Saturday, April 10, 2010

El veneno es la única cura posible

Ayer sentí que estaba a cien kilómetros de distancia de la persona más cercana. Y me dolió, pero me gustó. Me gusta cuando algo me produce simultáneamente dolor y satisfacción. Mi placer tiene siempre tintes de angustia. Me hace feliz postergar lo impostergable justamente porque me produce angustia. Me hace feliz exponer mi diferencia. Me gusta la soledad, solo soy uno y no soy nada, solo me lleno y me vacío, no tengo que dar explicaciones y puedo padecer de esa distancia que me separa de la gente sin transformarla en una performance. Mi soledad me satisface y me demuele. El círculo no se detiene, las posibildades se comen a mordiscos a la realidad neta. Esto es, esto no es, esto puede ser y esto no. El deseo del otro me repugna, saberme deseado es ver a la cara a la humanidad del otro. Me pone nervioso cuando en las películas la gente come, el sonido de la respiración, la pausa humana antes de la acción. El montaje me salva de tener que presenciar la debilidad de la pausa muerta. Soy un moralista, soy un fascista y un nazi. Amo a la robótica y al automatismo, odio al erotismo y a la saliva. Amo al éxito como lo aman los resentidos y amo a la crudeza con afan religioso: si duele, cura. Las cicatrices se forman con alcohol ardiente, la herida cauteriza a la fuerza, sin delicadezas. Detesto la limitación y, sin embargo, la abrazo, la acepto como parte de mí mismo.
Nunca vi al triunfo ajeno con buenos ojos. No soy lo que puedo, soy lo que quedó.
Algo me hizo así de retorcido y me amo en esta espiral de complejidad. Me detesto porque me amo. Soy feliz recriminándome por mis defectos porque sé que no tienen solución. Este desinterés no es una pose, esta vagancia no es resignación. Es afirmación y bandera de guerra. No estoy acá, nunca voy a estar, esta careta no tiene fondo, no creas que me conocés porque ni siquiera yo me conozco. Quien no se ama a sí mismo es incapaz de amar a otros. El cuerpo pide carnalidad pero no se la doy porque en ese padecimiento está Dios. Aborrezco lo profano porque se construye del reconocimiento de que todo no se puede. Busco y amo lo sagrado, amo con sencillez a las catedrales góticas y a las historias de santos desangrados. Dios no quiso que fuéramos felices. Dios nos dio la fortaleza de la mano de la espada, le dio cara de sangre derramada. Denme la armadura, denme el caballo, denme el solaz de la sombra oscura y solitaria en medio de la llanura desértica. Denme un amor con espinas. Que esto no sea lo que pudiera ser es la prueba de que hay algo que esperar en el otro mundo. Escapar con la mente es humillar al cuerpo, que todo vuelve presente, que limita al poder de la mente. Háganme prusiano, espartano y anglosajón, pero jamás latino, nunca más latino, nunca más pasional, nunca más simpático, juguetón, alegre. Yo no juego, yo no seduzco, yo no descanso jamás.
Por favor, Señor, no me dejes obtener lo que deseo. Por todos los ángeles del cielo, no me concedas el minuto eterno de goce sano, dáme por siempre este cactus seco que me corta, este buitre perverso que me picotea el cráneo, este dolor de estómago que me dicta el tempo moderado de la verdad, que duele, duele, duele en forma dulce como una revelación de luz.

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