Friday, September 23, 2005

Primero, te quiero, igual

Como siempre, uno habla y después hace agua. Vivimos de las máximas que jamás cumpliremos, diré parafraseando. Que a mí no me gustan las rubias, diremos, que a mí me gustan las morochas y ¡zas! nos enganchamos con la rubia, para dar un ejemplo evidente y reconocible.
Entonces puteo, me quejo, hago reproches (ya Gloria Trevi nos advertía del mal del reproche) y... vuelvo al comienzo. Regreso a eso (ella) que había alejado de mi vida, por el bien de mi propia salud.
Debo reconocer la influencia del amigo Mariano Dorr y su reflexión sobre estar "al natu" (consultar a su blog aquí abajo linkeado, vida y obra del costicismo). Me pareció un consejo sano (así lo tomé, aunque ese no era su fin, como una recomendación abierta al público) y me propuse lo mismo. Desde ese punto de partida, apunté a reformular mi relación con J... (perdón, pero la referencia así me gusta) y se lo hice saber.
Primer objetivo: saber negociar, saber ceder para poder ganar al final.
Ella: "Dejá de provocarme". Tenía razón, la estaba buscando.
Yo: "Es un juego."
Ella: "No me gusta"
Yo: "¿A qué querés jugar?"
Ella: "A un juego donde vos no tengas el poder." El poder siempre fue un tema en la relación.
El juego de las confesiones, otra vez, cada vez más al descubierto, menos disimulado frente a las caras conocidas, se puede decir que más "al natu".
Entonces le anuncio mi verdad: "A mí me encanta lo que me hace mal. Por eso me gustás."
Ella: "A mí también, por eso estamos juntos."
Yo: "Me dí cuenta de que lo que te reprocho, que llegues tarde, que seas inconstante, que seas impredecible, que seas compleja, es lo que me encanta de vos. Si no fueras todo eso, no me gustarías tanto."
Ella: "Vos me cortaste. No entiendo qué querés."
Y, como dice la vieja frase, cada vez que quiero salirme del juego me arrastran de vuelta adentro. Y me gusta, me fascina, me siento a gusto. Soy un maldito sádico y un tremendo masoquista, pero debo admitir que me encantan estas relaciones enfermas, yo me busco estos tratos maliciosos, nadie me obliga a tener estas contiendas amorosas. Eso también es estar "al natu", admitir nuestras degeneraciones y disfrutarlas.
El resto fueron besos merecidos, tensiones bien canalizadas, reflexiones generacionales ("como hombres nos toca lidiar con una generación de mujeres que está a medio camino entre la idea tradicional y el ideal feminista, que nos llama machistas si les corremos la silla y poco caballeros si no lo hacemos") y diálogos filosos pero sinceros, visceralmente sinceros. Y más besos, y más abrazos, y más caricias y más confesiones y sí... histeria deportiva mezclada con malicia bien distribuida.
Se fue, como siempre se va, dejándome con ganas de más, tambaleando en mi metro cúbico de espacio, como un niño pidiendo más dulces.
Lo mejor está por venir, aún si haya mucha sangre que derramar en el camino.

1 Comments:

Blogger la enmascarada said...

No sé si felicitarte o darte el pésame. En todo caso, si todavía te mueve el piso, está muy bien que no te hagas el tonto. Esas cosas son las que uno no tiene que pasar por alto...y de lo demás: paciencia. Feliz Primavera!

9:21 AM  

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