Friday, June 11, 2010

Cuatro años después

Conozco esta sensación, ya estuve aquí antes. El paso de los años y la experiencia adquirida me prepararon para ella y cada vez es más leve, menos traumática. Pero esta vez es diferente. Esta vez no sabe a lejana despedida, a melancolía prolongada, a buen tiempo que acaba de pasar y que puede que no vuelva en meses, tal vez años. Todo es muy reciente aún pero me siento tranquilo.
Fue extraño nuestro encuentro, por motivos que no sé o no quiero dilucidar lo estaba esperando. Como si un antiguo misterio no del todo resuelto volviera a cobrar vida, quería verte. Sabiendo que nos conocíamos menos de lo que pensábamos (y que aún nos separa una distancia que me atrae tanto como me desconcierta), estaba expectante. Me da pudor reconocer cuánto placer me produjo. Hay algo de saber que nunca te tuve y que probablemente nunca te tendré que me reconforta. Es un juego que los dos sabemos jugar y eso me gusta. Es un juego en el que los dos somos buenos, ese de acercarse mucho, al límite de tocarnos, para no encontrarnos jamás. Una intimidad inventada, una aire confesional construido con sistemas defensivos reforzados. No me quejo, sin embargo. No me diste lo que quería y aún así no me quejo, porque sabía que el tiempo era escaso y que todo sería apenas un comienzo, una partícula, una muestra gratis. Elegí no apurarme, no invadir tu espacio, dejarte hacer y mirarte, no perderte pisada en nuestros breves encuentros. Y si bien estaba necesitado de cariño, no te lo pedí. Lo quería, y algo me diste, pero no lo pedí.
Es fácil distanciarse del pasado y burlarse de esa pantomima de juego amoroso, leer los viejos escritos, revisar los olvidados coqueteos, repasar metódicamente las cosas nos dijimos hace cuatro años (¡Cuatro años! Una eternindad y un suspiro) para luego volver a hacer las mismas cosas, jugar al mismo juego, dejarnos con las mismas ganas y las mismas cordialidades para no hablar de lo que pasa. O tal vez no pasó nada, tal vez es solo mi imaginación prodigiosa que me deja llevar y era solo yo el que te buscaba y me dejabas hacer para tener un poco de afecto gratuito, de una persona más o menos conocida que te cuida y te mira y te ofrece un abrazo. Yo te hubiese cuidado, yo te hubiese querido (¿Y quién sabe si en realidad, a mi manera, no lo hice?), yo hubiese prolongado esa aventura trunca indefinidamente hasta que notases sola, sin que yo lo dijera, que allí había algo, que soy mucho más que un borracho ocasional, un amante del pueblo y un buscavidas. Seguimos sin conocernos, pero eso no me preocupa en lo más mínimo.
Estoy de vuelta, quién sabe por cuánto tiempo y quién sabe dónde estaré mañana. Pero quiero verte, quiero romper esa pared que te distancia, quiero que eso que veo en las fotos sea verdadero sin la necesidad de una cámara. Yo te veo más allá de lo que me dejás ver y no me importa que juegues conmigo como sé que lo hacés con todos los hombres, porque lo que en ellos es dolor y congoja en mí es sonrisa leve y complicidad. No me afecta que me dejes con las ganas de tenerte horas entre las sábanas siempre que algún día cedas a eso que confío que deseas y no te permitís enteramente por motivos que ambos conocemos. Lo dije antes y lo digo ahora: pase lo que pase, yo te voy a querer igual. Ese es el punto en el que aún no me conocés.
Te pienso y te deseo, sí, inexplicablemente te deseo. Sé que las mismas cosas que me enervan son superficiales, sé que vas a aferrarte a mis palabras feas y olvidar las palabras bonitas, por eso escribo esto, para que cuando revises mis escritos en soledad, cuando nadie te ve, sepas que también digo cosas hermosas, que te dedico palabras hermosas, palabras que ocupan el triste lugar de los deseos que no pude concretar.
Te lo dije y sé que lo vas a olvidar, por eso te lo recuerdo: estás más hermosa y más crecida, sos la misma pero en una versión mejorada, seguramente porque el entorno te sienta mejor, porque lejos de uno mismo uno es el que quiere ser, uno es uno mismo pero libre de todo lo que los demás pretenden que sea.
Volví y estoy en esa extraña nebulosa que conozco bien y que ya no rechazo. Conozco esta sensación y la abrazo, la acepto, ya no sufro porque sé que el mundo es pequeño, que siempre hay una buena excusa para volver a estar cerca. Siempre queda la promesa de un continuará... siempre que lo permitas. El juego, ayer, hoy y mañana, se juega de a dos, y siempre es más jugoso en persona.

1 Comments:

Anonymous valle said...

que bello!

5:58 PM  

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