Wednesday, August 30, 2006

Camas

Entonces, me desperté. Y, con el extrañamiento típico del despertar, intenté descifrar dónde estaba y cómo había llegado allí. Una habitación tibia y cálida de un contrastado tono verde, el verde manzana de las esquinas norte y sur, el verde petróleo de las esquinas oeste y este. Una cama de dos plazas, muy espaciosa, muy solitaria, bordeada por un televisor montado sobre un mueble de los mismos tonos de verde que la habitación y por un enorme placard gris, de tres cuerpos, del mismo tono que el techo. Por una de las dos ventanas de la habitación entraba una luz amarilla y caliente, no lo suficiente como para ser veraniega ni lo suficientemente fría como para ser invernal. La otra ventana estaba a medio cerrar, pero sólo proyectaba sombra. El caos de cosas echadas en el piso no me decía nada, como tampoco lo hacía el revuelto de relojes antiguos, tecnología de tamaño reducido y papeles que invadía el escritorio montado sobre uno de los vértices de la habitación cuadrangular. La respuesta pareció provenir de algún lugar remoto del cerebro, lejana, distorcionada.
Casa.
"No", dije, "no creo".
"Olivos", dijo.
"Ah", dije.
"Sí", concluyó.
Entonces volví a dormir, pues el reloj de muñeca aún dictaba las siete y media de la mañana.
Volví a despertar invadido por el mismo extrañamiento, pero ésta vez era diferente.
Una cama de una pieza, pegada a la pared, en una habitación más pequeña, más barrocamente recargada, con un único ventanal penetrado por la potente luz estival, entrando desde la avenida Balmes, donde los autos descargaban todo el ruido que estaba a su alcance, camino a Diagonal.
"Eh", pensé.
Casa.
"Ah", dije.
"En efecto", dijo.
No fue la última vez que ocurrió.
Una habitación espaciosa, con una inmensa biblioteca, en un piso blanco, gigante y de techos altos, cerca del Zoo de Berlín.
Una cama matrimonial montada en la mitad de un living de estilo oriental, iluminada por el sol de otoño en un departamento de Manhattan, sobre la sesenta y algo, a pasos de Lexington avenue.
El Vondel Park, en una tarde fría y gris, rodeado de gente haciendo picnic o jugando al fútbol, frente al Museo del Cine de Amsterdam.
Un hotel de medio pelo en los alrededores de Bayswater, Londres; un sofa cama en una casa de pareja, frente a una pintoresca plaza parisina; una cama doble para compartir frente a un balcón que desembocaba en la calle Monteverde, en Roma...
Me dí cuenta de que no podría parar.
Que no era más que un proceso interminable de prueba y error, basado en la curiosidad y en el interés por la variedad.
Asumí que eventualmente volvería al inicio.
A casa.
Pero todas eran casa.
Al menos para la voz.
Entonces seguí, no me detuve.
Y aún sigo.
Probando en cada cama, en cada nuevo sitio.
Durmiendo.
Soñando.
No me despierten.

Sunday, August 27, 2006

Miscelanea

Paso muchas horas frente a la computadora. Puedo decir que es porque estoy deprimido o porque extraño a una vida y a una ciudad a las que solo tengo acceso a través del mundo virtual. Pero eso sería ser deshonesto, porque antes de irme ya pasaba mucho tiempo delante de la computadora y durante mi estadía en Barcelombia no fueron menos las horas delante del monitor. Y vale decir que todos mis amigos son iguales, que toda mi generación pasa horas y horas frente a la computadora.
Las razones dan igual, el discurso sociológico sobra y el análisis de las otras generaciones que crecieron con la radio y la tele nos tiene cansados. Pero yo igual comento cada tanto que no entiendo la explosión de los teléfonos celulares, su repentino boom, en una época donde cada vez tenemos menos cosas para decirnos. Pero me lo replanteo y me doy cuenta de que no es que no haya nada que decir, sino que tenemos mucho pero mucho miedo de decirnoslo a la cara.
Y por eso las horas y horas invertidas frente al ordenador. Ya nadie se pasa el tiempo con juegos o con el solitario o redactando un manifiesto (para eso está la máquina de escribir, coño). La juventud se engancha para estar en Internet, y eso implica o bien mirar los mails, o bien conectarse a un medio de comunicación inmediato (MSN, chats, lo que sea) o bien bloggear (como yo o como tú, lector) o bien lisa y llanamente perder el tiempo con páginas de tonterías.
Pero la idea de fondo no es criticar a la tecnología o cuestionar nuestros modos de comunicarnos, sino hacerme esta pregunta: ¿No será que hay algo fascinante en el aparato mismo, más allá de lo que hagamos con él? Yo no sé cómo, pero cuando me doy cuenta pasaron como seis horas y no recuerdo haber hecho nada productivo. La computadora me atrae y me chupa y además se encarga de que no sienta ni el más mínimo remordimiento al respecto.

Siempre pienso a la vida como casilleros. Hay gente que inmediatamente me llama obsesivo o neurótico ante esta afirmación, pero eso es irrelevante. Siempre me detengo al menos un instante por día a pensar cómo está mi vida y entonces reviso uno a uno los casilleros. No tienen número fijo y constantemente pueden aparecer nuevos, pero hay unos pocos privilegiados que permanecen y tienen más peso que todos los demás; se llaman más o menos Amor (o vida amorosa), Vida Académica, Vida Laboral, Ego (o Autoestima), Salúd, Vida Familiar. Cada tanto se subsidiven, y soy capaz de reconocer que un aspecto anda bien salvo por un problemita (si, por ejemplo, en la universidad está todo bien pero un examen me fue menos bien de lo previsto). Sin embargo, el gran problema es que soy propenso a la reacción en cadena y, si un aspecto muestra signos de alarma grave, pronto contagia a todos los otros aspectos y mi cerebro se encarga a gran velocidad de encontrar razones para que me alarme en todos los rubros. Eso genera ansiedad, miedo, tensión. El mecanismo opuesto también funciona, que el éxito rotundo de una categoría contagie a las otras, pero el mecanismo es mucho más consciente y forzado. Soy un genio inspirado para crear problemas pero un obrero trabajador para solucionarlos. Eso me convierte inmediatamente en el prototipo del pesimista.

Por naturaleza, postergo. Soy el primero en dejar para mañana lo que podría hacer hoy, en este mismo instante. Prefiero dejar que las circunstancias me obliguen a hacer las cosas yo solito. Sé prever pero no poner en práctica esa previsión y, por lo tanto, da lo mismo. Se trata de bastante vagancia, una buena dosis de pesimismo, unas cucharadas de escepticismo y mucho pero mucho miedo a que las cosas no resulten bien. Confio que seré un gran creador pero no hago nada para llegara a eso, asumo que será cosa del futuro, que aún falta mucho. La cama es mi hábitat natural, me muevo en ella como pez en el agua. Sé hablar pero no sé concretar. Sé el comienzo y sé el final pero lo del medio me confunde y me cansa. Tengo las ideas pero no tengo el método para transformarlas en algo real y tangible. Soy igual que vos, el que lee, que invierte tiempo en esto para no tener que hacer aquello que debería estar haciendo. Yo te respeto y te entiendo, siempre y cuando sepas como yo sé y no te avergüences de que en realidad no vamos a ninguna parte.

Hoy fui a ver danza brasileña. El diario decía que es maravillosa, pero a mí no me pareció gran cosa. La danza en sí no me dice nada pero ésta me dijo menos aún. Dejé que mi mente volara durante toda la función y no me gasté en aplaudir. No puedo decir que la pasé mal, los cuerpos eran fabulosos. En el público estaba Gael García Bernal, a quien sacaron a pasear unos de la productora de la película que está haciendo acá. Confirmé dos cosas: es igual a mi amigo Fede y, como todas las celebridades, es mucho más pequeño y menos atractivo de lo que la pantalla muestra. Nadie se acercó a saludarlo ni a felicitarlo y me alegré, porque asumo que es lo que él quería. Me dieron ganas de decirle algo, pero luego pensé que lo mejor sería dejarlo ser. Ya le diré algo a Fede en alguna de nuestra borracheras y será casi lo mismo.

Friday, August 25, 2006

Homenaje a las gafas (aun si son lo de menos)



Solamente oir tu voz
Ver tu foto en blanco y negro
Recorrer esa ciudad
Yo ya me muero de amor
Ver la vida sin reloj
Y contarte mis secretos
No saber ya si besarte
O esperar que salga solo
Me desperté soñando
Que estaba a tu lado
Y me quedé pensando
Qué tienen esas manos
Y me siento como un niño
Imaginándome contigo
Como si hubiéramos ganado
Por habernos conocido

Quiero volverte a ver...

Thursday, August 24, 2006

La escritura y los baños

Yo no escribo porque necesite hacerlo, ni siquiera lo hago por vocación. Esto no es un proyecto más amplio repartido en pequeñas entregas ni es un diario íntimo abierto a todos. Si digo la verdad (y la verdad siempre duele), escribo porque lo necesito. Porque me enseñaron que para disfrutar las cosas hay que pensarlas antes y que ponerlas en palabras puede embellecerlas. Sé que es mentira, porque muchas veces sentí cosas muy hermosas para las que no tenía palabras, pero algo interno me dice que corra al ordenador y baje todo eso en un relato. No es literatura, o no pretende serlo, no es crónica, no es un guión o notas tomadas para luego ser trabajadas.
Esto es la celebración más pura del fragmento, del momento efímero. Pero no es planificado, no. Reconozco que hay "momentos bloggeables", cosas o pensamientos que inmediatamente son candidatos a ser narrados. Pero solo cuando llego a casa sé si de verdad deseo plasmarlos. Hay veces que creo que quiero escribir pero resulta que al final no, hay veces que termino escribiendo de cosas que no tenía planeado mencionar. Lo cierto es que es la única actividad de mi vida donde nadie más influye, de la cual nadie tiene derecho o ganas de opinar. Si algo no me da vértigo o no me genera presión o no lo siento como una carga o una obligación, eso es escribir para este blog.
A veces escribo sólo para mí, y me aseguro ser críptico. A veces escribor especialmente para alguien, y no me encargo de explicar los apartes. A veces escribo para muchos, y suelen ser posteos malos y poco personales. Tuve escritos mejores y escritos peores, fui más o menos interesante de leer, fui más o menos monotemático (a mayor dolor u obsesión, más posteos y, sobre todo, más posteos sobre el mismo tema).
Si este blog ya cumplió más de un año no es porque me lo haya propuesto o porque la gente me lo pide, sino porque ya es parte de mi vida. Este es el espacio donde sin censurar nada hablo de lo que quiero, exorciso mis peores momentos y comparto mis buenos momentos. Y me hace bien, me hace sentir acompañado, o me ayuda a digerir lo que no siempre puedo aceptar solo, como la angustia, el fracaso, la distancia, el desamor o el desamparo.
A veces me gusta jugar, sobre todo cuando entre a un baño, a pensar que estoy en un rincón del mundo y que desde ciertas perspectivas todos los rincones del mundo son iguales. Amo meterme en un baño de restaurant hindú en Londres y bajar las escaleras, y pensar mientras hago pis que podría estar en cualquier parte, en un baño de antro barcelonés del Raval, en un baño de bar glamoroso en Palermo, Buenos Aires; o en el baño de un hostel helado en Berlín. Me gusta mentirme, acortar las geografías, fingir las texturas, trasladarme sin esfuerzo, soñar despierto, partir por un segundo, olvidarme del espacio, dejarme llevar por las circunstancias.
Soy así, un poquito ido.
Pero si usted leyó hasta aquí es porque sabe y me perdona.

Inevitable

Todas las canciones, todos los libros, todas las películas, todas las fotos, todas las ciudades, todas las ruinas, todos los dichos, todos los silencios, todos los recuerdos, todos los olvidos, todos los amigos, todos los amantes, todos los comienzos, todos los finales...
solo sirven para que sepamos
que nada permanece.
Deja ya de intentar que todo siga siendo como antes.
Déjalo.

Tuesday, August 22, 2006

El duelo interior

La memoria es una fuerza bondadosa. Así como todos dicen "si vas a Italia tenés que ir a Nápoles" nadie recuerda de avisarte que Nápoles es en realidad una ciudad horrible, peligrosa y bastante deprimente. Del mismo modo, cuando la gente hace una experiencia de vida en otro país, constantemente mencionan lo bien que la pasaron, las cosas que hicieron, las aventuras y anécdotas que quedaron, pero muy pocos hablan de lo dura que fue la vuelta. Admito que mi Chiara y la Yola me hablaron del difícil regreso, pero en general los otros se saltean esa parte de sus experiencias.
Y los entiendo, porque la memoria es generosa, engalana todo, oculta las zonas difíciles y recicla las zonas dudosas.
Por eso confío en que dentro de un tiempo todo volverá a la normalidad, pero mi vida tendrá una cuota mucho más generosa de anécdotas, de recuerdos y de matices.
Eso es bueno, pero también es triste. Aceptar el final de un ciclo maravilloso es un duelo tan duro como el duelo que se hace por un ser querido. Yo soy de esos que pronto se convencen de que superó los obstáculos, pero ésta vez no me miento. Luego de tres días de angustias y llantos, hoy puedo decir que recuperé mi racionalidad, que puedo pensar. Porque juro que, como nunca antes, estos días de aterrizaje no pude pensar. Sólo pude sentir, visceralidad pura, un grito silencioso que brotaba de las entrañas a cada momento; es una sensación tan dolorosa como hermosa, reconocer cuánto ha cambiado uno, cuánto cariño puede sentir por los lugares, la gente, las cosas.
Pero hoy recuperé la cordura. No soy el mismo de antes pero al menos puedo moverme, puedo interactuar con los otros seres que me rodean, puedo hacer trámites. Ya no me da miedo la burocracia, la calle, los ruidos, las multitudes. No digo que los quiera o los acepte, pero ya no me encierro en mi casa, paralizado por la angustia.
Hay cosas que no cambian tanto, diré: los viejecitos al sol argentinos son equivalentes a los catalanes, sentados en un banco de plaza, viendo el tiempo pasar. Los quioscos son parecidos, las ferreterías y los almacenes. Ni hablar de los cafés. Hay cosas que no cambian, ese diálogo tan de pueblo en el medio de la ciudad, las señoras paseando a su perro diminuto, la policía multando y controlando sin cesar. Incluso cierto color en los edificios, ese marrón, ese ladrillo opaco, esa rajadura en la pared como marca del paso del tiempo y de una arquitectura bien entrada en años.
No, señores, el cambio es interno. La realidad importa, pero la extrañeza le pertenece solo a uno.
Y este es un duelo que, a la larga, dará frutos. "Es un crecimiento", te dicen, y uno se pregunta para qué mierda quiero yo crecer, pero a largo plazo es inevitable, incluso saludable. Los amigos no se pierden, las distancias se pueden acortar, el mundo ya no es un lugar tan grande. Y Barcelona seguirá siendo ella por mucho rato, con todos los que la habitan (real o simbólicamente) y Roma seguirá siendo tan caótica y legendaria y los amigos seguirán siendo los amigos, vivan ellos en España, en Estados Unidos o en Argentina.
El duelo sigue, amigos, pero al menos ya no tengo ganas de morirme.

Sunday, August 20, 2006

La calma despues de la tormenta

Hoy amanecí peor que nunca. Los ojos abiertos a las nueve de la mañana, con las lentes de contacto aún resecas y olvidadas sobre el iris irritado. La sensación salvaje en el estómago de angustia, las piernas débiles y esa inexorable impresión de realidad, de que todo es verdadero, de que no estoy soñando, de que ésta es ahora mi casa.
La mañana fue en el mismo tono, el café me supo agrio, los sandwiches tenían sabor a nada, el periódico un conjunto de hojas en blanco que declaraban a los gritos noticias que en mi mundo no existen. Pensé sinceramente que me iba a morir y rogué que fuese rápido, que fuese certero.
Escribí mails melancólicos.
Llamé a mi amor a Gijón, a mil mundos de distancia. Lloré y me acobardé, huí del diálogo, lo aplacé hasta tener la mente más clara, me calmó el dolor del instante pero me aumentó la angustia de no sentir su cuerpo. Nuestra era digital no solucionó aún cómo lidiar con la imposibilidad de tocar a alguien amado.
Pero el día progresó, me junté con gente que me conoce y que sabe lo que estoy pasando. Hablé, lo único que puedo hacer estos días. Hablé, me explayé, expresé mi angustia y mi dolor de todas las maneras posibles, narré mis penas y mis lamentos. Dejé reposar todo el dolor acumulado, dejé fluir la frustración y el desencanto por lo perdido.
Calma, me dije. "Todo está en calma", repetí, "deja que el beso dure, deja que el tiempo cure".
Y ahora al menos puedo caminar. Puedo respirar sin que me duela, puedo pensar en esa ciudad que amo y en esa mujer que amo sin ponerme a llorar, o al menos sin sentir tanta impotencia.
Porque mi gran enemiga ahora es la impotencia. Nada se pierde, me digo y repito. Nada fue en vano.
Tengo que aprender a creer que los lazos se mantienen a base de persistencia y dedicación.
Se acerca el final de mi segundo día en el sur profundo (mi tercera noche) y ruego que las nubes se despejen.
Mañana también lloverá en mi mente, al igual que pasado y los días a seguir, pero tener un paraguas es meramente un tema de fuerza de voluntad.

Debilidad

No logro superar esta tortura, no tiene límites. No tiene punto de comparación, no tiene solución aparente y me duele como un bala atravesada en la frente. Me muero de amor y de tristeza y de pena y de desolación. Me marchito de manera precipitada y violenta a cada segundo que me mantengo lejos de donde debería estar, con quien debería estar. No pasa al menos un momento del día donde no fantasee con la idea de quitarme la vida, ahogado en el llanto, o donde, desborado de emoción, no piense en la idea de comprar un pasaje pronto hacia destino.
No soporto que ahora Paseo de Gracias sea Libertador, que deba hablar de Sarmiento y no de Aragón, que todo el mapa mental deje su paso a otro mapa mental, mucho más extenso, mucho más caótico, mucho más siniestro. Ya no puedo caminar a cualquier sitio, pasar por la casa de algún conocido por accidente o mirar hacia la montaña. El mar se volvió lejano y distante, el gris reemplazó al marrón terracota, las sombras de los altos edificios opacaron a los edificios bajos y su permeabilidad al sol.
Todo ahora es una copia vil de un original que me queda muy lejos.
Todo ahora es menos importante, más mediocre, menos pulcro, más ruidoso.
Todo ahora será rápido, más discutido, más analizado, menos respetuosamente.
Todo ahora será una batalla fría contra un medio con el que no logro ni deseo congeniar.
Se acabó lo más extraordinario, lo más sublime, el máximo esplendor de mi vida.
Ahora hay que ver qué mierda pasa.

Saturday, August 19, 2006

Volver al pasado

Los que leen este blog de una manera más o menos continua saben que cuando más prolífico soy es cuando peor estoy. Y sí, estoy mal. Por infinidad de razones, algunas evidentes, otras no tanto, pero no recuerdo haber estado tan triste, perdido y desorientado en mucho tiempo.
La vuelta, después de tanto tiempo, no es fácil. Todo es ajeno, distante, soy todo el tiempo el observador externo de una realidad que no me compete y en la que no me reconozco. Todo se siente de otra época, de otra persona, de otra vida incluso. Veo a Buenos Aires como una ciudad fantasma, como un bloque gris y opaco, me siento desorientado como un turista en una ciudad nueva pero a la vez tengo la angustia de saber muy bien dónde me muevo.
El avión de vuelta, como ya narré, fue una tragedia. Todo era asqueroso, me sentí solo, vulnerable. La llegada al aeropuerto fue tolerable, el saludo con mi padre cordial, el viaje en auto hasta mi casa veloz y poco doloroso. Me empecé a sentir como en el típico film independiente norteamericano, sobre el chico que se va a estudiar lejos y vuelve a su pueblo luego de un tiempo, donde revive viejas historias y donde revuelve el pasado en general. Estos films suelen tener una gran banda de sonido y son amenos de ver, pero en mi película las cosas no son tan ficcionalmente bonitas.
La familia entera reunida a los gritos (escena de una comedia italiana de los años sesenta, en este caso), el asado listo para comer, los abrazos y los chistes de ocasión. Frases del estilo "qué flaco que estás" o "qué lindo" o apreciaciones del momento, acompañadas de manos en la cara y sonrisas sobredimensionadas.
Y yo el medio, riendo sin saber bien por qué. La carne, el vino, las ensaladas, las preguntas, el café.
Extrañeza enrome, en cada rostro, en cada espacio, todo el tiempo.
Hasta que decidí pasar a ver mis mails. Encontré lo que venía a buscar y entonces sí, estallé. A los gritos, a los golpes, impotencia pura. Los mails más hermosos y escalofriantes que podía encontrar estaban allí, frente a mi cara, viscerales, punzantes, como espinas que solo ampliaban la extrañeza de todo.

"Enfoco. Guido, no me lo puedo creer. No consigo creerme nada de todo esto. Me retumban en la cabeza las palabras: Qué fuerte, ya se ha ido. Qué fuerte, ya no está aquí más. Cómo no queriéndome dejár respirar tranquila."

Volví a la mesa con los ojos rojos y las gafas empañadas, sucias de tanta lágrima. Mi padre me miraba extrañado sin poder descifrar qué me pasaba, mi cuñado y mi hermana se reían, pensando que tenía ojos de fumado. Y yo, perdido, riendo otra vez porque sí, llorando por dentro, con unas ganas monumentales de volver al aeropuerto, pillar el primer avión a Barcelona y eternizarme ahí, donde hoy en día soy yo. Porque este que está acá es otro, es un tipo que se parece a mí pero que no entiende mucho lo que lo rodea, que se desentiende del diario de la mañana porque nada dice en él de qué está ocurriendo en avenida Diagonal, qué pasa con los vuelos desde El Prat, cómo le está yendo al Barça en su gira de preparación.
Y volví a llorar, entonces el tema ocupó la mesa. Y todos opinaron, todos hablaron de lo bien que hace sufrir por amor, de cómo voy a salir adelante, de cómo siempre se puede viajar cada tanto, hablaron de todo. Y yo los escuchaba como quien ya perdió la fe pero no tiene nada mejor que hacer. Todos me abrazaron y siguieron su ruta.
Hubo tiempo incluso para un breve episodio de esos de comedia picarezca donde unos CDs con contenido prohibido se perdieron entre mis cosas (básicamente por culpa mía) y los tres hermanos nos vimos riendo a la vez que nerviosos, buscando el contendio sin interrumpir la reunión familiar. Buen material para el film indie del que hablaba antes.
Uno a uno se fueron marchando. Y quedó tiempo para la charla íntima entre padres e hijo. Pude contarles cuánto la amo, cuánto la extraño, las cosas que le escribí desde la impotencia que siento y el deseo que tengo de abandonar todo para ir a buscarla.
Mi madre me dio unas pastillas y sólo así logré dormir, vencido por el sueño. Recuerdo haber soñado algo de Sevilla y creo que aparecía Maxi Rodríguez también, pero fue un sueño lo suficientemente profundo como para recordar su sentido.
Hoy amanecí a las ocho de la mañana, perdido, como siempre, en una habitación y una cama que triplican mis necesidades. Bajé y fui directo al ordenador. Allí me esperaba un mail nuevo, tan doloroso como necesario. Lloré un poco más, solo, actividad a la que parezco condenado de aquí a un par de meses. La llamé nerviosamente, una y otra vez, para cruzarme con un mensaje de contestador de Movistar España, según el cual el móvil estaba apagado o fuera de cobertura. Busqué vuelos a Barcelona, analicé precios, calculé fechas.
Desayuné con desazón, pero ya un poco más calmo.
Nunca pensé que sería tan difícil volver a mi ciudad. Pero luego entendí que una vez que uno construye una rutina, ciertas amistades, ciertas preferencias, ciertos lugares y un amor en otro lugar, el lugar de origen deja de sentirse propio. Y así te veo, Buenos Aires, sos de otros. No es que no te quiera, es que no te conozco. Perdonáme si soy un poco frío, o un poco distante, pero el amor que alguna vez te juré se lo dí a otra, un poco más antigua, un poco más guarra, un poco más étnica, un poco más pequeña e intimista.
Día dos, señores. Esta va a ser una temporada eterna y ruego salir vivo para contarla.

Friday, August 18, 2006

Flaca



No puedo contigo, flaca.
Ni contigo ni con los recuerdos ni con las distancias.
Sentado solo en un avión con dirección marcada, pero con destino a ninguna parte. Porque ahora todo es lejos, ahora todo tiene un poco sabor a nada, entre estos rostros opacos, entre uniformes y máscaras, entre gente que parece toda igual.
Todo me recuerda a ti, flaca, o será que la realidad juega trucos conmigo. No puede ser casualidad que aparezcas en cada esquina, disimulada en un objeto, en un sonido, en un anuncio. No puede ser mera coincidencia que el lavabo vacío de El Prat me reciba con la música de El Tercer Hombre, ni puede ser casual que centre mi mirada en un tal Caffè di Fiore, con su obvia proximidad a tu amado Campo di Fiori. No creo que sin razón alguna la puerta de embarque más próxima a la que conducía a mi avión tuviese destino a Santo Domingo, flaca. Bastaba que estuvieras al lado mío para subirnos, para perdernos en una playa caribeña donde nadie nos encuentre.
Pero estoy aquí, en esta cárcel aérea, a escasas horas de llegar al invierno gris de la gran urbe gris de América del Sur. Y estoy perdido. Decíme si no parece absurdo que en un espacio tan lineal como un avión esté perdido, pero es así. Las horas no pasan, todo se ve claustrofóbico y triste y solitario y definitivo ahora que no estás a mi lado.
Todo es un funeral, flaca, me siento como un invitado al entierro de un sueño demasiado bueno para durar y a veces hasta jugueteo con ser yo el que va en el cofre. Pero la vida sigue, ya lo sabes, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.
Y el único consuelo que tengo por ahora son tus fotos, tus pequeños videos, los cuales veo una y otra vez en mi ordenador, adherido a mi mínima butaca de clase turista. Me ofendo de pensar que vuelvo de tu ciudad en clase turista luego de las cosas que viví en ella; el turista viene y se va, pero yo todavía no me fui. Dejé todo ahí menos el cuerpo, que viaja solo, hueco, en este avión hacia el pasado.
No puedo, flaca, me quiebro todo el tiempo. Y me contengo, porque no quiero llorar delante de todos estos desconocidos, no quiero compartir mi dolor con ellos y sus existencias mediocres, sus viajes de turismo, sus bromas de familia, sus entretenimientos pasajeros.
Ya sé que de nada sirvió mi advertencia, que nunca es suficiente, que siempre querremos más. Es eso, flaca, tan simple como eso: no importa cuánto me des, siempre querré mas. Pero qué más da, si de todos modos me muero de ganas por un rato más contigo, un tiempo extra, una muestra gratis.
Y lo quiero decir, porque esta vez va en serio: en este momento, nada ocupa mi mente tanto como tú, ni el futuro, ni la gente, ni las ciudades ni los planteos. Flaca, puedo afirmar sin temor a equivocarme que todo me parece una mierda menos lo nuestro, menos tú y menos yo. Todo lo demás sobra, este avión, los continentes, nuestro destino profesional y las resistencias que puedan poner los otros.
Dime que es mentira, invéntame una historia que me haga sentir bien, pásame a buscar en la moto, vamos a toda velocidad por la ciudad iluminada, déjame tomarte de la cintura y sentir tu mano sobre la mía, vamos a pasar la tarde al parque de la Ciutadella, o a cenar a la Luna de Júpiter o déjame que te escuche en San Felipe Neri, bajo los árboles que lloran flores amarillas, en una noche de verano. Dime que no es cierto que ciertas cosas no serán como eran, que ya no nos seduciremos en discotecas pobladas, que ya no nos separaremos a los gritos para volver juntarnos en escenas de película, que ya no vendrás a dormir la siesta en el cuarto del fondo mientras la lluvia nos aisla del mundo.
Volvamos al pasado y empecemos de nuevo. Peleemos más seguido, así sentimos que entre nosotros hay una cotidianeidad y no un amorío fugaz. Hagamos más tonterías, colémonos más a museos, robemos más galletas, veamos más películas que no nos gustan. Seamos más seguido guía turístico para el otro a distancia en ciudades que conocemos o, mejor aún, viajemos juntos. Volvamos para poder volver a partir. Regalémosnos más música que habla de nosotros, más libros con dedicatorias eternas, más sonrisas de amor y más miradas perdidas de melancolía. Necesito que te burles de mi acento, que armes más escándalo cuando todos se apalancan, que te quedes pensando cuando intentas decirme algo o que hables de todas esas amigas que aún me falta conocer.
Hagamos algo loco, flaca, pasemos una temporada en tu Roma y otra en mi París, hagamos de turistas en Barcelona y de ladrones en Buenos Aires. Yo te sigo a cualquier parte, basta que me lo pidas.
El resto puede esperar.

Wednesday, August 16, 2006

Mi Barcelona

No puedo irme sin hablar de ella, esta ciudad tan única y cautivante. Uno traza sus recorridos, tiene sus preferencias. Por eso elegí narrarlas todas, o casi todas. Es para mí, para que la memoria no me falle, pero también para los que estaban conmigo, para los que me acompañaron, para los que me llevaron, para los que llevé y, también, para los que aún no conocen la ciudad y planean hacerlo.
Por eso esta extansa lista. Sé que es larga, pero juro que no sobra nada, incluso está organizada temáticamente.

PLAN DE SHOPPING

Un buen lugar para hacer un desayuno tardío o prealmuerzo es El Refugi, más conocido como el café de las lesbianas, sobre el Pge. de la Pau, cerca de las Ramblas. Buen ambiente, barato, rico café, juegos de mesa y la posibilidad de encontrarse con gente conocida que está perdiendo el tiempo de la misma manera que uno. Un poco más tarde, antes de almorzar, se puede pasar por la calle Avinyó, a mirar un poco las tiendas (sobre todo el soberbio local de Adidas retro) o un breve recorrido por la calle Tallers, para mirar tiendas de ropa usada o de discos antiguos. En este mismo plan, recomiendo ir al local de películas y discos que se encuentra en una de las calles que desemboca en la plaza del Macba; no sé el nombre, pero el dueño es un personaje muy pintoresco y con él se puede hablar de películas de culto y discos imposibles de conseguir por horas. Si se está por esta zona, por supuesto que visitar el Macba puede ser una buena opción, aunque yo me daría una vuelta por la librería La Central, que tiene una de las mejores secciones de libros cine que jamás ví. Sobre esta misma calle está el Hotel Camper, digno de ver (además que el calzado de Camper es hermoso, siempre). Si aún nos quedamos con ganas de hacer shopping alternativo, sobre el Carrer Ample hay una tienda formidable de ropa inglesa, muy brit pop y un poco punk, para ver durante horas y muy cerquita del café de las lesbianas.
Vale la pena pasarse por la comiquería sobre Via Laietana, que tiene una gran variedad y buenos precios.

PLAN CINEMATOGRAFICO

En cuanto a los estrenos, es obligatorio ir a las salas que pasan las películas en versión subtitulada. Hablo, por supuesto, de los cines Verdi y Verdi Park, Renoir (prefiero Floridablanca a la sede de Les Corts) e Icaria. Si estamos en plan un poco más cinéfilo, hay que ir a uno de mis cines preferidos de toda Barcelona, el Méliès. En él se respira un clima de familiaridad y cinefilia casera. Su programación es excelente, sus copias son de primera calidad, es barato y siempre hay poca gente. Ideal para una cita.
Luego, claro, está la Filmoteca, frecuentada por personalidades del cine y del mundo académico, siempre recomendable, aunque yo prefiero al CCCB y su programación de Jueves y Domingo (más conocido como Xcentric). Mucho riesgo, mucho por descubrir y gente que sabe perfectamente lo que programa sin temor a equivocarse. En esta misma categoría coloco al Antic Teatre, muy cerquita de allí, buen lugar para ver cortos.
Los martes por la noche, en el Apolo, la programación del Ambigu es una buena ocasión para ver películas de Europa del Este, los países nórdicos o Asia en buenas copias y sentado en un teatro antiguo, lo cual suma mucho a la experiencia.
En un plan un poco más informal, el bar Almazen, por el Raval, tiene una pequeña salita al fondo y proyecta DVDs de películas muy difíciles de ver. Es relajado y se puede beber y fumar mientras uno mira una película en lo que podría ser una sala de living.
Si uno quiere conseguir DVDs de películas asiáticas gratis, basta acercarse a la Casa Asia, sobre avenida Diagonal y encontrar un lugar no solo muy pintoresco sino también muy generoso y dispuesto a expandir el conocimiento de la cultura asiática.

PLAN GASTRONOMICO

En Barcelona se puede comer realmente bien y por precios accesibles. Los menúes del Oviso, sobre la plaza del Trippy (se llama en realidad Plaza George Orwell, pero nadie la llama así; esta plaza también es interesante de noche) son ricos y buenos para el mediodía, aunque creo que uno de mis placeres a la hora del almuerzo es ir de tapas por el Born, cualquiera de los bares que tiene terraza sobre la Rambla del Born es bueno y una buena mezcla de pulpo, tortilla de papa, pinchos, etc. Se disfruta y mucho.
Si uno está dispuesto a invertir unos buenos morlacos, la Cervecería Catalana y Ciudad Condal son dos sitio muy tradicionales que nunca defraudan. Sabores increíbles sin perder esa cosa tan tradicional y popular que ambos poseen. Nada de gaseosas, en ambos hay que pedirse una cerveza.
A la hora de la cena no tengo dudas: el Flash Flash, con su estética setentosa, se lleva todos los premios. Siempre fui bien acompañado y siempre comí una hamburguesas espectaculares. No falla y además tiene historia.
También a la hora de la cena es interesante ir a La Luna de Júpiter, que está ubicado en un lugar ideal, tiene unos camareros de lo más amable, la comida es osada y sabrosa y es perfecto para ir en una cita, en una de las terrazas, a la luz de la vela.
Si uno anda por Gracia y le apetece tomarse un buen helado, Tomo II es el lugar. Los mejores helados de Barcelona aunque, hay que admitir, son argentinos.
Otro imperdible: a las cinco o seis de la mañana, cuando la noche empieza a terminar, es un imperdible pasarse por la calle Nou de la Rambla y seguir a la gente, que conduce hacia un portón donde un señor vende una caja gigante e interminable de medialunas y dulces caseros. Le alegra la noche a cualquiera.

PLAN DE BARES

La mejor vida nocturna de la ciudad pasa por los bares, al igual que la mayor variedad de opciones. Es una pena que deban cerrar a las tres por ley, pero eso no impide que uno pueda pasear de uno a otro y emborracharse a piacere. El número uno en mi lista, tanto porque fue de los primeros que conocí como por su particular encanto, es La Bata de Boitiné, sitio guarro si los hay. Es un placer atravesar su extenso y angosto pasillo, poblado de seres de la noche que gritan, tiran humo, te tocan el culo (unas tres veces por minuto) y se mezclan. Es imperdible el legendario travesti quincuagenario que atiende la barra y no se puede pasar por aquí sin dialogar con señoras desfasadas, gays bastante putones y niñas que no saben bien cómo llegaron aquí. A pasos de aquí se puede pasar por el Marsella, uno de los bares más tradicionales de la ciudad, regenteado por el irlandés más asqueroso que conozco. Aquí se viene a tomar absenta y no se sale hasta no estar perdido de la mente (dos o tres vasitos deberían sobrar). Como detalle turístico, recomiendo atravesar también la calle que bordea al bar, es una de mis preferidas de toda la ciudad: de noche conviven prostitutas con personalidad, traficantes clandestinos, inmigrantes de países que ya no existen y vendedores de muñecas antiguas cuyos negocios no cierran de noche. Hay un ambientillo turbio e ilegal en esta calle que me recuerda a los puertos de ciudades costeras, como si fuese Marsella o Nápoles.
Igual importancia tiene el Café Royale, aunque claro, es mucho más refinado. Su decoración al mejor estilo Kubrick, su música lounge y su mezcla étnica lo llevan un escalón más arriba. Para bailar a lo loco y dejarse llevar por una ola de glamour. Y si estamos tan cerca de Plaza Real, por qué no pasarse un rato por allí, ver qué pasa en el Sidecar (sobre todo los jueves a la noche, cuando su subsuelo explota de gente y cachondeo) o el Jamboree, con sus sesiones de jazz.
Si uno quiere parranda, el jueves es el día para salir. Por supuesto que se puede ir al Apolo o a La Paloma, pero mis preferidos para este glorioso día son, por ejemplo, el Moog (el segundo piso, más pequeño y hot, hierve en rock and roll y siempre se pone bueno) o incluso el Shoko (con temática oriental, bien para ir cada tanto a beber junto a la playa y moverse en un círculo un poco más adinerado; me gustaba sentarme en la playa a beber unas cervezas antes de entrar). Pero tengo que admitir que mi debilidad está en el Raval, sobre todo si implica pasarse un rato en La Concha, bar ambientado con estética marroquí, cubierto de fotos de Sara Montiel y donde se pueden ver homosexuales árabes fumando del narguile, como si se estuviera en una película de Fassbinder. Luego de un rato aquí, recomiendo dos opciones: o enfilar hacia Les Enfants, con su clima juvenil y hormonal, o a El Cangrejo, mítico sitio donde la música es caliente, la gente es caliente y creo que hasta el alcohol es caliente (aquí conocí a mi amor, así que le tengo aún más cariño que al resto).
¿Apetece algo un poco más moderno, más “gente linda con ropa retro”? Pues el Fantástico es un bar ideal para eso, con chicas vestidas como en los años cincuenta y DJs tocando al lado de uno, juegos de luces y fotos proyectadas en las paredes. En este mismo sentido, es válido dirigirse a la Rambla del Raval, donde podemos ir al bar que tiene esos cuadros de doncellas medievales con cara de los muppets (nunca supe su nombre, pero es fácil llegar a él) y sillones de lo más cómodos, todo muy pop. En esta misma zona está el Zentraus, donde hay mucha experimentación con la música electrónica y vienen DJs de todo el mundo; es muy cool, muy ameno y además es gratis, aún si termina a las dos de la mañana. Pero claro, hay tiempo para pegarse la vuelta a la esquina y entrar a Sifò, todo adornado con sifones y muy lindo, buen ambientillo.
Pasear por los bares de Gracia, sobre todo los que dan a la Plaza de la Virreina es un plan más tranquilo pero placentero. Es difícil conseguir mesa afuera pero lo vale, sobre todo porque uno puede admirar la galería de seres que pululan por ahí: los freaks, los borrachos, los enamorados y los punks que cantan flamenco en las escaleras de la catedral. En plan calmo y no mucho más lejos de aquí, está el bar Falstaff, que funciona como bar pero la gente baila. Es curioso, queda entre la calle Libertad y la calle Peligro. Aquí pasé buenos momentos con amigos.
Para días de semana, cuando todo va un poco más tranquilo, hay dos opciones que me gustan particularmente: o bien beber cerveza en la plaza del Macba, comprada a los pakis que andan ofreciendo, o bien pasar un rato por Musical María, un bar al mejor estilo Hard Rock pero casero, montado por su dueño. Queda en la calle de María, cerca de Gran de Gracia, y sus fotos, sus recortes de periódicos, sus discos y sus viejitos rockeros pasados de edad hacen que una noche de mitad de semana sea mágica.
No hay que olvidarse tampoco de La Oveja Negra y de El Agüelo, dos clásicos para beber a lo grande. Con sus aspectos de tavernas medievales, sus techos de madera y sus paredes de piedra, sus jarras de cerveza y sangría. Son ideales para embeberse a lo loco en grupos numerosos y luego salir de fiesta.

PLAN DE CAFECITOS

Para la media tarde, cuando uno quiere beber un café o hacer un parate, la ciudad también está llena de posibilidades. Un lugar que amo y que solía frecuentar con mi amigo David es la tetería de Manu Chao, llamada La Clandestina. Tiene unos tés frutales fenomenales, aunque yo siempre fui fiel al té de menta. Tirarse en los sillones, beber té y alejarse del frío hablando sobre temas íntimos, no se me ocurre situación mejor.
Un lugar que conocí tardíamente y gracias a Andrea es el bar Lil, cerca de la calle Princesa, donde uno puede sentarse y beber algo mientras lee alguno de los libros a disposición. Es verdad que tiene una excelente acústica y supongo que podría escuchar conversaciones ajenas si fuese un fisgón.
También frecuenté mucho el recorrido que definen las plazas de Gracia, tanto la Plaza del Sol como la Rius y Taulet como la Plaza de la Luna. Uno avanza en diagonal y va llegando a las plazas, donde siempre hay vida. En cualquier barcito es agradable sentarse a tomar un café o una Coca-cola con limón.
Si uno quiere quedar bien o ser distinguido, no está nada mal pasar un rato en el Hotel Omm tomando un cafecito. Su decoración es sublime, vuela en el aire un aroma a sofisticación y, por supuesto, todo es mucho más caro, pero un café no afecta a la economía.
No me olvidaré de la cafetería de la Universidad y no está de más volver a mencionar al café de las lesbianas, pero eso al turista desinteresado no le interesa demasiado.

PLAN DE FIESTA

A algunos lugares ya los he mencionado, pero vale la pena colocarlos en su sitio. Un miércoles es el único día en que vale la pena ir a City Hall, frente a Plaza Catalunya. Buena música, mucho baile y un jardincito afuera donde sentarse a beber y descansar. El Apolo es muy interesante los miércoles, con sus ritmos funky y soul, aunque los Jueves también se pone bueno. La Paloma, siempre bella e imponente, diferente cada vez, con una iluminación que motiva y buena programación de eventos, se luce más los Viernes. Mi opción de Sábado, una vez cada tanto, es el Razzmatazz; nunca sabré si está bueno o no, pero es la discoteca más imponente que ví en mi vida: ex fábrica convertida en boliche, tiene cinco pistas donde pasan músicas diferentes en simultáneo y miles de personas cada noche. Vale la pena verlo, al menos, y si uno puede pasarse por el Dixie antes, a beberse unos cubatas, mejor. Se ven punks, niñas bien, poppies y seres de la noche, todos juntos en una mesa, bebiendo a morir antes de entrar al Razz.
En plan más popular y cutre están los programas de estilo okupa. A escasos metro de Via Laietana se encuentra un gran teatro ocupado donde siempre hay fiestas salvajes, en las que se pueden ver drogas de todo tipo, alcohol de todo tipo, gente de todas las edades e individuos de toda calaña, meando, teniendo sexo, vomitando o gritando. Todo un espectáculo, con DJs okupas haciendo saltar a todos y pancartas anticapitalistas.
La Makabra es un estilo okupa más organizado y comunal y allí viven familias en un ala industrial, resistiendo contra los planes para construir torres comerciales. Tienen una escuela de circo muy completa y los espectáculos circenses del sábado a la noche son baratos y muy buenos. La fiesta que les sigue es excelente (uno se ve bailando en una fábrica que parece un circo y alucina) pero lo mejor de todo es la cerveza artesanal, potente y sabrosa.
Si uno se queda con las ganas cuando amanece, hay afters, claro. Los hay míticos, como Souvenir, aunque yo nunca fui. Pero sí conozco a Papillón, en el gótico, que funciona como un bar normal pero a las siete de la mañana. Uno se toma una cerveza, ve a mujeres vulgares paseándose por ahí y a marroquíes jugar al billar.

PLAN CULTURAL

El circuito Gaudí es recomendable, pero eso lo hace todo turista. Pero si uno se fija bien, en La Pedrera siempre hay exposiciones temporarias gratuitas, bien organizadas e interesantes. Y El Parque Güell es precioso, pero hay que ir los días nueblados y de lluvia, cuando nadie va, a pensar o a dejarse llevar, aunque los atardeceres de verano desde la cruz tampoco tiene desperdicio.
En cuánto al teatro, cosa que nunca me gustó demasiado, tengo un solo lugar que recomendar (porque fui a pocos, la verdad). Y es El Grec, anfiteatro al mejor estilo griego, en Montjuïc. Es pintoresco y la programación de verano es muy buena. Su restaurant y sus jardines de entrada alegran al espíritu.
La música tiene cita todo el tiempo en Barcelona y tiene donde. El Forum es el lugar para ir a ver eventos y megaconciertos de varios días. Es como una nave espacial caída junto al mar pero uno puede caminar por él e ir de escenario en escenario; frente a él hay unos pedazos de barco esparcidos por el pasto, es interesante para pasar en bicicleta. Si el plan es un concierto de una sola banda pero de igual peso, uno va al Palau Sant Jordi, que es espectacular y muy oriental, en la cima de Montjuïc. Si la cosa es aún más reducida, más íntima, puede tocar que vayamos a Badalona o, mejor aún, al Palacio de la Música.
No hay que perderse al KBB (Kultur Burö Barcelona), como un pedacito de Berlín en la ciudad. Lo mejor, sin dudas, es el ascensor que te lleva allí, cubierto en graffitis e inscripciones. Está muy cerca del Macba.
Para una tarde de lectura o de investigación, mi lugar es la Biblioteca de las aiguas. Tengo una debilidad por sus pasillos extensos, su silencio, sus luces tenues y su estanterías marrón claro.

PLAN DE PASEO

Para pasear sin rumbo hay varias posibilidades. Uno puede echarse en una plaza o parque, a mirar a la gente y dejar pasar el rato. Para esto, nada mejor que tirarse bien acompañado en el Parque de la Ciutadella o en la Plaza que contiene restos arqueológicos de la época de los romanos, con sus puentes y sus formas angulares. Está camino al Born y creo que se llama Villa de Madrid.
También está bien echarse en el puente que lleva al Maremagnum, todo de madera y vidrio. Uno puede leer, comer algo o disfrutar del sol y el mar sin tener que salir de la ciudad.
Si la idea es ir a la playa sin tener que tomarse el tren de cercanías, elijo las playas de Bogatell y, particularmente, la playa nudista. Me fascina que haya gente desnuda en plena ciudad, aún si yo no me desnudo.
Si uno quiere ver algo novedoso, puede pasarse por la puerta de una narcosala, para ver a los drogones que salen de darse con heroína, coca y demás en un ámbito creado para que lo hagan legalmente. Pero no es para mucho rato, yo pasé por la que está en el gótico.
No viene mal visitar al Camp Nou en este momento del gloria del Barça, tampoco.
Pero me guardo dos de mis sitios predilectos: Santa María del Mar, más conocida como la Catedral del Mar (hasta tiene una novela en su honor), con sus interminables columnas y sus hermosos vitrales en contraluz, para sentarse un rato por la tarde a apreciarlos.
Y claro, la plaza más hermosa de todas, San Felipe Neri. Perdida entre callejuelas y la Catedral, esconde un encanto antiguo, un silencio único y un escalofrío, junto a esas huellas de disparos que delatan los fusilamientos que allí ocurrieron durante la guerra civil española. Venir de noche, sentarse en la fuente, sentir cómo las hojas amarillas de los árboles caen sobre la cara... Es espectacular, para enamorarse de ella y con ella.

Si llegaron hasta aquí, los felicito por su perseverancia, pero también les agradezco por estar.
Adios y buena suerte.

Tuesday, August 15, 2006

Parece

Parece una mierda que los días solo tengan algunas horas y que los años solo tengan un par de meses
y que solo se pueda vivir en una ciudad a la vez
y que solo se pueda tener una edad por vez
y que solo exista un tiempo, el presente,
y que lo único que tengamos para retener lo que pasa sean palabras.
Parece una mierda que lo bueno dure poco,
que lo malo lo recordemos siempre como mejor de lo que fue,
que perdamos la intimidad con la gente que dejamos de ver
y que no nos baste apropiarnos de todo el cuerpo del otro para agotar el amor que nos produce.
Parece una mierda que no podamos detenernos un instante
y apreciarlo en su totalidad, en su inmensidad,
sin dejar de experimentar todos los otros fenómenos que nos rodean.
Parece una mierda que no podamos decir la verdad sin sonar cursis,
que la expresión de la belleza suene siempre a poesía barata
y que las lágrimas expresen en igual medida y sin distinción la alegría y la tristeza.

Pero es así.

Supongo que es el precio que tenemos que pagar para que finalmente todo parezca tan hermoso.

(Para Georgina, que sabe perfectamente a lo que me refiero; éste es para tí, y para tu amiga, que bastante sabe ya de mis secretos y de mis alegrías).

Saturday, August 12, 2006

La cultura como loop o adiccion

Si uno lo piensa bien, no hay diferencia entre la cultura y las drogas pesadas. Todo acaba inevitablemente en una cadena donde no se puede estar bien si uno no sigue consumiendo. La cultura, a fin de cuentas, también es una mierda, nadie nos dijo lo dañina que sería.
Entonces vemos una película o leemos un gran libro o escuchamos un disco espectacular. Suelen agarrarnos por sorpresa, acompañados de una expectativa tenue o poco elaborada. La cultura es sublime cuando no estamos preparados para ella y, en esos momentos de mágico descubrimiento, quedamos marcados. Queda una impronta de placer que pronto será idealizada y difícilmente olvidada. Pero también es el nacimiento de una especialización que pronto deviene obsesión.
El consumidor de cultura buscará una y otra vez repetir experiencias pasadas, revivir ese momento glorioso donde se vio inmerso en belleza absoluta. El ideal de la variedad y del eclecticismo es una gran mentira. El momento en que una película comienza a asemejarse a otra que amamos, somos felices; una vez que terminamos de leer un libro que nos ha quitado el aliento, pronto buscamos otros del mismo autor, de la misma época, incluso del mismo origen. Consumir cultura, al igual que consumir drogas, se trata de un largo camino de especialización: consigo al dealer (autor) que me me de el material que más me eleve y lo exprimo hasta llegar al Nirvana.
Hoy fui a ver The Squid and the Whale, realizada por Noah Baumbach, esperando ver un Wes Anderson bis. Ni más ni menos, entré al cine pidiéndole que me de esa mezcla extraña y única que Wes Anderson vuelca en sus películas. Y me lo dio, mínimamente, pero termina siendo otra cosa. Y sé que me gustó, que la respeto como obra (más allá de ciertos excesos literarios o ciertas citas cinéfilas gratuitas), pero que el dejo agridulce que tengo es por otra cosa. Me reconozco como junkie de la cultura y veo por qué el goce no es tal. Supongo que lo mismo me ocurre cuando fasciando por Hemingway me pongo a leer Dos Passos, o cautivado por cierta obra de Scott Firtzgerald encuentro a otra del mismo autor decepcionante. No hay bueno o malo, hay "parecido a lo que me gusta" o "diferente a lo que me gusta".
Por cierto, anteayer vi en vivo y luego conocí en su camarín a Jerry González, mítico trompetista de jazz, quien tocó junto a Miles Davis o Thelonious Monk, entre otros. Me lo presentó mi amiga Andrea, quien aprendió a rodearse de gente extraordinaria constantemente, sea Javier Limón, músicos brasileños o cubanos o el mismísimo Jerry. Pero el momento pasó para escribir ese posteo y sólo quedará esta breve nota al respecto. Soy un hombre de atención dispersa y de ánimo cambiante y así vivo.
Hoy estoy en la cresta de la ola, tomando champagne con El Barba, mañana estoy en el sótano, pagándole a Satanás las cuentas que le debo.
Será esta triste adicción a la cultura la culpable, en gran medida, de esta eterna oscilación.

Friday, August 11, 2006

Fe de ratas

Resulta curioso que ciertas convicciones resulten finalmente poco acertadas. Yo venía canturreando la canción de Astrud citada en el posteo anterior durante dos días sin cesar y podía jurar sin temor a equivocarme que la letra iba como la nombro. Pero no, falló mi capacidad auditiva (o mi memoria, vaya uno a saber) y tergiversé (verbo que jamás uso pero aquí parece pertinente) el sentido de la canción. Debí haber verificado en Internet la letra, pero me guió una confianza ciega que siempre es bienvenida.
La letra dice: "Todo nos parece una mierda menos lo vuestro" y con ello se refiere a otra banda medio poppy y a su producción discográfica. El sentido de la canción me sigue pareciendo interesante, pero un tanto más trivial.
Sabrán disculpar la equivocación, pero a la vez lo tengo que decir:
Mi versión de las cosas me gusta más, y no porque sea mía.
Sino porque guarda un sentido más intenso, más visceral y más radical del amor y del mundo.
Que "todo nos parezca una mierda menos lo NUESTRO" sigue pareciéndose bastante a un ideal que me representa y que, cada tanto, se manifiesta en la realidad y me llena de goce.

Wednesday, August 09, 2006

Lo nuestro y todo lo demas

"Todo nos parece una mierda, todo nos parece una mierda, todo nos parece una mierda menos lo nuestro".
Es hermoso porque es simple. Podría ser grosero pero no lo es: es directo y es comprensible y es sincero. Es de Astrud, una banda que comienzo a apreciar, y define perfectamente lo que es (o debería ser) el amor, el gran tema de este blog y de la Historia de la Humanidad. Me parece que este verso simple de una canción pop ayuda a todo aquél que se pregunta si está enamorado o no y, a la vez, si es una historia de amor o una obsesión individual. Si a ambos les parece todo irrelevante en comparación con lo que tienen, entonces no hay duda.
Pero...
No es tan simple como ese verso que dos personas sientan eso mismo simultáneamente.
El idealismo es para pocos, estos días. A todos les gusta la idea del romance, pero nadie entrega sus intereses personales en pos de ese Amor decimonónico que hace rato dejó de predicarse.
La idea del Sacrificio amoroso, tanto o más importante que el Sacrificio religioso, es ya cosa de muy pocos, que son rápidamente tildados de anticuados o idealistas o románticos, como si uno fuera un obsesionado de Goethe o de Rimbaud.
Yo soy uno de esos y no me avergüenzo, me parece inmensamente más importante la intensidad amorosa que mi futuro profesional. Es menos frívola, me define más como individuo y es de lo único que no puedo arrepentirme. Es, en gran medida, la razón de mi vida y no me molesta decirlo. Y si no salí aún corriendo detrás de esa pasión no es porque no vino, sino porque las personas a las que fue destinada no piensan como yo, o no respetan a la intensidad como yo o, simplemente, dejaron que esa intensidad se apagara mientras yo ingenuamente seguía alimentándola.
A mí no se me ocurre nada más hermoso: que todo nos importe una mierda cuando somos dos y nadie más puede entendernos. Hay una violencia radical y visceral en la afirmación. No nos baste con que nos importen menos las cosas, sino que directamente nos parecen una mierda, una basura en comparación con lo que tenemos. Es el endiosamiento más absoluto del amor.
Pero yo les pregunto: ¿Alguno de ustedes que leen esto se siente así?
Yo hace mucho que no. Creo que nunca, si lo pienso bien.
Bla, bla, bla, bla y al final...
todo nos parece una mierda
incluso lo nuestro.

Tuesday, August 08, 2006

Va bene, motherfucker



Tiembla Don Johnson

Monday, August 07, 2006

La precuela a la triste ficcion

El ya sabía, por experiencia o por vox pópuli, que el amor es un deporte un más bien un juego de poder. Que su fino equilibrio se basa en la igualdad de poderes, o la mitad de la torta para cada uno de los participantes. O un acto circense, ser amante es ser trapecista, y el mejor trapecista es el que salta sin red.
Corrió a besarla entre la multitud, como el actor que nunca supo ser y chocó contra la breve frialdad de distracción en el rostro de ella. Un vagabundo, una estrella fugaz o un amigo que antes había sido su amante la había llevado a girar la cabeza por un instante, envuelta en la curiosidad. Ese instante bastó para que el beso de él quedara suspendido, incompleto, unilateral.
En ese momento, en que saltó sin red, notó que el otro trapecista no estaba tan atento en atraparlo. Un fallo menor que conduce a la muerte segura.
Mientras atravesaba el portal de la casa, dejándola atrás para siempre, se dijo a sí mismo que tal vez no tenía futuro como trapecista y que estaba condenado a la carcel abstracta y racional de un eterno juego de ajedrez.

Sunday, August 06, 2006

Una más entre tantas ficciones tristes

El estaba mirando atentamente a la curva sensual que sus piernas dibujaban entre la falda cuando ella estalló en una carcajada, motivada por un comentario ajeno, y en ese momento él pensó que no recordaba haber visto algo más hermoso, o algo más extraordinario o algo de cualquier tipo, en cualquier circunstancia posible. Pensó que probablemente no le alcanzaría el universo entero ni la tecnología toda ni la imaginación más extensa para capturar ese momento con la potencia que estaba ocurriendo y que, mejor aceptarlo de entrada, no tenía ninguna posibilidad de abarcarla a ella en toda su complejidad, en toda su extensión, en su globalidad.
Ese es, asumo, el significado del amor, pensó. Quiero pero no puedo, no me alcanza, no es suficiente, no basta, deseo más. En ese "no logro sacarte todo el jugo que quisiera" hay mucho más que deseo, se dijo. Allí reside el sentido más puro del Amor, en que esa mujer es súbitamente todas las mujeres, el arquitipo que resume a la vez todas las virtudes y todos los defectos de la femineidad.
Fue un segundo nada más el tiempo que bastó para que ella hiciera un giro de cabeza erróneo, una pitada al cigarro demasiada grosera, un chiste a destiempo o la incapacidad de reconocer un gesto íntimo. El no lo supo, o no quiso saber, pero el golpe del cambio lo aturdió como una estereofonía asesina. Algo había quebrado el equilibrio universal, el balance de las cosas. Las moléculas eran las mismas, los tejidos habían permanecido invariables y era de esperarse que la unión entre neuronas conservara su curso, pero ella ya no era la misma, no al menos ante los ojos de él.
Si no está en ella, se dijo él, está en mí. El amor está en mí, escondido en mi mente, esperando a ser asignado.
Qué triste, reflexionó, si a fin de cuentas amar fuera sólo un juego solitario, una mentira a uno mismo, una ficción de dos.
Quiso retroceder los pasos y volver al idilio, pisar firme en tierra conocida y actuar como si aún fuese maestro de un dominio que le había sido entregado.
Discretamente, se levantó y caminó hacia la sala, como si se dirigiese al baño. Ella interpetó este movimiento como una ausencia temporaria y la leve caricia que él estampó sobre su rodilla enfatizó la sensación, pero ni bien había terminado de recorrer la distancia de la sala él se dirigió hacia la puerta de salida, llamó al ascensor y ella nunca más volvió a saber de él.


(Esta breve pieza es ficcional y cualquier semenjanza con la vida de alguno de los lectores es pura coincidencia. Ningún animal resultó herido en el proceso de su realización).

Volver al presente

Mi vida ahora es como una caja china, o como un sistema en el que la información se mueve hacia abajo y hacia arriba en diferentes niveles. ¿Se entiende? Volví, luego de tres semanas en Italia volví a Barcelona y eso implica bajar un nivel de información. Pero falta otra vuelta, la de Barna a Baires, otro descenso en la cadena de información. Podría darse un sistema recursivo en el que para volver a Baires hay que volver a Barcelona y para volver a Barcelona hay que volver a Barcelona y...
Pero no, en la vida real la información viaja en un sentido y es lineal.
Ayer fue un día alocado, la verdad. A las ocho de la mañana estábamos en Nápoles, a las once de la mañana en Roma, a las once de la noche en el aeropuerto de Barcelona y a las doce, en un bus. A las dos llegábamos a un bar donde nos encontramos con Chiara (finalmente) y Chuchi y algunos invitados más que conocimos con gusto. A las cuatro estábamos junto al puerto en una batucada callejera, a las seis estábamos vagando por las Ramblas y a las ocho estábamos echados en la playa, donde dormimos hasta las nueve. A las diez y media me eché en la cama, finalmente.
Y ahora, ¿Qué?
Antes que nada, una buena noticia. Acá aún quedan más amigos de los que esperaba encontrar. Está Adri, está Carles, está Andrea, María...
Vienen días de no proponerse nada, días de dejarse llevar por la circunstancia, de no ponerse límites ni horario de cierre. Días de estar con la gente, de escuchar a la gente, de dejar marca en la gente. Días de dar lo que no se dio hasta ahora y de dar incluso lo que no se tiene.
Tengo pocas certezas, pero les puedo adelantar lo que sé: en estos días haré una lista de mis lugares preferidos e imperdibles de Barcelona y también haré un recuento de conciertos, experiencias y personajes que quedaron en estos meses tan intensos.
Perdón si este posteo se vuelve un poco magro, un poco escueto... pero creo que a esta altura soy transparente, ya saben más de mí de lo que yo sé de mi mismo.

Thursday, August 03, 2006

Sueño en Napoles

Quien parafraseo la frase para que fuera "ver Napoles y despues morir", supongo que lo decia literalmente. Porque Napoles es la muerte, un agujero en la tierra, basura de ciudad donde todos los hombres parecen borrachos y estafadores y todas las mujeres parecen putas. En ninguna otra ciudad una guia de turismo local te advierte como pararte para que no te roben ("postura desentendida"). Basta pasar un dia en esta ciudad para entender de donde viene lo peor de la argentinidad y no es loco, mas alla de la extraordinaria pizza local, pensar que uno puede estar en Asuncion o en el Chuy uruguayo.
La visita a Pompeya termino rapido hoy y volvimos. No queriamos pasear por estas calles sucias y pecaminosas otra vez y nos tomamos una larguisima siesta. Tuve un sueño absolutamente extraordinario. Largo y detallado y asi lo recordaba al despertar.
Eramos un grupo indefinido (como suele ocurrir en los sueños), revolviendo cosas en un mercado de pulgas. Un mercado fascinante, poblado de objetos polvorientos de los años cincuenta. Alguien sugeria visitar a Andy Kitainik (no explicare a mis lectores quien este amigo de toda la vida) pero la invitacion quedaba en el aire. Aparecia Cecilia, mi ex novia (esto es clave en el sueño) con lo que parecia un porro pero aclaraba que era un cigarro normal, el cual me entregaba. Yo hablaba con ella y habia buena onda, a pesar de que hace mucho que no la veo. Me daba cuenta de lo atractiva que estaba y se lo queria decir pero me incomodaba la posibilidad de que ella pensara que yo le tenia ganas. Lo cual era cierto, le tenia ganas.
El grupo se aburria de revolver y nos ibamos. Subiamos a un auto que pronto levantaba vuelo y empezabamos a circular entre edificios altisimos, rascacielos paralelos, pero de ellos colgaban miles y miles de trajes y sombreros y paraguas y muebles (muy Magritte, la verdad). Ceci y yo gritabamos que era increible, preguntabamos si estaban a la venta, nadie sabia nada. Poda (o Matias, como se quiera), mi amigo que conducia, anunciaba que se habia equivocado y que hacia falta un aterrizaje forzoso. Esto generaba un revuelo entre la gente cercana y varias personas venias a ayudaros a salir, a pesar de que estabamos perfectamente. Una pareja de viejos norteamericanos todos vestidos de blanco proponia hacerse cargo de los gastos y Matias aceptaba la propuesta. Caminabamos y uno del grupo gritaba que tenia una fiesta cerca, que lo siguieramos.
Llegabamos a una mansion de la zona y entrabamos sin resistencia. El grupo crecia y disminuia sin razon, aparecian Facu y Ceci, aparecia Tincho, Sebi estaba todo el rato y, por supuesto, Ceci. En la sala de ingreso estaba Juan Cruz Bordeu tomando algo y, sentado solo en un sillon, Fito Paez. Descubriamos a cantidad de famosos argentinos en la casa (creo que estaba Dolores Fonzi desnuda), pero no habia tanta gente. Se notaba que la cosa era selecta, para pocos.
En el cuarto vecino nos descalzabamos y empezabamos a juguetar, aunque en un momento notamos que la otra gente estaba teniendo sexo a lo bestia. Un grupo homosexual y otro heterosexual, con penetracion en vivo y en directo. Nos incomodabamos y volviamos a la sala central. Algo raro habia con todo esto, Tincho se iba a su casa del shock.
La sala principal estaba ahora mucho mas poblada y habia juegos de luces y musica. Un hombre de chomba roja sport se me acercaba a hablar. "No diga mas nada", le dije, "usted es peruano, reconozco el acento". El hombre, que efectivamente era peruano, me explicaba que era el lugar. Me mostraba el busto de un hombre anciano y de bigotes (como el de Monopoly) y un retrato del mismo y comentaba que el viejo decidio crear un lugar donde la gente selecta pudiera hacer fiestas y descargar tensiones. Aparecia en ese momento una mujer china con su traductora y le daba la mano al peruano, preguntando por la salida. A mi solo me miraba pero no me saludaba. Cuando la mujer se iba, el peruano me codeaba. "Sabes quien era esa, no?", y yo haciendome el importante, no vaya a ser que descubran que soy un ignoto y me echen de la fiesta. Un drogon me sacaba el cigarrillo que Ceci me habia dado de la mano (todavia me aferraba a el, se nota, aun si ya no habia rastros de ella) y yo le aclaraba que no era marihuana, pero al drogon le daba igual. Sus amigos se lo llevaban a las rastras y el peruano me tranquilizaba. "No te preocupes, ese esta perdido ya".
Sebi me venia a buscar y yo descubria que todas las imagenes de la fiesta proyectadas se hacian con mi filmadora. Le mostraba a Sebia la camara proyectando y el estuche al lado. "No, son iguales a los tuyos, pero vos no trajiste tu camara". Me proponia salir y lo haciamos.
Estabamos en San Isidro o Acassuso, pero no era igual a la realidad. Habia calles que subian y bajaban, muy pintoresco. Luces amarillas, calles de piedra medievales. En un callejon, Sebi se sentaba junto a una mancha de pintura y una caja de huevos, los levantaba. Yo le deciaque lo suelte, pero el me pedia que hiciera una lectura simbolica del hecho. Entonces, sin palabras, entendia. Estabamos frente al taller de Peter Malenchini, el abusador de niños, donde ambos fuimos de pequeños a pintar y esculpir. Me daba un poco de añoranza, no de asco.
Al doblar la calle aparecia un bar cuyo logo era la silueta roja de una mujer de los años veinte, sombreros, encaje, tacos. Junto a la puerta estaban los cocineros dialogando con la ultima moza presente, vestida como el logo del bar. Estaban cerrando. Al final de esa misma calle, otro bar, mas concurrido, donde las mozas estaban vestidas en trajes encajados de vinilo brilloso amarillo y todas usaban anteojos de marco rojo. Habia demasiadas mozas para la cantidad de gente presente pero el lugar, muy años cincuenta, se veia bien. Busque si una de las mozas no era alguna amiga de Ceci pero no. Desperte.

Todo muy vivido, todo muy real, todo muy significativo. A todos los elementos del sueño les encontre un sentido logico y conciso. No explicare hoy. Pero es asi, una secuencia narrativa entera que revela cosas importantes para mi.
Un sueño de locos pero revelador.