Saturday, August 12, 2006

La cultura como loop o adiccion

Si uno lo piensa bien, no hay diferencia entre la cultura y las drogas pesadas. Todo acaba inevitablemente en una cadena donde no se puede estar bien si uno no sigue consumiendo. La cultura, a fin de cuentas, también es una mierda, nadie nos dijo lo dañina que sería.
Entonces vemos una película o leemos un gran libro o escuchamos un disco espectacular. Suelen agarrarnos por sorpresa, acompañados de una expectativa tenue o poco elaborada. La cultura es sublime cuando no estamos preparados para ella y, en esos momentos de mágico descubrimiento, quedamos marcados. Queda una impronta de placer que pronto será idealizada y difícilmente olvidada. Pero también es el nacimiento de una especialización que pronto deviene obsesión.
El consumidor de cultura buscará una y otra vez repetir experiencias pasadas, revivir ese momento glorioso donde se vio inmerso en belleza absoluta. El ideal de la variedad y del eclecticismo es una gran mentira. El momento en que una película comienza a asemejarse a otra que amamos, somos felices; una vez que terminamos de leer un libro que nos ha quitado el aliento, pronto buscamos otros del mismo autor, de la misma época, incluso del mismo origen. Consumir cultura, al igual que consumir drogas, se trata de un largo camino de especialización: consigo al dealer (autor) que me me de el material que más me eleve y lo exprimo hasta llegar al Nirvana.
Hoy fui a ver The Squid and the Whale, realizada por Noah Baumbach, esperando ver un Wes Anderson bis. Ni más ni menos, entré al cine pidiéndole que me de esa mezcla extraña y única que Wes Anderson vuelca en sus películas. Y me lo dio, mínimamente, pero termina siendo otra cosa. Y sé que me gustó, que la respeto como obra (más allá de ciertos excesos literarios o ciertas citas cinéfilas gratuitas), pero que el dejo agridulce que tengo es por otra cosa. Me reconozco como junkie de la cultura y veo por qué el goce no es tal. Supongo que lo mismo me ocurre cuando fasciando por Hemingway me pongo a leer Dos Passos, o cautivado por cierta obra de Scott Firtzgerald encuentro a otra del mismo autor decepcionante. No hay bueno o malo, hay "parecido a lo que me gusta" o "diferente a lo que me gusta".
Por cierto, anteayer vi en vivo y luego conocí en su camarín a Jerry González, mítico trompetista de jazz, quien tocó junto a Miles Davis o Thelonious Monk, entre otros. Me lo presentó mi amiga Andrea, quien aprendió a rodearse de gente extraordinaria constantemente, sea Javier Limón, músicos brasileños o cubanos o el mismísimo Jerry. Pero el momento pasó para escribir ese posteo y sólo quedará esta breve nota al respecto. Soy un hombre de atención dispersa y de ánimo cambiante y así vivo.
Hoy estoy en la cresta de la ola, tomando champagne con El Barba, mañana estoy en el sótano, pagándole a Satanás las cuentas que le debo.
Será esta triste adicción a la cultura la culpable, en gran medida, de esta eterna oscilación.

2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Helsinki, 2 y algo de la manhana. Esperando un bus. He volado con una mujer chilena que venia a finlandia a una cita a ciegas. El aeropuerto está en un silencio sepulcral, la gente duerme sin necesidad de vigilar el equipaje, las mujeres son bellas, sacadas de una película de Bergman, el cafe es caro y la gente amable. Un beso.

9:08 PM  
Anonymous Anonymous said...

Sin duda hoy vivimos momentos dificiles y violentos la vida es muy dura y no todos estamos preparados para afrontarla sobretodo los adolescentes y jovenes las adicciones son la consecuencia de una sociedad perturbada esta no reconoce razas,genero o estatus social hay toda una gama que estan al alcanse de la mano a la vuelta de la esquina o muchas veces en la masiva publicidad como sucede con los cigarrillos,bebidas alcoholicas o juegos de azar, un consejo todas las adicciones tarde o temprano nos pasara la factura eso se los firmo

8:18 PM  

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