Thursday, September 29, 2005

Siempre tendre Viena

El tiempo pasa y uno va consruyendo su propio ideal romántico. No, no es una elección: el entorno y la cultura en la que estamos embuidos nos fuerzan a construir un complemento amoroso a nuestra vida trivial. No se confundan: no hay resentimiento de mi parte, la búsqueda del amor es un juego sensual y entretenido, si uno aprende a jugarlo con liviandad (la cultura de masas inventó variantes para las almas más pasionales, con el melodrama y la telenovela, y para las almas más juguetonas, con la comedia de enredos o las novelas por entregas).
Como el desarrollo de la Historia y de la historia de la Estética (nos pusimos pretensiosos, así, tan de repente), uno varía sus gustos y su ideal de belleza. Y elige un especímen perteneciente a su entorno cercano para poner en práctica todas sus tretas amorosas. Las cosas funcionan o no, uno logra lo que quiere (sufrir por amor y finalmente resignarse, románticamente, con un suicido simulado) o fracasa completamente (conquista a la presa y descubre que en realidad es un ente monofacético y monótono que admira a Natalia Oreiro y sueña con besarle las verrugas a Madonna).
Súbitamente, en uno de esos momentos en los que los planetas se alinean, varias de nuestros objetivos/romances pasados se reaparecen en conjunto, el pasado en bloque viene a acecharnos. Así están las cosas hoy, donde se reaparecen los fantasmas. Deebe ser una señal.
A los catorce años, yo estaba perdidamente enamorado de J.S., jovencita de rasgos exóticos y medidas envidiables. Como el galán que les escribe era en ese momento un timorato niño con aparatos (sí, metal, vil metal), jamás ocurrió nada, aunque a ella mis frenos le resultaban "lindos". Hoy, sendos años después, su novio de la secundaria, el que aprovechó la posta que yo dejé, viene a trabajar a mi rodaje, oh, sí, trayendo consigo al fantasma de ella.
Al poco tiempo fijé mis ojos en A.V., similar a la chica anterior - si algo tengo es coherencia -, con la que nuevamente me deglutí los mocos. Lo que diferencia a este caso es que siempre me la encuentro en fiestas, eventos, reuniones o funerales (???), y no pueso evitar quedarme patitieso. Ella cree que estoy perdidamente enamorado de ella y...no. Simplemente me atemoriza porque me recuerda a ese niño que yo fui (lugar comun, la muerte).
Se desata la locura: A.V. es amiga de J.L., mi affaire actual, que a su vez vive con L.P., con quien tuve un asuntillo antes, que es amiga de S.R., en quien fijé mis ojos en algún momento del año pasado. A todo esto, me reencontré con L.B., con quien compartí una noche, hablo fluidamente y cachondamente con P.M. (con quien pretendo saldar una deuda pasada) y cada tanto pienso en J.A., mi primera novia, a quien recientemente vi más crecida y apetecible que nunca.
Y así, ad infinitum. El pasado va y viene, se superpone con el presente y el futuro, como en capas, como Deleuze releyendo a San Agustín.
Cierro la reflexión con Jesse y Celine, en esa eterna cabina de disquería vienesa, con las miardas desfasadas, pero pensando lo mismo, postergando ese hermoso momento inminente. La voz es de Kath Bloom.

There's wind that blows in from the north.
And it says that loving takes this course.
Come here. Come here.
No I'm not impossible to touch, I have never wanted you so much.
Come here. Come here.
Have I never laid down by your side.
Baby, let's forget about this pride.
Come here. Come here.
Well I'm in no hurry. Don't have to run away this time.
I know you're timid.
But it's gonna be all right this time.

Siempre tendr(emos)é Viena, amigos.

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