Saber hablar y saber callar
El gran dilema de la humanidad es decidir si las cosas hay que decirlas o hay que callarlas. Todos queremos decir todo, pero es sabido que la sinceridad no siempre es buena. Hay mujeres que nos dicen que prefieren a los hombres sinceros, pero difícilmente toleren cuando su amorcito honesto les diga "Bichi, tenés unos kilos de más". Entonces, es la decisión personal e íntima de uno mismo si se pretende que el mundo escuche lo que uno tiene pare decir. Si al mundo le importa un bledo, ya es otro problema.
Haré un paréntesis para la postura corporal y la determinación. No es lo mismo decir nuestras verdades timoratamente que decirlas con la frente en alto, embanderando nuestras creencias. Es como fumar marihuana en espacios públicos o encarar mujeres: si lo hacemos con seguridad y altanería, saldremos ilesos y victoriosos; si mostramos nuestras dudas y flaquezas, varias bajas caerán en combate.
Entonces practiqué ambas variantes, de modo de probar dónde se hallaba la verdad. Esto es lo que ocurrió.
a) Decir la verdad: estaba uno, es decir yo, en una situación social donde la gente estaba reunida en torno a una mesa, consumiendo cigarretes y mate con ginebra (!!). Uno, es decir yo, no le hacía asco a nada. Entonado por mi nueva onda "al natu" (término ya incorporado a mi vocabulario), en medio del evento, miro a L, jovencita con la que tuve un mini affaire, y le digo: "Vos sos re moralista". Cara de estupefacción, espanto, desprecio. "No, pero no te pongas mal, sólo que tenés opiniones muy tradicionales". Más desconcierto, incomodidad, malestar. "Vos no me conocés" me dice, y tiene razón. Movido por la confianza y por nueva política, dije lo que pensaba. Y estuvo fuera de lugar. Punto en contra.
b) Callarse la boca: Harto ya de estar harto de mi esquizofrénica relación con J (también conocida como J-Lo), apliqué la famosa estrategia de ignorar al objeto de deseo. Ergo, luego de un sincero mail donde yo me definía como un "millonario sentimental" que invierte su capital (el interés amoroso) en algo que trae pérdidas, sabiendo que algún día ese interés se acabará, hice silencio. No llamé más, no más mensajitos de texto, no más nada. Y ella apareció, con un llamado para "ver cómo andaba". Y yo "chau,chau", estaba en una reunión. Que la voy a llamar luego, pero no, jamás, que sufra, que ruegue, que venga a buscarlo si lo quiere. Y a la noche nos cruzamos y mirada fulminante y "por qué no me llamaste" y yo "me colgué" (mentira) y más mirar para el otro lado.
¿Qué quería yo en realidad? Decirle todo, que me rompe las pelotas sus idas y vueltas, que ella es en realidad un objeto hermoso pero inútil (frase violenta, que rondaba mi paladar), que soy débil a sus encantos pero que tengo orgullo, que no me van a pasar por encima, que no soy un juguete de nadie, que hago lo que yo quiero y no lo que me dicen.
¿Qué hice? Me callé la boca, me hice el indiferente. Logré que le duela. ¿Gané? Sí. ¿Estoy contento? No. No obtuve nada, sólo un gran vacío. Punto en contra.
¿Cuál es la conclusión? No hay conclusión. Todo falla, no hay planificación que valga. Nuestras posibilidades son de 50/50. Hay que jugársela. Ser sinceros cuando tenemos ganas y hacernos cargo de las consecuencias. Callarse la boca cuando así lo sintamos, pero aprender a vivir con el resultado de ese mutis.
La vida es una gran montaña rusa en la que es imposible no vomitar por un costado. Sépanlo, atesórenlo y escúpanselo en la cara a sus nietos, a ver si alguien aprende algo de tanta experiencia malgastada.
Haré un paréntesis para la postura corporal y la determinación. No es lo mismo decir nuestras verdades timoratamente que decirlas con la frente en alto, embanderando nuestras creencias. Es como fumar marihuana en espacios públicos o encarar mujeres: si lo hacemos con seguridad y altanería, saldremos ilesos y victoriosos; si mostramos nuestras dudas y flaquezas, varias bajas caerán en combate.
Entonces practiqué ambas variantes, de modo de probar dónde se hallaba la verdad. Esto es lo que ocurrió.
a) Decir la verdad: estaba uno, es decir yo, en una situación social donde la gente estaba reunida en torno a una mesa, consumiendo cigarretes y mate con ginebra (!!). Uno, es decir yo, no le hacía asco a nada. Entonado por mi nueva onda "al natu" (término ya incorporado a mi vocabulario), en medio del evento, miro a L, jovencita con la que tuve un mini affaire, y le digo: "Vos sos re moralista". Cara de estupefacción, espanto, desprecio. "No, pero no te pongas mal, sólo que tenés opiniones muy tradicionales". Más desconcierto, incomodidad, malestar. "Vos no me conocés" me dice, y tiene razón. Movido por la confianza y por nueva política, dije lo que pensaba. Y estuvo fuera de lugar. Punto en contra.
b) Callarse la boca: Harto ya de estar harto de mi esquizofrénica relación con J (también conocida como J-Lo), apliqué la famosa estrategia de ignorar al objeto de deseo. Ergo, luego de un sincero mail donde yo me definía como un "millonario sentimental" que invierte su capital (el interés amoroso) en algo que trae pérdidas, sabiendo que algún día ese interés se acabará, hice silencio. No llamé más, no más mensajitos de texto, no más nada. Y ella apareció, con un llamado para "ver cómo andaba". Y yo "chau,chau", estaba en una reunión. Que la voy a llamar luego, pero no, jamás, que sufra, que ruegue, que venga a buscarlo si lo quiere. Y a la noche nos cruzamos y mirada fulminante y "por qué no me llamaste" y yo "me colgué" (mentira) y más mirar para el otro lado.
¿Qué quería yo en realidad? Decirle todo, que me rompe las pelotas sus idas y vueltas, que ella es en realidad un objeto hermoso pero inútil (frase violenta, que rondaba mi paladar), que soy débil a sus encantos pero que tengo orgullo, que no me van a pasar por encima, que no soy un juguete de nadie, que hago lo que yo quiero y no lo que me dicen.
¿Qué hice? Me callé la boca, me hice el indiferente. Logré que le duela. ¿Gané? Sí. ¿Estoy contento? No. No obtuve nada, sólo un gran vacío. Punto en contra.
¿Cuál es la conclusión? No hay conclusión. Todo falla, no hay planificación que valga. Nuestras posibilidades son de 50/50. Hay que jugársela. Ser sinceros cuando tenemos ganas y hacernos cargo de las consecuencias. Callarse la boca cuando así lo sintamos, pero aprender a vivir con el resultado de ese mutis.
La vida es una gran montaña rusa en la que es imposible no vomitar por un costado. Sépanlo, atesórenlo y escúpanselo en la cara a sus nietos, a ver si alguien aprende algo de tanta experiencia malgastada.
3 Comments:
Entonces... Intento hablar pero callarme, y tartamudeo y... me gano el apodo de Tarta y soy excluido del entorno social.
O hablo y me la banco. Pero me la banco en serio, eh.
Hola, amigo...
A ver... creo que tengo la salida al (sólo aparente) círculo vicioso. No se trata de perder puntos así como así. Siendo sincero se puede ganar, pero sólo si es una sinceridad lúcida, intelignte. Ser sincero y decir "Bichi, equis enorme, tenés unos kilos de más...", es más una ordinariez que un acto de sinceridad. Sobre todo porque el concepto de "kilos de más" es discriminatorio y reaccionario. En cambio, si la sinceridad consiste en decir, por ejemplo, a J: "Quiero decirte que, en vistas a tu forma de actuar respecto de mí... estoy escribiendo. Reflexionando. Según parece no voy a llegar a ninguna parte, igual que vos conmigo".
Decirle esto suma un punto, no resta. ¿Por què? Por lo sugerente de la propuesta.
Una manera de ganar puntos callando: Cuando J hace algo que es un desastre, algo que no da. Un descuido o algo así. Callar. Ahí sí, desaparecer. Entonces, al registrar la propia falta (con la consecuencia de la desaparición del otro), la amante vuelve, doblegada por las circunstancias. Pide disculpas. Se entrega un poco más. Si esto no ocurre es porque "el descuido" o "la falta" no fueron suficientes como para generar un examen de conciencia (el registro de la culpa).
La "vuelta del barro de la culpa" siempre es un nuevo camino en busca de los pies limpios.
Ojo, yo no soy de los que dicen a la novia que tiene kilos de más. Fue un recurso literario caricaturesco para lograr mi punto directamente y con violencia gráfica. Perdón a los sectores suceptibles, pero no voy a cambiar.
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