Wednesday, April 08, 2009

¡Viva la muerte!

Uno sabe distinguir a un melodrama cuando ve uno. Sí, hay amor y desamor, llantos y risas. Pero, sobre todo, pasan muchas cosas en poco tiempo. Los hechos se suceden muy rápido, los cambios de humor o de suerte son abruptos. Por eso se lo suele juzgar como exagerado o se lo acusa de falta de verosimilitud: en el melodrama no hay tiempos muertos. Es tal vez el más heideggeriano de todos los géneros: tiende a la muerte, vive como ente consciente de su finitud y no duda, avanza. Tal vez esto lo haga también niesztcheano, pero no deseo ponerme pretensioso. Deseo decir otra cosa.
En el último lapso de tiempo me pelée con un amigo muy cercano y hace dos semanas que no nos hablamos; experimenté una muerte cercana y no sentí nada; perdí a un amor potencial por carecer de los síntomas básicos del amor y a veces me surge un arrepentimiento arbitrario; me gané la enemistad de varios directores de cine; me reencontré una ex novia y tuvimos chispas verbales; dejé ir a dos mujeres muy elegantes y deseables de treinta y pico porque en realidad no tenía ganas de irme con ellas; tuve una amante fugaz y prioricé cuidar a un amigo que seguir viéndola; empecé a tocar la trompeta y empiezo a disfrutarlo; definí que me voy a Londres un tiempo a estudiar teatro en una institución muy seria; me dí cuenta de cuales son algunos de los problemas básicos que tengo al interactuar con el mundo y rechacé un viaje muy tentador con la familia a Brasil para invertir mi tiempo en crecer y no en relajarme.
Mi vida se parece mucho al melodrama.
Cuando creo que nada pasa, es mi percepción la que me traiciona.
Cuando exijo más de la vida, no me doy cuenta de que en realidad esto es la vida. La suma de triunfos menores y, esporádicamente, mayores; los desencantos, la consciencia de muerte que se esconde en cada relación que se acaba, en cada némesis que uno se gana, la sensación de infinito ante la hoja en blanco y las limitaciones de uno, que a fin de cuentas es mortal, es uno solo y está confundido, porque la existencia misma es confusión y búsqueda de claridad.
Pero no olvidemos que soy un inconformista. Y pido más. Más, más, más. Si esto va a ser un melodrama, que se prenda fuego, que arda todo. Quiero salir de mí mismo y hacerme trizas. No quiero callar y sólo quiero quemarme en el fuego del descontrol, no en las llamas internas de la represión auto-infligida.
¡Viva la muerte!, diría Fernando Arrabal. Me sumo al grito.

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