Saturday, October 09, 2010

Guardianes del sueño

Amanece. Ella duerme y yo vigilo su sueño. Mi amiga, mi hermana, rechina los dientes molesta por mi constante teclear, pero no dice nada. Acepta. Hablamos durante horas, mitigamos nuestras penurias de amor a la luz de una lámpara diminuta. Ella se posa en la cama y yo sigo ansioso, invadido por un ansia existencial que parece apoderarse de mí cada vez más seguido. Ella escucha, asiente, cada tanto se ríe. Afuera no hace ni frío ni calor, podría ser una estación indefinida. El cielo se torna azulado, por el lapso de unos instantes naranja, pronto será celeste. Y yo no puedo dormir, no quiero dormir. Porque la hora crepuscular me abriga, su fugaz existencia parece durar días, reina un silencio que ahuyenta mis fantasmas. Fue otra noche de exorcisar demonios, múltiples personalidades que no cesan de salir. El proceso es eterno, parece, todo indica que será así hasta el final. Pero cuando nos encontramos, y cerramos las puertas del mundo entre cuatro paredes, el vértigo parece disminuir. Pensar y poner en palabras nos calma, saber que somos comprendidos nos apacigua. Porque el amor no fue amable con nosotros, o nosotros no fuimos amables con el amor, quién sabe ya a esta altura. Ambos podemos decir que hemos aprendido más de la derrota que del triunfo, ahora nos tenemos el uno al otro, no como amantes - porque la palabra parece pueril a estas instancias - sino como hombros que se ofrecen, oídos abiertos, un mutuo socorro a la soledad infame de ciertos días. Somos lo que podemos ser, lo que la ocasión permite. Pero prefiero esto al vacío, al traquinar metálico de mi mente sola, que no descansa, que puebla el éter con pomposas ideas que cada día parecen más lejanas de lo tangible. Algún día, me digo, llegará el amor, la encarnadura de viejas fantasías perdidas, el sutil delirio de noches tórridas y mañanas de abrazos. Por ahora tenemos la palabra, la mirada atenta del guardián junto a la cama. Ese soy yo, el soldado herido, el que guarda el sueño de los vulnerables. Algún día, en alguna habitación que aún no vislumbro, alguien me cuidará el sueño a mí.

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