Monday, March 27, 2006

Tres nociones que puede que alguien haya dicho antes

1) El verdadero estado del ser humano es el primitivismo. La cultura es una corrupción del estado originario. El arte es parte de la cultura, pero puede generar emociones que sobrepasan lo intelectual, que alcanzan casi lo fisiológico. Destruir a la cultura para volver al primitivismo original implica destruir al arte. Por lo tanto, para que el arte se salve y sea verdadero, su función fundamental debe ser la de devolvernos a ese ser primitivo originario. Ejemplos de ese arte verdadero son Walden, de Henry David Thoreau, y las películas de Terrence Malick.

2) La sociedad actual nos urge a ser más productivos y eficientes y por ende se empeña en mejorar los sistemas de salúd y las instituciones disciplinarias (escuelas, universidades, cárceles). El mayor estado de eficiencia y producción de la persona se produce al estar concentrado acríticamente en lo que hace. Cualquier decisión deliberada de ser improductivo atenta contra los intereses del sistema y es, por lo tanto, revolucionario. El amor nos desconcentra de todas las otras actividades y nos fuerza a ser ineficientes, descuidados y a estar desatentos. Por lo tanto, el amor es uno de los más poderosos métodos revolucionarios.

3) Comprendemos el mundo a través de las palabras. Lo que conocemos se limita a lo que podemos nombrar, por abstracto que sea. Pero cuando sentimos algo muy intenso, solemos decir que no tenemos palabras para describirlo. Se dice que las emociones y sentimientos, menos el miedo y la pulsión de apego, son culturales. Por lo tanto, ya que la cultura es resultado del lenguaje, esas emociones deberían poder ponerse en palabras. Pero la sensación de belleza intensa o de melancolía poderosa esacapan a las palabras. Por lo tanto, las emociones son previas a la cultura y son parte de ese estado primitivo originario antes mencionado.

Saturday, March 25, 2006

4 comienzos de una buena idea que probablemente quede inacabada

Es increíblemente triste cuando uno se da cuenta de que aquello que lo enamora de una persona es lo mismo que le hará mayor mal cuando se esté terminando ese amor. Pero eso es lo maravilloso del amor, su fantasía: que hace aceptable el hecho de negar la realidad y ver en la otra persona lo que tengamos ganas. El amor fomenta la creatividad, nos obliga a construir al otro desde cero según nuestra propio deseo, nuestra propia fantasía. Algún día el amor crecerá a tal grado (tendrá tal poder) que ya no hará falta que necesariamente nos agrade algo de la otra persona. Ese otro amado será sólo el recipiente para nuestra fantasía amorosa. Pronto el amor será un velo que cubre la realidad, casi como lo es la religión.

Hoy volví a los inicios. Caminé por las calles que caminé al principio, entré a todos los bares del principio, me horroricé de las mismas cosas que al principio, perdí la mente de la misma manera que al principio. Pero esto no es el principio, es apenas la mitad. Y creo que voy a desesperar, pensando en la otra mitad, viviendo la otra mitad, imaginando la otra mitad. ¿De qué? De esto. ¿Esto qué? No preguntes. ¿Por qué no? Porque da miedo, nene. Da un poco, un poquito, un poquitín de miedo.

Nunca antes había visto el instante en que la prostituta y el cliente cierran el trato. En la calle, plena, noche, delante de todos. Ella toma su brazo, él la abraza, pero nadie se deja confundir por la treta; todos vemos que él no la quiere y que ella no quiere estar ahí. Caminan y él se hace el gracioso, ella se ríe, pero cree que él es un idiota. El sabe que ella cree que él es un idiota, pero finge que no le importa. Eso sólo hará que la penetre más fuerte, como diciendo que él sólo se mezcla con el desprecio de ella para saciar un deseo. El camina por la calle con la frente en alto y la mirada socarrona, pero a nadie se le escapa que está solo y triste y que su vida no va a ninguna parte y él lo sabe pero se pretende demostrar que su vida consiste en fiesta y diversión y supone que esa imagen es la que llega. Pero no. Fracasa. Está solo, como ella, que se va con él, pero su cerebro está en otra parte.

Creo que escuché a cuatro norteamericanos hablando de semen. Dos chicas, más bien rellenas y de cabellos teñidos; dos chicos, altos, escuálidos y alimentados a base de hamburguesas, rastros de acné en su rostro. Ella, la rubia (morocha arrubiada) explica cómo se tragó el semen de alguien y que estaba caliente. La morocha asiente, pero ella no sabía ese dato que cualquier revista de interés general dilucida. Ellos no saben que ellas mienten, se dejan llevar por la idea. Se dejan llevar por todo, básicamente, repiten el esquema de diversión que aprendieron de la televisión y que volverán a hacer como marines o tropas de tierra. Ella habla de semen y todos apluaden pero a nadie le gusta realmente el semen, ni siquiera el propio.

Thursday, March 23, 2006

Recompensa



Atención: se solicita máximo cuidado ante la presencia de cualquiera de estos cuatro individuos. Se hacen llamar "El comando secreto Olga" y sus objetivos son temibles. Se ofrece una jugosa recompensa por la captura y entrega a la ley de cualquiera o la totalidad de los sospechosos. Sus perfiles y apodos de combate, de izquiera a derecha, son los siguientes:

a) Gael Lindemstronsk: peligroso, letal y vanidoso. De ideas izquierdistas y un tanto subversivas, su discurso persistente y su intolerancia son de temer. Su debilidad: el vino caliente y las mujeres afiliadas al partido obrero.
b) Andrea, el capitalista macrista: despiadado, guiado maquinalmente por el capital y las altas finanzas. Pasará por sobre la cabeza de cualquiera que se le enfrente y se muestra salvaje con cualquier individuo de ideas democráticas. Su debilidad: el alcohol (inlcuso etílico) y las remeras que le quedan grandes.
c) Adriano, el mal hablado: su lenguaje soez y sus repentinos manoseos corporales han causado ataques de pánico en más de una comunidad. Su insistencia en que es el doble de Bob Dylan a veces, el doble de Calamaro otras, lo han llevado a entonar su canto mortífero. Su debilidad: las bebidas espirituosas y las bicicletas.
d) El doctor Johnson o Muerte: peor que Kevorkian y el dentista asesino juntos. El maestro diabólico del consultorio, su sonrisa seductora y su rápida capacidad de inventar definiciones han sido tan mortales como su manejo de medicamentos. Su debilidad: la sobriedad y las cosas dulces (sean alimentos o animales).

El quinto elemento subversivo, el líder de la banda, está desaparecido en acción hace escasos dos meses. La banda, furiosa y ebria, reclama su repatriación. Este documento ha sido entregado a las autoridades competentes de parte de fuentes fidedignas y no debería ser tomado a la ligera.

Dios nos proteja a todos.

Tuesday, March 21, 2006

A los amigos



Pequeño altar que los amigos (los veradaderos, con los que el alcohol sabe mejor) montaron en honor de un servidor antes del concierto sabinero en la noche de sábado porteña.
El más profundo agradecimiento, a quienes se lo merecen.
¡Salúd, caballeros!

Monday, March 20, 2006

Creo que quiero que Chiara me quiera

Me ví envuelto, casi sin quererlo, en una trama de suspicacias. La merienda fue cordial y poblada, todos en el piso del mexicano, brindando su supuesta hospitalidad. Merendamos, se hizo cena, se hizo ingesta de alcohol y algunos nos fuimos, otros nos quedamos, otro aparecieron.
Y yo noté a esta chica alargada, agraciada, enfundada en prendas chillonas, en formas de rombos y botas de piel y de repente me la quiero comer. Con los dientes, pero que no sangre. Entonces hablamos y no sé lo que digo pero lo digo y no desentona. Y corre más alcohol y yo no pienso en otra cosa pero me pregunto en qué momento se va a echar a perder y hoy, desde acá, se ve mi derrota en el peor de los sentidos posibles.
Pero esa noche hice lo quise, pero nadie quería que yo hiciese lo que quisiese, entonces nadie quiso quererme. Ella sí, un poquito; no puso resistencia ni reticencias ni retroceso ni rastros. Dicen los testigos que tenía cara de pánico, pero la piel decía lo contrario. Si mi mano subió por su espalda, dudo que haya cometido delito. Para los otros, los de afuera, pecado de pacatería. Diploma de "pacatos del año". Pero yo fiel a mi ruta, que sube por la espalda más veloz que cremalleras.
Entonces primer round en la pista, intervalo, segundo round sobre la moto en la salida y yo camisa abierta, mucho frío, un poquito Chayanne, medio feo, pero muy directo, muy concreto, ganas de. Se deja pero no se deja, sonrisa de oreja a oreja, que hola que chau que en mi moto que estás borracha que no que me voy a casa... en moto. Y se va, me deja un beso, declaración de principios antes que dulce despedida. Guerra.
Corren rumores, yo escandalizado, medio loca, sin entender. Tomo las riendas, consigo su celular y me aferro a la espada para dar mi estocada telefónica, Mónica (Santa). Llamado uno, ni respuesta ni contestador. Llamado dos, igual destino, muerte prematura. Mensaje, sé simpático, sí, mensajeo con un mensaje largo, muy pasado de mensaje, más rápido mensajero. Correo. Mensaje medio juguetón pero bastante al grano, vamos a hacer algo, fuera de la turba, de la muchedumbre.
"Oala inspector gadget, ya veremos, tendré q pedir permiso a mis papàs... Ch" (dixit).
Dígole, dícele, le digo, le dice, luego, a guisa de respuesta a su emblemático mensaje (inspector gadget = ¿Mano larga? ¿Toquetón?) si sus padres permitirán el feliz encuentro, si los exámenes impiden intercambiar infusiones o pasteles.
"En exámenes solo me dejan estar en la uni.. :) Good night and good luck.." (la recontra dixit).
Y pillado estoy, en un juego que me regocija en el mismo punto en el que me hace mal.
Pillado, con traje cuadriculado, enfilado en fila hacia el Cadalzo.

Thursday, March 16, 2006

No va mas

Decime una cosa... ¿Te resulto entretenido? Sí, ¿verdad? Leés mi blog y pensás "qué gracioso este chico, las cosas que escribe". Entonces volvés a entrar otros días, pensando "a ver si postéo algo nuevo, otra cosa graciosa, una anécdota divertida o alguna boludez diferente", y yo te sigo el juego. Posteo para que lo leas y pienses qué simpático que soy, que bien que escribo (a veces), trato de justificar ese tiempo que invertiste (por breve que sea) en leerme.
¿Y para qué?
Esa fachada bienintencionada para que creas lo fabulosa que es mi vida y las cosas "locas, locas" que me pasan...
¿Para qué?
Yo no me divierto todo el tiempo. No me divierto tanto. No me divierto mucho. No me divierto. Nada.
Y tengo tanta mierda guardada como vos, que estás leyendo esto porque tu vida no va a ninguna parte y no tenés nada mejor que hacer. Porque si lo tuvieras estarías ahora envuelto en momentos apasionados con otro ser humano que te importa, o estarías creando algo nuevo y fabuloso, o estarías probando experiencias extremas, o simplemente - sea como acto político o como declaración de principios - suicidándote. Pero estás acá, enfrente de un fondo negro con letritas blancas, prestando atención a unas tonterías que escribió alguien como yo. Estás perdiendo el tiempo y lo sabés y crées que ser joven es suficiente justificación para eso.
Dejáme que te diga algo. Es muy triste todo esto de los blogs y los fotologs. Sólo fortifica la idea de esferas en las que nos encerramos. Esto no es un modo de expresión, es solo una fachada, un gran tacho de basura en el que desahogar los fracasos cotidianos y refritarlos como breves vuelos literarios o chistes internéticos.
Pero no sirve. No sirve. Rendite. Dejá de colgar gritos al vacío esperando que alguien los reciba porque no va a pasar.
La vida va a seguir, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.
Y a mí no me escuches. Doy un poquito de asco. Demasiado negrito, demasiado judío y demasiado clase media para valer la pena. Mis orificios nasales son demasiado grandes y tengo miopía, no tengo mucho pelo y encima soy argentino. ¿Quién mierda soy yo para autodenominarme El Toro, o para hablar desde la soberbia o para vanagloriarme en mi belleza y mi inteligencia? No estoy más autorizado a hablar de nada y este blog pierde de ahora y para siempre todo crédito.
Y las uñas van a seguir creciendo y el pelo va a seguir creciendo pero sólo te vas a hacer más viejo.
Hacé un corte. No te digo que seas productivo, pero hacé un corte. Hacé una declaración, tomá partido, arruinále la vida a alguien, pero que no pase desapercibido. Sentá un precedente, aunque eso implique hacerle un mal a la humanidad.
Y terminála con esas fantasías juveniles, no se van a cumplir. No pierdas más el tiempo ni te sigas diciendo que mañana va a ser tu día porque va a ser igual que hoy.
Las uñas van a seguir creciendo y el pelo va a seguir creciendo y no hay nada que puedas hacer al respecto.
Pero lee bien cuando te digo.
Esto así no va más.

Tuesday, March 14, 2006

Diez cosas que en Europa no se consiguen

Paréntesis de los posteos con pretensiones literarias, o de las reflexiones personales e intensas.
Un momento de chabacanería pura y dura, señores.
No, no es nostalgia. Pero hay cosas que acá, en España, no existen.
Vamos a ponerles nombre.

1) Películas subtituladas. Los cines que subtitulan son escasos y las entradas se agotan rápido.
2) Marihuana. Hay, pero no abunda y sale cara cuando uno quiere comprar. El hash... puaj.
3) Raves y mega eventos. Si usted creía que acá había tanto o más que allá... no. Son específicas y no hay una cada fin de semana.
4) Fiestas en casas. La fantasía de ir a la casa de un desconocido en zonas remotas a conocer chicas y alcoholizarse en un ambiente más casero... olvídelo. Acá la gente no libera su morada y la fiesta se busca en discotecas solamente.
5) El Club Atlético River Plate. Poco para agregar... simplemente no está.
6) Fútbol cinco. Clave. La gente mira fútbol o lo practica en liguillas, pero partidos entre amigos para boludear... no.
7) Milanesas. Se pueden hacer, sí, pero no jodamos... como las de mi casa no hay. El rubro "asado" entra en la misma categoría.
8) Buenos culos. La movida europea presenta culos un tanto fofos (el llamado "síndrome Francia") y jeans chatos, que resaltan esta carencia de forma.
9) Tribus urbanas. La gente se disfraza de punk, de rasta, de alternativo, pero no existe ni la folosofía de vida, ni la ideología ni el desprecio. Todos van a los mismos lugares. Un rolinga o un ricotero... ni por asomo.
10) La buena previa antes de salir. Acá le dicen "botellón" pero se toma martini de botella y sangría. Se acabaron los tiempos de una buena dosis de cerveza primero, luego whisky o vodka. Aaaahhh... el Fernet...

Bonus track: cosas que descubrí aquí.

1) El jabón viene todo en crema. La pastilla de jabón... es el pasado.
2) El tetrabrick está bien visto, incluso aceptado.
3) Todas las mujeres usan tanga, incluso las que tienen feo culo.
4) Se usa buzo con capucha y encima saco de vestir (!).
5) 70 por ciento de la publicidad está filmada en argentina y doblada.
6) Se puede tomar cerveza en el cine, en los estadios e incluso en el comedor de la universidad.
7) Los ingleses pueden ser tan brutos, ignorantes y molestos como los norteamericanos.

¡Las cosas en las que uno piensa cuando está lejos de casa!

Saturday, March 11, 2006

Una bata nueva y una media rota

Me levanté cagado de miedo de que esto sea simplemente todo.
El sol mediterráneo invade mi habitación blanca, blanquísima, y balbuceo algo sobre planes de salir... ¿Adónde? ¿Al parque Güell? ¿A hacer qué? Hay que protegerse en la seguidilla de rutinas matinales, esas que nos mantienen alejados de las verdaderas cosas, las que hacen que la vida sea algo más que una composición amorfa de rutinas.
Hoy será un sábado como cualquier otro sábado. Hay que pasar el tiempo, que la rueda siga girando.
Tendría que comprarme una bata, vivir en bata. Rendirme. Pero me sigo comprando corbatas, que los vagabundos elogian por la calle, a lunares. "Chula, tu corbata" dice uno de pelos revueltos. "Usas corbata porque está de moda", dice una chica de León en un antro de gays y se deja besar por mis labios desamparados. Una de vestido celeste a lunares rojos y blancos incluso tiene el atrevimiento - aunque ella también está cagada de miedo - de frotarse contra mí, mientras se aferra a mi corbata. Lunares blancos sobre fondo negro. Nunca sabrán que sólo costó dos euros.
Entonces todo se desarrolla en interiores, una película de estudio. Leer en la biblioteca, perderse en la Historia de la literatura entre esos estantes oxidados y caustrofóbicos, donde ya nadie más va. Horas y horas de soledad entre los libros, esa supuesta felicidad carcelaria. Allí también soy un conservador, que nadie se atreva a decir lo contrario. Mis manos se pasean desde Laurence Sterne hasta Wilde, de Wilde a Swift, de Swift a Voltaire. Grito de angustia. Soy incapaz de llegar al siglo veinte, menos aún al veintiuno. Tengo pesadillas de noche en las que leo un libro de un contemporáneo... Nunca, nunca, nunca, leeré un libro que no haya sido testeado antes. Llego finalmente a Anthony Burguess, luego de merodear unos instantes en Robbe-Grillet, Woodehouse, Pérec y Vonnegut. Tomo un ejemplar y vuelvo a la sala de proyecciones.
DVD (deuvedé, dirán ellos), cortado (tallat, dirán ellos), camino a casa por el Eixample, escribir más (guió, personatge, etc.)
Un buen momento de relax, un tinto, jamón crudo, fuet y queso, La edad de la inocencia me hace llorar. De belleza; pero belleza técnica, no temática. Una lágrima suscitada por la precisión del plano, no por la desdicha de la condesa Olenska. "Inexplicable", dirán algunos. "Revelador", digo yo.
Pasear al Bobby después de ese momento de catarsis individual y de hablar con mis padres bajo esa influencia a kilómetros de distancia resulta refrescante. El Bobby no caga hoy, no ha comido suficiente. Las bolsas han sido innecesarias, no hará falta que levante la mierda húmeda y fresca del can, aún si debo confesar que anhelaba ese momento con un poco de morbo.
Perdido por perdido, desemboco en el bar de la vuelta, ese antro (sí, otro antro) fetichista del rock and roll, y me bebo una Volt Damm con la foto autografiada de un motoquero catalán, y con el joven rostro de Dylan y con los primeros singles de los Stones. El público presente ronda los cuarenta pero yo no desentono. Las mujeres no son atractivas, pero seguro que tienen cojones, seguro que les gusta el rocanrol. Termino mi cerveza con dificultad de mantenerme en pie y, tambaleando, me cruzo con una morocha con ganas de bamboleo, pero está escoltada por dos rubias que deben jugar al basquet, y yo estoy un tanto fóbico, con pocos ánimos de que me toque una mano ajena.
Termino la noche escribiendo un psuedo ensayo sobre el cine y el amor y la crítica y lo intrascendente.
Tarareo la música que suena en el metro y me voy a dormir.

Thursday, March 09, 2006

El efecto Hornby

BARCELONA v CHELSEA
8.3.06

Pocas veces como ahora tuve una racha de lectura tan positiva y estimulante como ahora. Finalmente, después de 22 años y monedas, logré saber con exactitud qué quiero leer y no fallo en la predicción: libro que mi voluntad persigue, libro que disfruto apasionadamente y que, de alguna manera u otra, marca mi existencia. Hace muy poco tiempo, aunque parece una eternidad en mi memoria, encontré en los estantes de una librería de shopping un libro que hacía rato rondaba mi mente pero que me resultaba esquivo. No es que no lo hubiese visto antes, pero poseo la manía de leer los libros en idioma original, siempre que se puede, y esperaba con ansias que el inglés medio cockney, un tanto callejero, en que este libro podía estar escrito me recompensaría por la postergación. Estaba equivocado con el tipo de lenguaje usado, pero no con el maravilloso resultado.
Fever Pitch (Fiebre en las gradas, en la edición original) es un estudio espléndido sobre el fútbol y todo lo que genera, pero también habla de la familia, de las relaciones amorosas, de hacerse adulto. Esto parece una trivialidad, pero no lo es; no se trata de hacer un libro sobre fútbol y de paso meter temas "serios" para que el libro sea más valorado. Al leerlo me dí cuenta de la clave de todo. El fútbol no es un mero espectáculo o un simple entretenimiento, ni siquiera es una forma de pasar el rato los domingos de lluvia. El fútbol es una parte clave de entender a la sociedad y al mundo, y un pilar fundamental para construir la relación con el padre. Maldigo a quienes digan que están felices de no haber tenido la presión del padre en relación al fútbol; se lo pierden, porque me atrevo a decir que mi excelente relación con mi papá se estructura en gran parte en torno al Club Atlético River Plate y que ir a la cancha junto a él, desde la más tierna edad, me enseñó no solamente valores propios y un modo de pararme ante la vida, sino también lo que implica el dolor y cómo lidiar con él, lo que implica el éxito y lo efímero que puede ser o lo que implica gritar de júbilo, cosa que ninguna película o libro o mujer me dieron con igual intensidad.
Para ponerlo en palabras de Hornby: "Me enamoré del fútbol como luego me enamoraría de las mujeres: súbitamente, inexplicablemente, sin actitud crítica, sin pensar en el dolor o la disrupción que traería con él."
Por eso no dudé en la ocasión de meterme de lleno en el desenfreno que producía el encuentro entre el Barça y el Chelsea por octavos de final de la Champions League; sin tener ni el menor interés por involucrarme (ninguno de los dos equipos me genera ni un tercio de lo que me genera River), sentí que era una buena oportunidad para revivir la pasión futbolera. El odio de los hinchas del Barça hacia José Mourinho, técnico del Chelsea, los hooligans ingleses borrachos por la calle a las cuatro de la tarde, toda la ciudad convulsionada y encima el Barcelona que había conseguido una victoria clave de visitante en Stamford Bridge. Con entradas agotadas dos meses antes, el partido se vivía de todas maneras en las calles, en los bares, en todas partes. Me dejé llevar por un grupo de catalanes de la universidad hasta un bar (una peña tradicional y amigable, poblada de ancianos y jóvenes fierreros, que gritaban "Vamos, neng") y me dispuse a ver el triunfo del Barça.
Pero algo ocurrió. La lesión y pronta salida del campon de Messi no ayudó; el hecho de que Crespo no jugara de inicio tampoco. Sin argentinos en el terreno de juego, poco me importaba el resultado. Podrían haber estado jugando el campeón de Irán contra el de Marruecos, el resultado me era indiferente. Allí comprendí dos cosas: a) Uno no reemplaza al club de sus amores, simplemente se busca una tenue simpatía para distraerse; b) Se puede mirar al fútbol como goce estético, pero es difícil disfrutarlo como se lo hace cuando uno está involucrado emocionalmente.
El quiebre se dio. La entrada de Crespo ayudó, sin duda. Me vi alentando por el Chelsea, rodeado de fanáticos del Barcelona. A pesar de su técnico odioso, de sus hooligans primitivos y desagradables, me vi pidiendo la hazaña, rogando porque Crespo silenciara a ese estadio colmado. Me identifiqué, en pocas palabras, con el equipo que menos posibildades tenía de ganar y, cuando llegó el fatal gol de Ronaldinho, a solo cinco minutos del final, el que selló la eliminación del Chelsea, comprendí todo.
A esto me acostumbró River, a sufrir y a ilusionarme para caer en instancias decisivas, para tener que esperar al año siguiente. No podía identificarme con el equipo vistoso, con el ganador, con el equipo que da seguridad. Año a año, River me enseñó a soñar con los pies en la tierra, sabiendo que el final estaba a la vuelta de la esquina y antes de lo previsto. Pero no me quejo, porque si algo comparto con Hornby y su frustrado amor por el Arsenal, es que uno no abandona a su equipo porque juegue mal o porque pase desapercibido en el balance anual. El amor verdadero es duro y deja cicatrices y no termina con darle la espalda. ¿Cuántas veces prometí dejar de ir a la cancha, harto de frustraciones y allí estoy de vuelta, la temporada siguiente? ¿Cuánto daría ahora, a la distancia, por ver un empate amargo con el último de la tabla, mucho antes que ver el glamoroso Chelsea - Barça, donde el resultado me deja indiferente?
"Un empate cero a cero, contra un equipo nulo, en un partido intrascendente, frente a una multitud quedada, ocasionalmente enojada pero durante la mayor parte del juego desgastadamente tolerante, en medio del gélido frío invernal...", describe Hornby para hablar del típico partido del Arsenal, esa clase de tardes que River también suele dar. Eso es lo que yo extraño, ese guiso pobre, y no esta langosa mal cocinada.

Monday, March 06, 2006

Una eleccion forzada

Con un amigo que he adquirido hace relativamente poco tiempo - aunque nos conocemos los rostros y las mañas hace un rato largo - tuvimos, en circunstancias felices, una conversación que escondía una gran verdad. Yo expuse lo importante que me parecía poder convertir en literatura las tragedias (amorosas, principalmente) cotidianas, eso que en psiconálisis se llama "sublimar". El, en cambio, respondió: "Para mí no viene primero la vida y después la literatura, sino al revés; no me importa pasarla mal si después me permite escribir cosas geniales."
Dos concepciones radicalmente opuestas de lo que implica sentarse a escribir, sobre todo autobiográficamente. La mía, demás está decirlo, es la más convencional y la menos romántica, pero admito que en el fondo siempre fui un optimista y termino creyendo que la vida tiene sentido. Pero ese no es el punto. el punto esta vez es mucho más banal y trillado. La clave esta vez es justificarme: amigos, si no escribo tan seguido como solía es porque estoy ocupado viviendo. Si bien había épocas de vacas gordas en las que hacía crónicas de mis fabulosas aventuras nocturnas, de mis alocadas experiencias alucinógenas o de mis infinitos encuentros y desencuentros con el sexo opuesto, ahora sólo soy prolífico cuando estoy mal. Porque, debido a mi naturaleza melancólica y taciturna, me regodeo en el sufrimiento... escribiendo sobre él. Claro que no soy original, pero cuando las cosas marchan, cuando no hay lugar para planteos, o reflexiones existenciales, o para tiempos muertos donde me quemo la cabeza pensando quien soy, o quien no soy, o que hago, o que debería hacer, o que tendría que haber pasado para que finalmente las cosas se dieran... cuando todo esto NO se da, simplemente me dedico a ser feliz.
Y, de una manera vaga, o pasajera, o incluso mediocre, soy feliz.

Quisiera dedicar un párrafo a algo que sólo noto desde aquí, a la distancia. Uno se vuelve mucho menos crítico con aquello que históricamente formó su cotidianeidad cuando lo ve en perspectiva. Todo aquello que destrocé verbalmente de la cultura argentina, o de Buenos Aires particularmente, se ve desde kilómetros de distancia un poco más agradable, entrañable y pintoresco. Me agarra en general por sorpresa, cuando menos me lo espero, pero se da que extraño las cosas menos imaginables, como la patética melancolía y desolación de Mar del Plata durante su festival de cine; o las noches de borrachera entre amigos que no conducen a ninguna parte más que a beber hasta que duelan las entrañas; o ir a la cancha, aún en esas tardes grises y de lluvia, donde uno sabe que le espera un empate agrio o una derrota magra, en esos partidos de mitad de tabla donde el resultado sólo le importa al equipo chico visitante. Incluso hay momentos de rara nostalgia, cuando mi iPod, configurado para que elija por su cuenta las canciones de mi larga lista, hace sonar a Leo García mientras deambulo por la Barceloneta en una tarde de Sábado, o empieza a sonar Miranda en un bar de mala muerte del Raval donde los argentinos copan la parada. Todo lo que desprecio o respeto poco cobra súbitamente un aire de candidez, como si la mera procedencia y el mal de la distancia cubrieran a todo de un velo tenue, aterciopelado, dulce y delicioso.

No hay grandes historias de amor últimamente y, la verdad, me tiene un poco aliviado. Uno entiende, cuando se muda por solo un par de meses a una ciudad, que es mejor mantener cierta simpleza emocional, no involucrarse en historias turbulentas, dedicarse a vivir en lo que los romanos llamaban la "aurea mediocritas". No deseo y no busco y todo resulta mejor así. No me privo de besos pasajeros con mujeres de procedencia variada (el carnaval de Sitges fue una buena ocasión para probar nuevos sabores), pero tampoco me obsesiono en la búsqueda. Parece que se avecina un período de madurez, dentro de la gran adolescencia que estoy viviendo.

Es un período de esplendor, si se quiere. Pero no un esplendor de jardines de castillos o de teteras de plata, sino un esplendor moderado, otoñal (aún si aquí está por empezar la primavera), de esos que dicen con todas las letras "la vida es un tenue devenir". Es un período para vivir, no para escribir. Cada tanto puedo darme estos lujos, de explayarme en palabras, pero son sólo placeres efímeros, que en sentido alguno implican una cura para el alma o una catarsis volcada en la pluma. Se trata más bien de un ejercicio jovial, un monólogo breve pour la galerie, un estornudo de letras. Sabran entender que mi comunicación en este período sea pasajera y ligera, con pies de plumas. Es un momento de estar vivo y eso... eso sólo se puede escribir con acciones, con sudor y con aliento.