Tuesday, November 01, 2005

La vida antes y despues del aro

Yo tenía un piercing en la nariz, redondo, circular, conciso. Tenía, porque hoy me lo saqué.
Fueron tres años y monedas con el piercing a cuestas, con ese intruso metálico que rompía la simetría de mi cara. No digan que era sólo un capricho juvenil o un grito de la moda o una rebeldía pasada de adolescencia. No digan nada.
Tres años... tanto tiempo. La vida se pasa y uno cambia, pero en realidad no tanto; pero cada día nos reinventamos y yo todos los días me reinvento, con mis uniformes urbanos, con mis disfraces de cowboy, y mis trajes elegantes y mis fachas de galán de antaño. Pero el piercing seguía ahí, intocable, como una piedra orgullosa, estable, firme.
Y súbitamente ya no está y siento un gran alivio. Mi cara está limpia otra vez, puedo acariciar suavemente el contorno izquierdo de mi cara y sentir homogeneidad, plenitud, naturalidad. No tengo que responder si me dolió a las incisivas preguntas de las niñas púberes apuradas por ser mujeres. No tengo que justificarlo como un gesto ideológico contra el desagrado de las avejentadas jóvenes de los años cincuenta. No puede haber ya tíos gordos ni abuelos reprimidos que critiquen mi atavío o mi desfachatez.
Ya no soy el mismo sin mi aro incrustado en la nariz. ¿Volví a ser ese niño guapetón y despeinado que era tres años atrás o soy ahora el señor que quedó del otro lado, pura seriedad y madurez? No sé. Fantaseo ser el primero pero me siento liberadoramente el segundo. Como si en el medio hubiese quedado una etapa timorata y dubitativa, ahora puedo reinventarme, pero esta vez será en serio. Esta vez voy a ser lo que yo quiera ser, voy a moldearme como plastilina. No respondo a nadie más que a mí.
Que la excusa haya sido una enfermera insistente a las puertas de una radiografía de mi dentadura no es relevante. Que la bolita de mi aro haya rodado por los pisos del hospital hasta perderse bajo alguna cama de pronóstico reservado es sólo parte de la anécdota. Que la enfermera y yo nos paseáramos por los pisos, rodillas al piso, mirada al ras, buscando dicha bolita hace recordar más a una película cómica italiana que a la realidad.
Nada de eso importa. Como no para de ocurrirme últimamente, la vida está llena de epifanías, a la vuelta de cada esquina. Revelaciones, reflexiones salidas de la nada, pensamientos profundos que se aparecen sin justificación pero con felices consecuencias.
El nuevo yo, el yo sin aro, no le tiene miedo a nada. Al natu, sin tapujos ni máscaras de plástico, el nuevo yo no tiene que dar explicaciones ni razones porque su mera presencia le basta.

2 Comments:

Blogger Mariano Dorr said...

hay un tema que dice: "¿Por qué no ves lo que nos pasa? Pasó la moda del aro y el tatuaje. Va corriendo (¿?) el tiempo que hace, y hace frío para estar desnudos. ¡Aro y tatuaje!"

12:50 AM  
Blogger Cadmo von Marble said...

O, como dice Arbol: "Chico orificio, orejas afiladas,
en la palma un par de clavos y mil aros en la cara.
Y va para el trabajo, él va para bailar.
Chico musculosorete en la cabeza.
Yo me río de vos, y me largo a llorar,
tanta gente con hambre y vos dele vomitar."

No sé, pintó la cita.

1:51 PM  

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