Monday, April 06, 2009

Los platos pintados y el malvón en el balcón

- ¿Entendés?
- Sí, creo que sí.
- Es como un conducto largo, un flujo, un tubo que va desde... desde el escroto hasta la parte de atrás de la cabeza. Ya sé, sueno como un lama, pero es como la rueda, la rueda sigue girando, no para. Y vos te subís y te bajás de la rueda, pero no frena.
- Claro. Creo que entiendo la idea, pero no es fácil.
- Claro que no, bombón. No te va a salir de una.
- Dejáme, quiero probar.
- Dále, todas las veces que quieras.
(...)
- Muy bien, de nuevo.¿Cómo lo sentís?
- Mucho mejor, siento que fluye.
- Sí, pero estás haciendo mucha fuerza. Tenés que relajar. Relajar no es forzar, es no hacer nada. Soltá.
(...)
- ¿Así?
- Eso, eso. Así. Una vez más, como los tubanos.
- Es como los cánticos esos de los mongoles, ¿no? Esos que hacen muchas voces al mismo tiempo.
- Por eso te digo, los tubanos. Dále, de nuevo. Si lo hacés bien te doy un mate. ¿Querés un mate?
- Puedo esperar.
- Buena respuesta. Vamos.
(...)
- Ahí me gustó. A ver, ahora decíme el texto de Lorca.
- ¿Con el mismo tono?
- Como vos quieras, no me preguntes.
- ¿Pero en forma coloquial o fijándome la respiración?
- Como vos quieras, pero acordáte de hacer vibrar los dientes y no uses la garganta. Y poné la boca como si tuvieras un abrelatas, que las consonantes salgan de ahí. Y acordáte de usar la panza para impulsar el sonido, que salga fuerte. La rueda, subíte y bajáte de la rueda. Vamos de nuevo, vamos da capo. Andiamo.
- Pensé noche y día de quién era la culpa y...
- Pará. ¿Qué te voy a decir?
- Que suena monótono.
- Pero además de eso. Que no estás respirando. Esperás a quedarte sin aire, y es lo mismo que te pasa cuando hablás.
- Claro, es cierto.
- El tema es que vos tenés un pensamiento muy cientificista. Pensás que las palabras son los conceptos, y no es así. Yo puedo usar varias palabras para cada concepto, lo que importa es la elección que hago. Qué te quiero hacer con la palabra qué elijo, qué te quiero hacer con un silencio. Un silencio no es solo un silencio, es también lo que viene antes de decir algo. Todo, hablar, escribir, cantar, empieza antes de que lo hagas, sino sale flojo. ¿Te molesta lo que te digo?
- ¿Estás loca? ¿Cómo me va a molestar? Es lo más importante que podríamos hablar. Seguí.
- Vos sos demasiado eficiente. Te apurás a terminar, y no te das cuenta de que lo importante no es lo que decís, sino cómo lo decís. La eficiencia en el arte no funciona, justamente porque el arte es inútil y porque está hecho para oponerse a lo útil, a lo funcional. El arte es una opinión que uno hace sobre las cosas. Ahí está la humanidad, en la opinión sobre las cosas. Fijáte en la decoración. ¿Por qué decoran las personas? Porque es una forma de apropiarse de las cosas. Aunque sea alquilado, al tipo le das un balcón y pone un malvón, entendés, se apropia. Decorar es opinar.
- Es loco lo que me decís. Yo no decoro nada, mi casa está pelada.
- Ah, ¿viste? Yo creo que hay dos tipos de personas que no decoran: las que no se apropian de nada o las que se apropian de todo.
- Yo creo que soy de los primeros.
- Bueno, tal vez porque tus padres se apropian de todo. Y uno tiene que oponerse siempre a los padres, la gente que es igual a sus padres es un horror.
- Yo no decoro nada porque estoy siempre a la búsqueda de lo esencial, lo necesario.
- Bueno, pero eso es distinto. Elegir no decorar es decorar, de algún modo.
- Me importa eso de opinar, de buscar lo inútil. Yo siempre busco el fin o el sentido de las cosas, y me jode.
- Y claro... mirá, mi abuela, que era una genia, me educó así: un día yo le pregunté cómo había que leer el diario, y ella me dijo: si el Papa está a favor de algo, ponéte en contra. Si está en contra, ponéte a favor. Con el tiempo vas a entender. Y tenía razón, encontró una forma muy buena de hacerme entender el valor de la opinión. Poner un poster en tu pared es opinar del mundo, eso le digo a mi hijo: colgá el poster de Luca Prodan o de Los Redondos, lo que quieras, pero colgálo. De última después pintamos encima. Esos platitos de Portugal con firuletes, ¿Para qué tienen los firuletes? Podrían haberte dado el plato de arcilla y listo, mirá qué lindo. Pero no... la mujer que los pinta opina. Vos disculpáme si insisto.
- Es buenísimo lo que me decís, creo que es uno de los temas que más me preocupa en general.
- Es que además creo que hay una relación directa entre lo que uno hace y la vida que lleva. Por eso Satie hace que sus Vejaciones duren cuarenta y ocho horas. Porque va en contra de la idea de lo productivo, y habla también de qué es o debería ser la música, o la tortura. Y después ves a las pibas de dieciocho años que trabajan de cajeras en un supermercado y que escuchan veintemil veces por día el chi-ching de las cajas registradoras y pensás: es criminal, debería estar prohibido. Yo creo que uno tiene asumir la vida que lleva y no joder a nadie. Las contradicciones o las dicotomías son en general tema de uno, no de los demás. Cuando uno le va a los otros con su quilombo, se equivoca. Viste, si estás casado y tenés hijo pero te calienta Cacho, el de la esquina, andá y hacélo, pero no jodas a los otros. Está bien, ¿Querés hacerlo? Hacélo. Por eso te digo que no hay que culpar a los padres.
- Claro, eso es facilista.
- Es la diferencia entre ser chico y grande. Hay que hacerse cargo, hay que apropiárselo. Ya no es de mamá o papá, es mío.
- Totalmente.
- Bueno, ¿Qué querés hacer ahora? ¿Seguimos con esto?
- Sí, creo que sí.
- Podríamos pasar directo a la práctica, pero con una cabeza como la tuya es mejor ir por lo general y no a lo concreto, porque tengo miedo de que te entre como si fuera un método. No hay nada peor que un método. Con tipos menos analíticos, como Machín, voy directo, porque sé que no se preguntan nada después, pero con vos prefiero ir de a poco. ¿Está bien?
- Está perfecto. Yo te sigo, vos lleváme y yo te sigo.
- Sí, pero mirá que yo no creo en la docencia. Sí creo en darte herramientas para que vos te apropies, pero me gusta preguntar qué te parece. No quiero ser insoportable y que me odies.
- Me parece perfecto. Yo vengo y nos llevámos muy bien y nos divertimos, pero también trabajamos. Y eso me gusta. No me pidas perdón por ser muy rompebolas, no te voy a odiar. Si me hacés trabajar, te voy a seguir.
- Perfecto, ahora decíme el poema de nuevo, así, sin pensar.
- ¿Me puedo parar?
- Podés hacer lo que se te cante el culo.

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