Saturday, April 29, 2006

M-I-E-D-O

Nunca se puede estar demasiado preparado para noches como esta, noches de revelación, en las que uno ve esa luz que pensó que nunca vería y piensa que es de mentira, que es sólo una impresión pasajera. Pero es verdad, es importante y da miedo.
Hoy me dí cuenta que soy de los miedosos. Que vendo una imagen pero que no estoy a la altura, que dejo que crean eso pero siendo lo opuesto.
Elijo rodearme de los más miedosos que yo, para poder ser el osado del grupo, pero no soy más que un cachorro junto a los que la viven en serio, al límite.
Se llama miedo.
Me mata el miedo.
Me enseñaron a vivir así, rogando que me pegara el rayito de luz para quedar por siempre iluminado. Me enseñaron a respetar las reglas y hacerlas cumplir religiosamente. Me enseñaron la mesura y me disuadieron de caer en las garras de lo impensado.
Y aquí estoy, contando los billetes en cada momento, calculando las acciones y los movimientos, arriesgando lo menos posible. No por nada afirmé que siempre que no iba al casino porque tenía más miedo a perder de lo que deseo ganar. Una vida en la que nada se pierde y nada se gana, solo se está bien.
Jamás arriesgué y obtuve sendas veces el premio consuelo.
Canté las canciones y grité que haría eso que ellas hacen, pero nunca lo hice, nunca lo haré.
La vida rock and roll es para la historia y para las películas. Pero yo no soy así.
No fui así cuando creí que era bisexual, o cuando me pintaba las uñas, ni cuando decidí que no era tan grave drogarse. No fui rock and roll con mis amigos ni con mis enemigos, ni con mis familiares ni con fragrantes desconocidos.
Mi vida es aburrida y fácil y convencional, como la de cualquiera.
Me aterra el contacto humano como a cualquier hijo de vecino y siempre es más fácil degradar a los demás en nuestra mente que en la realidad. La vida está ahí afuera.
No soy indiferente a la muerte, ni pierdo la mesura ni mantengo las promesas que hago.
Y acá estoy, sentado, desnudo, solo, escuchando al segundo movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven hecha en sintetizador moog por Wendy Carlos, escribiendo estas líneas para todos, para nadie, sin saber si mañana, cuando deba correr para subirme a un auto, a las apuradas, a Niza, tendré todavía este estado de la mente o si habré cambiado para bien, para riesgo, para osadía.
Jamás escribí un posteo tan psycho, border, pasado como este.
Vaya uno a saber lo que pasa.

Tuesday, April 25, 2006

Argentinos de mierda

Eso.
País de mierda lleno de gente de mierda.
Y para colmo... no hay nada más asqueroso que un argentino emigrado, viviendo en tierra ajena.
España, como si fuera un gran pedazo de mierda que atrae a las moscas argentinas, está llena de ellos. Pobre España, España la bruta, España la tosca, España la que quiere ser culta como su pasado culto. Pero no podrá si los inmigrantes siguen siendo estos moros traficantes, estos subsaharianos empeñados en no adaptarse, estos sudacas no instruidos. Y, sobre todo, estos putos argentinos con sus putos "vos" y sus putísimos "che" y sus inaceptables "boludo".
España la triste, España la vieja al menos podría haber recibido a los argentinos "bien". A los que se educaron apropiadamente, a los que hacen un uso correcto de la lengua, a los que tienen distinción y cierto aire de mundo. Pero le tocó lo peor a la pobre España... le tocó los argentinos bien pero bien clase media, los argentinos de aspiraciones mediocres y de poco vuelo, los que atienden mesas y los que labran el pan. Los cultos están en algún lugar, escondidos... Claro, la historia es cíclica y todo lo que viene (el gallego bruto, el andaluz trabajador, el catalán silencioso de principios de siglo XX) tiene que volver (esa masa amorfa de tercera generación de italianos argentinizados, que hacen del amiguismo una forma de vida y del robo simpaticón un motivo de complicidad).
Analicemos dos ejemplos que acontecieron simultáneamente.
Mientras Juan Román Riquelme, supuesta estrella de la Selección Nacional Argentina y máxima esperanza de toda una nación, echaba a perder el penal que le daría al modesto Villarreal la oportunidad de soñar con la final de la Champions League en el último minuto, la moza (argentina) que me atendía en el bar donde me encontraba cometía un grosero acto de argentinidad. Dispuesto a pagar las dos cervezas que me había tomado, la joven (vulgar, impostádamente simpática, grosera hasta en sus formas) me dice que debo pagar tres cervezas. Me niego rotundamente.
- Sé que fueron tres, pero te cobro dos - dice, sin mosquearse, acelerada, como si quisiera evidenciar que tiene mucho trabajo.
Pago mis dos cervezas con todo el odio del mundo.
- El hecho de que me dijeras que tomé tres pero quise pagar dos me pareció una desubicación - le dije, para que supiera mi desprecio sin perder mi caballerosidad.
Se hizo la desentendida y desapareció, como si fuera mi culpa.
Típicamente argentinas, las dos acciones.
a) Desaparecer en las difíciles, asustarse ante la posibilidad de la grandeza, mostrarse como un perdedor por miedo a triunfar. Eso hizo Juan Román Riquelme, en representación de 40 millones cobardes que sólo saben hablar.
b) Cometer un error grosero, acusar a otro y, una vez evidenciado el error, negarse a reconocerlo y disculparse. Eso hizo la mesera, esa turquita regordeta que representa la falta de educación, de nobleza, de elegancia y de refinación que no es más que un estereotipo detrás del cual se esconden tantos otros.
Y yo, en el medio, pago el precio. ¿Cómo? Siendo argentino. No lo niego, lo reconozco. Pero con toda la vergüenza del mundo. Porque yo me esfuerzo por ser educado, por ser respetuoso, por ser valiente y por dar la cara. Pero me antecede esta imagen, la imagen que el mundo tiene de nosotros.
No se trata de hacerse el mártir ni de montar el ejemplo. Pero yo me merecía algo mejor. No sé, la neutralidad suiza, o la frialdad japonesa, o el automatismo sueco.
No esto. No el castigo de tener que detestar a mi propia gente, con la cual comparto apenas ciertas pasiones futbolísiticas y culinarias y algún que otro modismo verbal.
Algo jodido habré hecho en una vida anterior para que en esta me tocara este castigo.
El infierno, como dijo JPS, son los otros.

Sunday, April 23, 2006

Mi generacion 2 (¿O soy solo yo?)

No puedo tolerar un solo domingo más. Simplemente me desgastan y me sacan las ganas de vivir, los domingos. Incluso los antidomingos, esas situaciones en las que uno actúa como si fuera sábado, intentando quebrar a las leyes y al sentido y a la sensación general de domingo, tienen sabor a domingo. Peor, a domingo roto. A vicio.
No puedo seguir viviendo con la sensación de mediocridad. No se puede seguir planeando a futuro pero esperando que ese futuro nunca llegue. Sé que nunca voy a terminar nada de lo que empiece, sé que nunca nada termina. No puedo vivir con ese miedo. No puedo (ni quiero) seguir levantándome cada mañana para hacer lo mismo o para engañarme de las mismas maneras. No puedo seguir pensando que sé de algo cuando no sé sobre nada, puras habladurías. Leer un libro de lógica no te hace inteligente, aún si los otros crean que lo sos.
Se trata de tomar decisiones. Se trata de ser lo suficientemente afortunado como para ser un obtuso y poder elegir algo. Porque hay que ser obtuso para poder descartar todas las posibilidades de este mundo para quedarse con solo una. Y ser obtuso es ser realista, el mejor de los méritos posibles. Elegí una idea, una mujer, un camino, un instrumento para tocar. No se puede seguir postergando esa decisión.
Ya elegiste mal y lo sabés, de nada sirve regocijarte en tu error. Basta de jugar con la herida una y otra vez, dejála que cicatrice y ya. Este domingo no tiene por qué ser como todos los otros, gris y monótono, caminar por las mismas sendas, encontrar siempre las mismas caras, escaparse de las mismas maneras y se hace de noche, sensación de otro día más desperdiciado.
Basta de sentir tanta lástima por vos mismo, por el sexo que no tuviste, por el logro que no conseguiste, por la tenacidad que nunca aprendiste.
No sos un genio, nunca lo vas a ser. Basta de pretender, aún secretamente, que hay algo más allá. No se trata de creer en algo o de construir algo, sino de hacerse a la idea de que no va a cambiar, no va a detenerse. No se trata de lo que uno sabe, o de lo que uno aprende, o de lo que uno cree. De nada sirven las experiencias si no van dirigidas a un fin mayor... la mediocridad bien entendida, la especialización.
Estoy harto de comer y de ahorrar y de especular y de negar y de bailar y de coquetear y de analizar y de soñar. Estoy harto. Estoy harto de que no sea sí ni que sea no, estoy harto de que piensen esto y que sea aquello, estoy harto. Harto, harto, harto de que cada mañana sea el mismo ritual primitivo, de que la esperanza sea pasajera, de que sea tan evidente que todo es de mentira y harto de saber que la vida me va a castigar con una existencia larga y duradera, que poblaré esta tierra hasta que se me hayan caído todos los dientes y no me soporte ni mi enfermera.
Estoy cansado de que nadie lea ya este blog, de que escriba aquí en el vacío para mi propia satisfacción y de estar tan pero tan solo. Cansado de pelear contra todos, cansado de tolerar mi propio abuso y cansado de esconder la cara detrás de barbas, de accesorios, de muecas y de máscaras. Estoy putamente cansado.
Pero no va a detenerse.
No va a detenerse.
Y me enoja, y me frustra y me desespera, pero eso no cambia nada.
No quiero ser lo que soy pero tampoco sé ser otra cosa.
No es más que otro giro extraño, el ascenso progresivo de tristeza y frustración hasta volver al incio.
Infinita tristeza.

Saturday, April 22, 2006

Mi generacion

Es muy fuerte cuando uno se da cuenta de que todo el mundo fuma porro, casi tan fuerte como cuando uno se da cuenta de que todo el mundo se masturba. Y se pone aún más loco cuando uno se da cuenta de la cantidad de gente que toma merca y, un poco menos, la cantidad de gente que se da con éxtasis.
Pero no vamos a ningún lado.
Es hora de que mi generación entienda algunas cosas.
De nada sirve que gritemos rock si después no sabemos cómo vivir rock.
Dejémos de recargarnos con pins y juguetitos, colores intensos y estilo punk demodé si no estamos dispuestos a vivir esa vida.
Basta de intentar tapar la fealdad o la falta de sabor con atuendos y cortes de pelo extraños.
Dejémos de tener tanto, tanto miedo de las cosas y de la gente.
No necesitamos decirnos lo que pensamos o vender una imagen a través de remeras.
No somos anarquistas vistiendo de trash y recitando a autores comprometidos que sacamos de revistas de moda.
No busquemos refugio en la homogeneidad de nuestros pelos parados, nuestros anteojos de sol gigantes, en nuestras remeras musculosas o en nuestras zapatillas deportivas.
No volvamos todos a los setentas, a los pelos afros y los zapatos de campana, a las chaquetas adidas y a la moto Vespa.
Somos las sobras de generaciones pasadas que supieron atrapar algo más de la escencia de la vida.
Qué triste que eres, siglo XXI.

Monday, April 17, 2006

El Cazador y sus ultimas palabras



Hunter Stockton Thompson, único e irrepetible. Junto a Kurt Vonnegut y Thomas Pynchon, piezas ineludibles en esa masa heterogénea y delirantemente hermosa que fue la literatura norteamericana de los años 50 y 60. Hunter fue uno de esos tipos que vivió bajo su propia ley y que murió en coherencia a su estilo. Mucho más punk que los punks, mucho más beatnik que los beatniks, mucho más psicodélico que toda la troupe de hippies y acidomaníacos de los sesenta. El verdadero mesías, la encarnación más perversa y real del sueño americano (obsesión que lo acechó toda su vida), Hunter S. Thompson sigue siendo uno de mis ídolos más profundos. Hoy, más que nunca, lo tengo presente y deseo homenajearlo.
Por eso quiero citar sus últimas palabras conocidas, que escribió en un papel con un marcador antes de pegarse un tiro en la cabeza mientras su mujer hablaba por teléfono, su hijo sacaba una foto, su nuera dormía y su nieto jugaba a un juego de preguntas y respuestas.
El título es "Football Season is over" (La temporada de fútbol ha terminado) y fue publicado por la revista Rolling Stone tres meses después de la muerte:

"No More Games. No More Bombs. No More Walking. No More Fun. No More Swimming. 67. That is 17 years past 50. 17 more than I needed or wanted. Boring. I am always bitchy. No Fun—for anybody. 67. You are getting Greedy. Act your old age. Relax—This won't hurt."

(No más juegos. No más bombas. No más caminatas. No más diversión. No más nadar. 67. Son 17 años luego de los 50. 17 más de los que quería o necesitaba. Aburrido. Siempre estoy quejándome. No hay diversión - para nadie. 67. Te estás volviendo codicioso. Actuá tu propia edad. Relajáte - Esto no dolerá).

Su funeral consistió en que dispararan sus cenizas desde un cañón montado en una torre con forma de un puño de dos pulgares apretando un peyote. Fuegos artificiales con los colores de la bandera norteramericana iluminaron el cielo. Hubo 280 invitados al funeral, financiado enteramente por Johnny Depp, y "Mr. Tambourine man", de Bob Dylan, no cesó de sonar durante la extensión del evento.
No se me puede ocurrir una muerte mejor para un tipo así. Ojalá mis amigos tengan el mismo respeto hacia mí cuando me vuele la tapa de los sesos en un sótano húmedo, sórdido y oscuro, en mitad de un sincero acto de poesía.

Sunday, April 16, 2006

Sensaciones y teorias/Alla y aca/Antes y ahora

Llevo demasiado abrigo para esta mañana excepcional, pero poco me importa. El chaleco verde petróleo y la campera deportiva holandesa son mis fieles compañeros y no pretendo abandonarlos por un simple cambio climático. O simplemente me da igual tenerlos puestos o quitármelos. Me da igual de la mejor de las maneras posibles, lisa y llanamente todo está bien.
Atravieso Paseo de Gracia a paso lento y cansino, los pies hinchados por las botas, otras amigas íntimas que no me abandonaron en la duración del periplo. Me duelen los pies y decido darles un descanso en una de las tantas mesas que dan a la vereda de los cafecitos céntricos. Llevo la barba espesa y sin delinear, las ojeras groseras y el cutis grasoso, denso. Coincide con el hecho de que hace unos tres días que mi cuerpo no pasa bajo el efecto del agua o del jabón y la evidencia está presente. Mis labios están cubiertos de cicatrices y estoy más flaco que nunca, al borde de ser transparente. Me siento como una mezcla bastante desequilibrada entre Hunter Thompson y Ernest Hemingway. No es que alcance en algún sentido la altura literaria de cualquiera de esas dos figuras míticas, pero los dos días que llevo sin dormir, robando horas de sueño en plazas públicas o en estaciones de tren, y mi tendencia a tomar cervezas en bares de paso o cafés en cafecitos semidesiertos o poblados de especímenes raros me acercan a esos dos hombres de letras. Y de excesos, claro está, pues no se puede pasar una semana en Amsterdam y no consumir algún tipo de narcótico (Thompson) o beber algún tipo de bebida intensa y alucinógena, probablemente ilegal (Hemingway).
Lo cierto es que estoy de vuelta en tierra catalana y siento que algo cambió. Los siete días transcurridos en tierra lejana se sienten como una eternidad, como un lapso de tiempo mayor, como si hubiese vuelto de una guerra. Como si hubiera vuelto a casa. Eso cambió. Me siento en casa. Luego de siete días de lluvias y nubes, me invade este intenso sol mediterráneo y me hace olvidar de todo. Caminar por las calles semivacías inundadas por la luz de este sol radiante despeja todas las dudas. Se parece mucho a la felicidad.
¿Pero qué es casa? ¿Qué imagen viene a la mente cuando pienso en casa? Cuando pasaba frío, recostado y revuelto en un banco de plaza en Amsterdam, y soñaba con estar en una cama propia... ¿Qué cama era? ¿La cama de dos plazas, abierta y señorial, que me espera más o menos impaciente en Buenos Aires? ¿O mi catre de una plaza modelo Ikea que reposa en Barcelona, donde duermo de prestado? Buenos Aires aparece en mi memoria como un recuerdo lejano e inmemorial, de otra época u otra vida, poblada de seres extraordinarios de quienes sé todo pero poco parezco asociar a mi actual existencia. La vida parece componerse de fragmentos, o de esferas, y vaya uno a saber si esas esferas son realmente reconciliables.

Holanda y Bélgica no solo me dejaron sus paisajes y sus molinos, sus drogas y sus museos, sus lluvias y sus pobladores altos, rubios y hermosos, como Hijos del Sol. Yo creía que lo más relevante del viaje era que iba a conocer a la meca de los Coffe shops y a la tierra del museo Van Gogh, pero me olvidaba del detalle clave. Viajar solo. Solo. Ser responsable único y total de las decisiones tomadas. Tomar decisiones, todo el tiempo. Lidiar con el tiempo, con el silencio, con la soledad. La soledad. Así, pensando, entendí algunas cosas que no creo que supiera reconocer antes. Lo que algunos llaman “conocerse a uno mismo”.
No es lo mismo estar solo que sentirse solo. Es fácil confundirse, pero la diferencia es, en un principio, física; hay o no hay un otro cerca. Suele ocurrir que en el día a día uno tiene a otro cerca pero no sabe cómo crear el vínculo o no sabe cómo llegar a ese otro. Eso es, básicamente, sentirse solo. Cuando uno se encuentra en una tierra ajena, sin posibilidad de contacto directo con elementos de su propio entorno, de forma tangible - acordemos que el teléfono o Internet no son más que hologramas que olvidan la necesidad humana de contacto -, eso es estar solo. La distinción parece superficial, o incluso caprichosa, pero no lo es. Sentirse solo tiene solución inmediata, es un mal consolable. Estar solo no, no tiene fin inmediato, es el ser mismo y su angustia corporizada. La diferencia, por nimia que parezca, marca el límite entre el (posible) capricho y el dolor.

La soledad puede llevarse calma o turbulentamente. De cualquier modo, contamina la existencia y la experiencia; el modo en que llevamos a la soledad (o en que la soledad nos lleva a nosotros) determina el modo en que vivimos. Los viajes son un ejemplo básico de esto: uno es aislado de su entorno y esto lleva a que la soledad se configure positiva o negativamente, según el estado de las cosas. Una soledad bien llevada puede derivar en una actitud contemplativa, observadora, en una naturaleza inconscientemente voraz por absorber todo lo que ocurre alrededor en el más preciso detalle. Una soledad mal llevada conduce a la angustia, al enclaustramiento dentro de uno mismo, a la incapacidad de retener no sólo detalles sino superficies o fenómenos de gran escala. La angustia positiva es centrípeta, la angustia negativa es centrífuga. El animo que uno tiene, el entorno y el azar determinarán el resultado final.

Friday, April 07, 2006

La vida en aeropuertos

Es, como siempre, un período raro. Por deficinión, mi vida, por hechos o por lectura de esos hechos, se compone de rarezas. Nueva York quedó atrás y volví a Barcelona. Barcelona la guarra, a quien lavan cada noche, Barcelona la casta, que se limpia sola cuando llega el día. Me atacó la melancolía; esa sensación de que nada se va a volver a repetir, esa mezcla de goce por lo efímero de las cosas y de dolor. No sé cómo describirla sin caer en el cliché y asumo que el lector sabe de que hablo. Me ví súbitamente sentado en una mesa, viendo como una chica intentaba volver a ajustarle el corpiño (sostén, diremos) a la otra, en una mesa de bar, y me invadió esa sensación. No es que la escena no fuera sensual, pero no me llenó el erotismo o la sensualidad. No es que la escena no fuera graciosa, pero no me reí. Simplemente pensé: "Qué extraña es la belleza cuando aparece y qué inaprehensible que es". Y luego pensé: "Qué hermoso y a la vez qué doloroso pensar en todas esas mujeres que nunca tendré y en todas esas mujeres que tuve y no volveré a tener o incluso qué doloroso pensar en las que tengo y aún así no llego a abarcar". Y eso derivó en todo lo hermoso y en cómo cambia la apreciación de las cosas según el momento y la compañía y... caí en un remolino profundo, una especie de somnolencia íntima. De esas melancolías dulces que nos toman siempre mal parados pero que siempre son bienvenidas.
Eso no me impidió comprar hoy mi pasaje para Amsterdam. Se viene Semana Santa, que aquí dura diez días (!!) y me voy al paraíso de las drogas y la prostitución. Creo que me merezco una semanita de hash bars, zonas rojas y mucho, mucho Rembrandt y Van Gogh (!!!!). Una pizca de Bruselas y otro tanto de Brujas para complementar, claro.
De más está comentar que en Nueva Yol ví a Natalie "V" Portman por la calle un sábado a la noche, vestida muy al natu, despidiéndose de sus amigotes. A punto de tomarse un taxi. Yo llevaba corbata y creo que por eso llamé su atención. Creo que incluso me miró, desde su metro cincuenta de altura. Esas cosas que pasan en Nueva Yol, uno va por la calle y ve famosos.
¿Y entonces, qué? Nada, pues. Nueva Yol-Barna, Barna-Amsterdam. Esa es mi vida hoy. Terminales, maletas, continentes, acero, vidrio y bourbon de free shop. Yo la elegí y no me quejo, señores, vivo del jet lack y como en recipientes con papel metalizado. Pero el tiempo apremia y no sé por cuánto tiempo más voy a ser joven. Y si el precio que hay que pagar es vivir en aeropuertos, ¿Para qué negarse, coño?

Saturday, April 01, 2006

Aventuras y desventuras de un tipo como yo

Como dice el título arriba. Ayer estaba en la comodidad primaveral de Barcelona, hoy me despierto en el leve calor perfumado de Nueva York. La fantasía casi cinematográfica de llegar al aeropuerto con escaso tiempo, tomar un taxi conducido por un hindú y llegar al teatro sobre la hora para ver un show de danza contemporánea. Así soy yo, vivo de la fantasía y, cuando puedo, la concreto.
El vuelo fue un calvario. Pesadilla. Todo de día, como si la noche existiera. Volando contra reloj, como dicen. Junto a mí, un madrileño un tanto regordete y otro tanto facho, simpático pero bribón. Filósofo de la vida, pero con ciertas visiones oscuras.
"Cuando tomas un gran pedazo de mierda y le das forma, sale un catalán. Pero no te pases de ancho porque te sale un vasco, eh", dice mi amigo madrileño, Pedro. Se ríe con los ojos entrecerrados, como el perro pulgoso, y yo se lo festejo, menos porque me divierta que porque me da trabajo discutir con el. Despues intenta levantarse a la azafata, la Sargento Lorenzo, pero ella le muestra su mejor cara de chásis. El me mira, pero a mi no me importa nada.
Antes de salir de Barna, soñe que una horda de peronistas invadían mi casa de Buenos Aires (???). No se que los hacía reconociblemente peronistas, pero se que yo gritaba que salieran de mi casa, que lo que hacían era ilegal, que se sacaran mi ropa. Lo miraba a mi papá y le decía: "Yo te dije que hay que ser reaccionario, hay que matarlos a todos". Extraña visión propia, no del todo mentirosa. Porque, en el fondo, pero tambien en la superficie... soy bastante facho. El hijo de puta medio querible.
De una manera un tanto loca, extraño tambien a X. Bien sabido es que no soy adepto a poner seudónimos, que en este blog a la gente se la nombra con nombre y apellido, sin importar las consecuencias. Pero esta vez es distinto... ella es tan sutil y tan refinada que no quiero compartirla con ustedes. Y lo mejor es que no es consciente de su elegancia, no está trabajada. Como dirían mis amigos los españoles, "una gozada, tío". Disfruto tanto de su pudor, de sus pequeños gestos ingenuos, de cuando me habla como si fuera una nena, mordiendo sensualmente una lapicera. Me encantan sus anteojos color salmón (un detalle de color y de riesgo que me fascina)y esa mezcla tan inusual de gracia y torpeza que me vuelve loco. Como las buenas adicciones, me deja fabulosamente insatisfecho. Una vez más, soy presa de la idealización completamente autoconsciente, pero... ¿A quien puede molestarle, más allá de a mí mismo?
Hoy toca más danza, más cemento neoyorkino, algún cafecito en un bar del Village y, probablemente, Barcelona - Real en algún bar gallego, para no perder la costumbre.
Si alguna vez vuelvo a decir que la vida me maltrata, por favor, denme golpes en el rostro hasta que pierda su forma original, pero no se olviden de que quede en evidencia que es un acto de amor. Siempre un acto de amor.