Variación sobre el tema del asco en días de domingo
En la luz ocre de domingo sin flores corre las cortinas justo lo suficiente como para poder ver los vestigios del jardín de los ancianos, que ya empieza a deteriorarse. La palmera está seca, ríspida, una silueta de espanto. Entre las sábanas todavía húmedas duerme ese cuerpo efímero cuyo olor a extrañeza le resulta aterrador. ¡Ese cuerpo, qué tragedia horizontal! Esa mujer, de la cual nada sabe, nada sabrá jamás, nada querrá saber. Esa mujer y ese olor a cigarrillos robados, a vino volcado sobre camisas de lino nuevas, a resaca de rostros contorsionados de tipos con pecas por doquier y bocas deformadas por malos besos. Asco siente, asco que no se lava con agua, asco de siglos y de culpas, asco impregnado en cuerpos, en ideas, en vínculos, asco por la extrema fragilidad de la vida en el planeta, por los fluidos, por los suspiros, por la decadencia y por la negligencia encarnada de esa palmera gris, solitaria, senil como los ancianos.
Y esa mujer, qué castigo esa mujer, un cuerpo pero también una historia y un anhelo, una esperanza disfrazada de cautela. Y él, un panel de metal, una lámina de acero inoxidable y un motor regular, automático, un artefacto de tejidos y viscosidad.
Querría vivir en un mundo perfecto donde la disciplina reine, donde todo sea antiscéptico, donde no se evidencie esa humanidad brutal en los sudores en la frente, sin lágrimas pusilánimes, sin caricias y sin penas, sin risas arbitrarias ni ambiciones de poesía. ¡Qué asco, qué tragedia, qué fracaso! Si tan solo pudiera, borrar a esa mujer, borrar la transpiración seca en esas sábanas, borrar la luz deprimente de mediodía nublado, borrar a la palmera y a los viejos - que no son más que una visión de sí mismo futura en tiempo presente - y después borrase a sí mismo, qué asco ser persona, qué tragedia, qué experiencia futil e inmunda como excremento de buey y tormenta de arena y el cielo abierto como una puñalada a la hora del almuerzo.
Y esa mujer, qué castigo esa mujer, un cuerpo pero también una historia y un anhelo, una esperanza disfrazada de cautela. Y él, un panel de metal, una lámina de acero inoxidable y un motor regular, automático, un artefacto de tejidos y viscosidad.
Querría vivir en un mundo perfecto donde la disciplina reine, donde todo sea antiscéptico, donde no se evidencie esa humanidad brutal en los sudores en la frente, sin lágrimas pusilánimes, sin caricias y sin penas, sin risas arbitrarias ni ambiciones de poesía. ¡Qué asco, qué tragedia, qué fracaso! Si tan solo pudiera, borrar a esa mujer, borrar la transpiración seca en esas sábanas, borrar la luz deprimente de mediodía nublado, borrar a la palmera y a los viejos - que no son más que una visión de sí mismo futura en tiempo presente - y después borrase a sí mismo, qué asco ser persona, qué tragedia, qué experiencia futil e inmunda como excremento de buey y tormenta de arena y el cielo abierto como una puñalada a la hora del almuerzo.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home