Friday, April 30, 2010

Lecciones de autoconocimiento. Hoy: la catarsis

Un capítulo más en la lucha por el autoconocimiento. Soy muy orgulloso, sí, eso lo sé. O muy susceptible, visto de otro ángulo. No me gusta que me digan que no y tomo cualquier respuesta que no sea un sí como un no. Entiendo que no es muy razonable, ya que hay circunstancias intermedias, pero nunca me llevé bien con esas. Es más, admito que mi primer impulso ante un ni o un más o menos es la violencia: o le dejo de hablar a la otra persona, o genero un trato cordial y distante o directamente me encargo de que sepa que voy a desatar el infierno en su contra. Difícilmente lo haga, de todos modos. Ya no hago esas cosas, aunque infantilmente sueño con hacerlas. ¿Por qué? No sé, supongo porque no tolero que no haya algún tipo de intensidad que se oponga a lo mundano, que siempre es un poco opaco, y donde siempre reina el mensaje encubierto, que uno tiene que descifrar (no suelen ser muy complejos, de todos modos, así que no hay mucho que descifrar, así funciona la comunicación social). La cuestión es que yo creo gran cosa de mí mismo. Por una parte, porque por otra me demuelo, pero supongo que todas las personas son autocríticas. Me interesa lo otro: pienso "yo soy un gran partido, soy un gran candidato". ¿Por qué no decirlo? Yo me desearía. No hay soberbia en pensar eso, o sí, pero ¿Por qué no ser un poco arrogante si uno cree que vale lo que vale? La violencia es el resultado de la frustración ante ser juzgado menos por los otros. ¿Por qué no me quiere si creo que soy tan valioso? Un hombre fuerte y determinado sigue insistiendo, confía en que el otro aún no vio su valor y persevera. Pero yo, extrañamente, no persevero, asumo la derrota como una falta del otro y me muevo hacia otro objetivo. Qué paradoja, porque cuando alguien me desea tiendo perder interés. Entonces un rechazo debería ser un incentivo. Hay que pensar cómo se cambia eso.
Hay otro tema importante con el que todavía tengo que lidiar. No soy tan liberal como pensaba, no soy tan abierto. Hago demasiados esfuerzos por congeniar con espíritus libres. Pero olvido que muchas de las ideas que me sostienen son conservadoras, o tradicionales: yo creo en la pareja heterosexual sustentada en un amor perdurable, aún si ando predicando lo opuesto. ¿Y cómo no creer? Es el modelo en el que me educaron, que encuentra evidencia creíble en padres y abuelos. Uno puede ser cínico, pero no por eso dejar de creer. El tiempo y la experiencia me hicieron testarudo y poco obtuso: no acepto el libre juego, no me interesa la seducción lúdica ni la ambigüedad constante como modo de relación. Tengo que dejar de pretender que manejo ese mismo código. No porque esté mal, sino porque no me conviene. El problema es que las mujeres que sostienen ese discurso no suelen atraerme. Supongo que eso es sano: la búsqueda de pares complementarios es saludable, aunque no siempre recomendable.
Me gustan las cosas definidas y claras. No me gustan los adolescentes ni los artistas. Quiero a mi arte como un proceso matemático: quiero ver los números, no las manchas grises. No me gusta la androginia ni las mujeres aniñadas. Eso no me hace de derecha, no caigo en el discurso tradicional argentino de ser unitario o federal, conservador o liberal, oficialista u opositor. Es una contradicción, lo sé, pero soy consecuente en el modo en que la llevo. Después de todo, la izquierda en la argentina es lo más fascista que hay, aunque ese argumento no me salve de mis contradicciones.
Hay que ajustar cuentas con uno mismo y empezar a poder responderse ciertas preguntas, aunque la respuesta sea fragmentaria o insuficiente: ¿Por qué sigo persiguiendo actrices? Porque son la promesa de una aventura exótica y divertida. ¿Y cumplen? No. ¿Sería mejor buscar abogadas, ingenieras, economistas? La profesión no debería marcar rasgos de caracter, ahí el razonamiento es demasiado básico. ¿Habría que dejar de perseguir a niñas y empezar a buscar mujeres? de nuevo, la edad no es garantía de nada. ¿Soy yo el problema de mis fracasos amorosos? En parte sí, por la elección de mujeres. En parte no, porque después son esas mujeres quien generan la distancia con sus propios conflictos no resueltos. ¿Y el mundo profesional? Es otra historia, a veces la fobia se malinterpreta como arrogancia, o la arrogancia se impone por sobre la sociabilidad, o simplemente es hora de descartar al personaje extrovertido, charlatán y siempre risueño. Es falso. Lo opuesto también es falso, el silencio y el ceño fruncido. Respirá, que quede lo del medio, sea lo que eso sea.
En fin, aprendo a golpes, como todos. No encuentro mucho confort en el medio, de todos modos. ¿Y por qué habría de tenerlo? Nadie está demasiado cómodo con nada. Pero se encuentran, uno de afuera piensa "entre ellos se encuentran". Hablan el mismo idioma, se reprimen de los mismos modos, al menos para la foto que venden funcionan. ¿Y yo? Ocasionalmente me hallo, pero tiendo a pensar que el código es impostado, porque al final uno nunca sabe qué quiso decir el otro. Hay que negociar, y ahí fallo, porque eso de negociar siempre me lleva al mismo pensamiento inicial: qué poca cosa es la vida si todo es un punto medio. Y vuelta a lo trascendente, a hacerse desear para poder decir: no me tendrás, vil mortal, no me tendrás. Dejar a alguien con su deseo insatisfecho hace que uno se sienta divino, todopoderoso. ¡Pero quién sabe de los propios males que me aquejan, cuando me lamento solo, en la oscuridad hueca del cuarto!
Ahí voy de nuevo, enamorado de mi capa de terciopelo y de la sangre en mis colmillos. ¡Puro romanticismo hueco! De eso soy pecador, lo admito. Tal vez debería escribir best-sellers. En eso no hay gloria, pero sí dinero, y en el dinero hay poder, y con poder uno consigue a las minas que quiere y a la gente que quiere y, mientras sostengas esa fuente de ingreso, resuelto el tema del autoestima y del respeto de los otros. ¿Qué evidencia esto? Que al final sí, soy un capitalista asqueroso, que me gusta la plata fácil y el vicio, que solo quiero tener poder sobre la gente y ser respetado y que me cago en la ideología, en el bien común y en la tolerancia y toda esa mierda... jajaja....¡Jajajaja! Aquí voy al mundo ahora, a ser un hijo de puta con todas las letras y a acabar con ese mito de que ser buena persona te lleva a algún lado.
Bueno, suficiente por hoy. Esta ha sido mi sesión de autoconocimiento de hoy. Me siento mucho mejor y seguro. Gracias.

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