brújula ya no responde. El lugarteniente intuye que al caer la noche, avanzando en línea recta, llegaremos al álamo. Se acerca el temporal, lo anuncian los insectos en su chillido incesante. Hemos perdido cuenta del tiempo, uno de los soldados razos dice que estamos en Enero. Es probable, pero no lo sé. Solo sé que me han enviado a este infierno tropical con un motivo, y que no pienso regresar con las manos vacías.
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