Wednesday, November 30, 2005

Dime, pornstar...

Hoy fue Crissy Moran. Ayer fue Aria Giovanni y creo que anteayer fue Peach.
Las pornstars son de otra galaxia. Son mujeres elefantiásicas, monumentales, temibles.
La pornstar es una bomba y no quiere dejar de estallar. Quiere hacer daño.
Vende fantasía de dominación pero es ella quien domina, quien lleva las riendas. No nos mira fijo en vano.
Su cuerpo está allí pero su cabeza está a miles de kilómetros, junto a nosotros.
La pornstar sabe lo que queremos.
Sabe que no se parece a nada de lo que vemos día a día, que son demasiado buenas como para ser verdad, demasiado guarras para ser respetadas socialmente.
¿Sueñan estas mujeres? ¿Aman apasionadamente, melodramáticamente? ¿Lloran a borbotones, no porque perdieron a su marido nonagenario de un problema de coronarias o porque se incendió su pequeño pueblo natal en Arkansas, sino porque les han roto el corazón? ¿Tienen corazón?
¿Qué te pasa a tí, pornstar, cuando el joven hormonal o el marido traicionado o el inadaptado social o el cincuentón fracasado acaban de masturbarse con tu imagen? Cuando sacian temporalmente su deseo, cuando imaginan que te poseen y te abandonan, ¿Dónde vas a parar tú, que no tienes ni el aspecto ni el interés por ser presentada en sociedad? ¿Vives en alguna sociedad?
Una muñeca. Ni más ni menos. Tu fama es como la de los gladiadores o los peleadores de lucha libre.
Tienes a tus fans, a tus admiradores y a tus muñecos articulables.
Pero dime, pornstar, ¿Quién conoce tus verdaderos miedos? ¿Quién sabe los orígenes de tus placeres perversos?
¿Quién sabe tu verdadero nombre? ¿O tus aspiraciones a presidente, o a cantante, o a ama de casa?
¿Alguna vez pensaste que podías ser otra cosa de la que eres?
¿No pesa sobre tu fatigado cuerpo el deseo de tantos desamparados por tu figura, el ansia por ver el detalle de tu genitalia, el goce transmitido a la penetración ajena?
No hay vida cotidiana para tí, ¿Verdad, pornstar?
No eres tú cuando vas al supermercado, o cuando llevas a tus hijos al jardín de infantes, o cuando pagas los impuestos.
¿O sí?
Dime que puedes ser como yo y aún así seguir siendo tú. Dime que la vida es sexo para tí y que sexo es juego. Dime que todo es un teleteatro vespertino donde no queda más remedio que ser el rol asignado, la peluca rosa, los tacos rojos, la minifalda más pequeña que el Principado de Litchtenstein.
Entonces te respetaré.
Serás algo más que un trozo de carne sabroso, excesivo, despiadado y un poco rancio.

Tuesday, November 29, 2005

Algunas preguntas claves

Este blog nació a mediados de Julio, justo cuando yo empecé a salir con ella. Desde entonces hubo una cuarentena de posteos (o más, ni idea) y al menos la mitas hablan de ella. Directa, indirectamente, mención, referencia o alusión. Es una locura, la verdad. Los releí todos, cada uno de los posteos que le dediqué. Me cuesta creerlo.
¿Qué diferencia a esta relación de otras que tuve?
Sin dudas fue la más apasionada, pero... ¿Por qué?
El otro día le dije que la amo. ¿Es verdad? No sé. Suena muy espectacular, la verdad. Suena encantador, la idea de ser el amante no correspondido, o el que sabe que no es amado con la misma intensidad con que él ama. ¿La amo realmente? Yo amé antes, pero no era esto. ¿Hay diferentes tipos de amor? No sé, no creo, puede ser...
No dejo de preguntarme si ella es lo que es o si es lo que yo quiero que sea. ¿Estoy así porque ella me pone así o porque en este momento de mi vida estoy predispuesto a estar así?
¿Ella es la excusa perfecta para que yo sea una drama queen, un violento de mierda, un amante despechado, un sádico o un psicótico?
¿Se merece realmente todo lo que le hice o paga el precio de mis pretensiones cinematográficas desmedidas?
Yo la quiero, sé que la quiero. ¿Pero no es un poco fuerte la palabra AMOR?
¿No es hermoso tener a alguien a quien decirle eso?
¿No es hermoso que las palabras generen cosas?
¿No es hermoso el caos, la confusión y la revelación que el amor trae como consecuencia?
¿Qué hay sino, noches huecas, búsquedas vanas, quitapenas?
Estoy tan... me siento tan... tan...

Vacío gigante. Restart.

Sunday, November 27, 2005

La maxima de hoy

La mente pide diplomacia, pero las entrañas exigen venganza.
¿Da placer ver la sangre derramada o el silencio y el olvido son mejor política?
Cómo... me... gustaría... poder... olvidar.

Exprimirle el jugo a la noche

Siempre me pasa lo mismo. Me entero de que viene una banda importante a tocar a Buenos Aires y pueden pasar dos cosas: o saco la entrada y soy feliz esperando, o no saco la entrada, convenciéndome de que la banda no vale la pena o que no tiene sentido pagar ese dinero por verla. En general, cuando no saco la entrada, termino lamentándome el mismo día del show y dejo pasar el trago amargo, aunque me reprocho mi mezquindad.
Pearl Jam nunca fue una de mis bandas preferidas. Tengo uno o dos discos por ahí, pero jamás usaré su remera. Ante la duda, saqué entrada para Nine Inch Nails y me convencí de que los ex grungeosos no valían la pena. Pero hete aquí que me encontraba de rodaje en un casa a... dos cuadras de la cancha de Ferro y decidí prestar atención.
Recostado en una reposera en el jardín de la casa del Facha, el dueño de casa, escuché al grupo telonero y el comienzo del recital de Pearl Jam. Sonaba realmente bien, con toda la potencia, casi como en el estadio. Entonces surgió la idea: ¿Por qué no estar dentro del estadio? La oportunidada estaba a la vuelta...
Terminada la jornada de filmación, emprendimos el intento tres persistentes camaradas: Lucho, Pedro y yo. Enfundado en mi piyama de Calvin Klein y ellos con sus prendas de batalla, enfilamos hacia los controles justo cuando iban a arrancar los extensísimos bises. Nos rebotaron en el principal, con amenaza policial y todo, en los controles secundarios y hasta en la entrada frontal del club, de donde salían hordas de jubilados. Lo intentamos a través de una fábrica pegada al estadio, pero no tuvimos éxito. Intentamos hacernos pasar por heladeros o cocacoleros, pero nos descubrieron.
A todo esto, el recital sonaba a pleno y yo tarareaba las canciones que conocía desde las cercanías del escenario.
Casi resignados, pero no del todo, nos sentamos a tomar una cerveza en las vías del tren pegadas al estadio. Bebiendo, conversando en los pastizales, aprovechando una fiesta ajena, éramos como beatniks modernos.
Entonces intentamos la última estocada: a través de una rendija, detrás de una muchachos, corrimos hacia una de las puertas. Volvimos a rebotar una y otra vez, e incluso intentamos una alianza con los otros, pero ellos no aceptaron. Peor para ellos; cuando los monos de una de las entradas los detuvieron, nos dejaron justo el hueco para mandarnos... y lo hicimos. Corrimos como desalmados hacia el campo, haciéndonos camino entre los cuerpos sudorosos.
Saltamos y gritamos y bailamos como si nadie más en el espectáculo pudiera entendernos. Era diferente. Era gratis. Era genial, como aprobar el examen sin haber estudiado. Se saborea más.
Que la salida en auto de la zona fuera imposible y que nos llevara casi una hora no fue relevante.
Que tuviera que estudiar al día siguiente (hoy), tampoco.
La noche estaba hecha.
Después vino el cumpleaños de mi amigo Alessandro, donde se comió asado, se bebió hasta entrada la mañana y se socializó con una señorita que me parece deliciosa y con la que por ahora mantengo una intrigante conversación vía mensaje de texto.

Friday, November 25, 2005

Willy Havanna y el secreto del exito

Es un error garrafal, y dudo que muchas personas lo cometan, referirse al Havanna bajo la categoría de "alfajor".
Es otra cosa, similar al alfajor (dos capas de galletita, un interior de dulce de leche, recubrimiento de chocolate o azúcar impalpable), pero otra cosa al fin. Cae bajo otra categoría, una propia.
¿Cómo llegó Havanna a ser lo que es? ¿Cómo logró ese posicionamiento unánime, basado en que para todos nosotros es mucho más que un alfajor, que no es comparable con ningún otro?
Primero vino la calidad, sin dudas. Cuando la marca regional Havanna, con sede en Mar del Plata, comenzó a hacer realmente buenos alfajores (todavía eran eso), sin dudas deben haber llamado la atención. Sin un sabor característico y una mezcla única, no podrían haber ido a ningún lado.
En segundo lugar, viene una doble movida clave: a) Subir los precios; b) Posicionarse en función de la ciudad. El aumento del precio de venta hizo que los Havanna fueran un bien selecto, no para cualquiera. Un producto caro debe necesariamente indicar sofisticación o refinamiento; esto no pasó desapercibido para la gente: estos alfajores eran realmente buenos. Un poco caros, pero el precio estaba justificado. De este modo, para sacarse una tentación de chocolate, compro cualquier alfajor del montón en un quiosco. Para darme un gusto real compro un Havanna.
La segunda estrategia es muy inteligente. No se intentó competir contra otras marcas, sino elevarse por sobre eso e instalarse como emblema de la ciudad. Los muchachos de Havanna se propusieron: "Si la gente asocia a Mar del Plata con lobos marinos de piedra y playas hiperpobladas, que ahora también incluya en ese pensamiento a los alfajores Havanna." Dicho y hecho: cuando alguien partía a Mar del Plata, indefectiblemente pedíamos: "Traé alfajores Havanna". Que no extrañe que ese reclamo se haya iniciado desde los mismos empleados de la fábrica, a modo de un boca-a-boca poco tradicional.
Una vez instalado el nombre, la calidad del producto y la reputación regional, la marca dio el salto cuantitativo. Se expandió a zonas vecinas, hasta llegar a la Capital y a todo el país. Lentamente se diversificó, pero sin nunca perder de vista la línea que vende y el packaging. Es cierto que las galletitas, los helados, los palitos dulces o los conitos Havanna no tienen tanta reputación como los alfajores, pero tienen su público comprador y la idea de calidad sigue instalada.
El paquete es fundamental. Nunca cambió. Todos conocemos esa cajas rectangulares, todos sabemos que vienen de un sólo gusto o mixtas, con 12 ó 24 alfajores por caja. Si el packaging es conocido, ¿Para qué cambiarlo? Ya de por sí genera deseos de consumir.
Otra idea clave fue la de explotar la idea de "lo artesanal". Los alfajores, los conos y demás no vienen en un paquete de plástico que hay que romper, sino envueltos delicadamente en papel metalizado, como si la abuela misma los hubiese preparado. Desenvolver ese papel es un placer único, nos transporta a la idea de lo casero, lo hecho con las propias manos. Los textos que adornan las cajas apuntan a lo mismo: desde 1947, el Señor Havanna hace alfajores para vos, sólo para vos, para que los goces. Y uno se lo cree, aún si hay un puesto de Havanna cada dos cuadras y si la fábrica de Mar del Plata ocupa una cuadra entera.
Por otra parte, la gama de opciones, colores y sabores se amplió, pero nunca se promocionó. Ahora hay Havanna de nueces, de chocolate con chocolate, de pasas. ¿Alguna vez se vió una publicidad de algún tipo? Jamás. Así, el pasante que encuentra en los estantes alfajores de sabores nuevos se siente único, como si hubiese descubierto un tesoro perdido que nadie más vio antes. Probablemente lo degustará y le encantará, por lo que no olvidará de comentarle a sus amigos: "¿Viste qué rico el Havanna de frutas del bosque?". El boca-a-boca comenzó otra vez, la mejor publicidad posible.
Havanna es, desde hace mucho tiempo, sinónimo de sabor único. Comerse un Havanna es darse un placer personal e íntimo, es un evento especial, casi celebratorio. No recuerdo muchos productos que se comporten en la mente del público de manera similar. Se pueden buscar decisiones o apuestas pasadas de la marca, pero el fenómeno es muy difícil de explicar. Es casi mágico. Como una versión argentina de Willy Wonka y su fábrica de chocolate, todos miramos con ansias una caja de alfajores Havanna, todos sabemos qué contiene, todos sabemos qué significa y todos sabemos qué buscar allí.
Que no me digan después que es sólo chocolate.

Wednesday, November 23, 2005

Mi peor miedo: el fotolog

Yo, que era anti-imágenes en este blog... Caí. Ante la peor tentación: el ego. Más, más, más de mí...
Antes fue a bordo de una embarcación, en aguas peruanas.Ahora...



Con mi amiga Violeta, en las playas uruguayas.



O degustando un postre chocolatado, en un restaurant de tendencias orientales.
Tiemblo de temor... un fotolog sería el colmo. Deténganme.

Tuesday, November 22, 2005

Alguna vez tenia que pasar



Ante ustedes, el cafishio del lugar.

Monday, November 21, 2005

Frio en verano

Ella me calienta tanto pero es tan fría.
Yo soy el arbusto encendido, soy el fuego ardiente, soy el volcán sangrante.
Ella me calienta tanto pero es tan fría.
Intenté reconectarla, intenté relanzarla, creo que su motor está permanentemente dañado.
Ella es tan fría, tan fría...
como una tumba
como un cono de helado
no me atrevo a tocarla, la mano se me congeló
nació en una zona ártica.
¿Quién creería que eras una belleza cuando los días se hacen cortos y las noches largas?
Quedáte despierta cuando llega la lluvia y nadie sabrá...
cuando seas anciana, nadie sabrá...
que eras una belleza, una dulce belleza, una dulce dulce belleza
pero tan tan fría.
Me calentás tanto, me calentás tanto, me calentás tanto...
pero sos tan fría.

Sunday, November 20, 2005

My own private Pilar

"Hoy hay fiesta, Escobarfields", me dice Shrek en el celular. Me río, suena bien. Suena como hace cinco años, cuando abundaban las fiestas en quintas, cuando la gente tenía energía, cuando con quince pesos hacías una salida fuera de serie. Una quinta en Escobar. Me genera fantasía y digo que sí.
La pandilla está dispersa, Fede ahora milita con su pseudo novia y las diferencias ideológicas o de costumbres parecen acentuar ciertos baches. Julián sale con él a una fiesta de Filo y yo no estoy para esas cosas. Estoy para el glamour, para las plumas, para el maquillaje espeso y las pestañas de plástico. Shrek se acobarda junto a su novia y sé que no puedo contar con el clan capitalino. Reúno entonces en mi casa a un heterogéneo y variopinto grupo provincial. Objetivo: Pilar.
Llegan primero Facu y Ceci, cofundadores de la Toería Guachística antes mencionada, y los pongo al día con mi vida. Mi experiencia tragicómica en Creamfields, mi breve fama como hombre-andamio, mi expectativa con la inminente partida a Barcelona y ella, la que no desea ser más nombrada, la que no me deja desahogar mis penas a través de este humilde blog.
Llega Mati 1, o Poda, con su desalíneo, hambriento por darle celos a su novia, que decidió tener una "ladies night". Le sigue Mariano Dorr, remera de la pantera rosa enfundada, zapatillas increíblemente costis (como él mismo las definió) y el cinturón más kistch que ví en mi vida. Llega Mati 2, o Fideo, y estamos listos. Nos preparamos, entramos en clima y salimos. Objetivo: Pilar (aquí resulta ser que hay dos fiestas y hay que decidir a cual ir, cuatro kilómetros separa a una de la otra).
Estoy arruinado y Mati 2 toma el volante. El vuelo por la autopista es cuasi alucinógeno. La velocidad, uno librado al azar o al ímpetu del conductor. Se decide ir a Pilar 1, porque es gratis y está más cerca. En el peor de los casos, vamos a Pilar 2, que sale diez pesos.
Erramos el camino y entramos a un country equivocado (son todos iguales). Queremos huir, atemorizados, pero atrás nuestro se han apilado varios autos en dos segundos. Ingresamos por la entrada principal y avanzamos temerosamente hasta la garita. Informamos jocosamente que queremos salir pero no nos dejan los autos. Los guardias son gentiles y nos dejan salir, pero uno me mira a mí, el acompañante, y me dice: "Chau, cabeza". Yo no lo puedo creer. Qué descaro, me trata como un igual. Evidentemente, tan careta no soy. Me quedo perplejo mientras cruzamos al otro lado de la autopista y entramos en una zona donde bien podrían quitarnos el pellejo. Mariano no para de decir que nos van a cagar a tiros (sobre todo en los peajes, que es donde según él "te encierran y te tiran por la espalda"). Mati 2 está nervioso por eso y yo juro que no tengo miedo a morir.
Pasadas varias entradas paquetas, custodiadas por guardias amables que te atienden desde porteros eléctricos, llegamos al country buscado, que responde al nombre de "El Escondido" o "La Estancia", un nombre medio careta y tradicional.
Somos unos virtuales desconocidos pero pronunciamos las palabras adecuadas y alguien desde el otro lado del teléfono da el okey. Entramos. Estamos súbitamente en una novela de Stephen King, o en un capítulo de la Dimensión Desconocida, o en Super Cannes, de Ballard. Hileras prolijas de casas hermosas y pintorescas, fascistamente organizadas. Vehículos importados y ultra caros, jardines que ni Edward Scissorhands podría moldear (Ceci celebra al jardinero y todos reímos sin saber bien por qué).
Nos perdemos dentro. Llamamos a nuestro contacto y expresa su preocupación. "Los guardias saben que hay un auto dando vueltas por adentro y se están empezando a enojar", dice Luisito desde la fiesta. "Nos van a cagar a tiros" dice Mariano, y ya nadie se ríe. Nos dejamos llevar por la música y aparecemos en una rotonda que parece ser nuestro destino. Autos estacionados en el pasto, mucha luz y mucha música electrónica, gente que viene y va. La definición de una fiesta yanqui. Somos alumnos de la prepa o recién llegados al college y esta es una fiesta en la casa de uno de los chicos ricos. Entramos sin hacer ruido, cuidando nuestros pasos.
Atravesamos la casa mientras una publicidad de Gancia se desarrolla ante nuestros ojos. Somos los advenedizos, así nos sentimos. Ellos se conocen todos entre sí y nosotros somos los de afuera, los colados. Nos miran mal y para colmo estamos paranoicos. Nos juntamos en ronda, nos protejemos del afuera. No nos atrevemos a agarrar algo de tomar o a entablar un diálogo con uno de estos extraños seres de la high society. Propongo preguntar si estamos en la fiesta adecuada o si nos metimos en una fiesta que no correspondía. Luisito no aparece por ningún lado.
Mati 2 tiene el atrevimiento de preguntar si efectivamente estamos en la casa de Ramón Sarachaba, tal el nombre dado en recepción. Lo hace ante un rubio grandote y pelilargo. Gravísimo error. Nos mira escandalizado.
"Qué mal amigo que sos", dice. "Saráchaga", nos corrige, haciendo que suena más afrancesado que la versión paraguaya que nosotros habíamos propuesto.
Nos echan. Nos matan. Nos cagan a tiros. No.
Encontramos a Luisito, que nos recibe con algarabía. Nos presenta a gente, que a su vez nos ofrece alcohol. Estamos adentro. Ahora sí somos parte de la fiesta. Con un poco de Stella Artois (no la mierda de Quilmes: Stella Artois) y algunos vasos de champagne con speed, copamos la pista. Bailamos con desenfreno, sin temor. Cambiamos de status: pasamos a ser los "levantafiestas", los partuceros, los que hacen a la fiesta. Ya nos miran con cariño y, como muetra de agradecimiento, nos dan más alcohol.
Me tomo entonces el atrevimiento de enfilar a la cocina y servirme sólo. Entable ahora sí charlas amigables con un individuo de pelos parados (quien además me abre la cerveza con un cuchillo) y sus amiguitas. Voy al baño y al esperar para entrar dos señoritas me histeriquean. No con desdén ni peyorativamente, sino del modo en que un careta histeriquea a otro, de igual a igual. Eso me confirma que soy parte de la fiesta. Me prendo en su juego, lo saboreo, sé que no va a ningún lado pero no me molesta.
"¿Nos dejás pasar al baño?" dicen.
"No, chicas, van a tener que esperar", retruco.
"Ay, pleaaaaaaaasee".
"No sé, lo voy a tener que pensar. Son dos y eso cuenta como doble."
"Dale, tres minutos."
"Rápido, les tomo el tiempo."
Y se van, y el juego dura un poco más, pero no para tanto.
Salgo del baño y me reposo en un futón con mi troupe. Me sorprendo de ver a Mariano Dorr dialogando con Luisito. Parecen muy interesados, por más que yo veo allí a un choque cultural de proporciones abismales. Me sumo a la charla, que deviene en Deleuze, en la pedantería, en la creación, en el cine, en todo. Es una locura, nos rodea el caretaje en máxima escala y nosotros planteando las dificultades del acto creativo.
"Escuchá", dice Luisito. Suena Madonna, con Vogue. "Escuchás dos segundos y es un éxito. Esto quiero hacer yo."
"Vos querés lograr en imágenes lo que Madonna logra en música, o Michael Jackson logra con Billy Jean."
"Sí, eso."
"Me parece una búsqueda interesante, vale la pena perseguirla."
"No, yo no busco nada. Yo no tengo nada que mostrar."
El final de la charla es agridulce. La fiesta parece estar muriendo y dejamos a Luisito solo. Me olvido de despedirlo, pero cuando quiero hacerlo lo veo abrazado a una gordita y elijo no arruinar el momento. Se lo ve contento.
El grupo sube al auto y partimos, abandonando a ese mundo de ensueño o pesadilla, a esa dimensión paralela en que habitamos durante algunas horas. Maneja Ceci y yo no me quejo, porque tengo ganas de respirar el aire fresco que llega a mi ventana.
Un poco embriagado por todo, le mando a quien no se deja nombrar un mensaje que dice:
"¿Saben los osos polares que existe el rojo o para ellos todo es blanco?"
Sé que está mal plantear esa complicidad, o buscar su atención de una manera tan vil, pero no puedo evitarlo. Comprendo que me embarqué en una historia fuera de lo común y que recién empieza, que estamos condenados a amarnos y odiarnos en simultáneo. Elijo no pensar más, pero sé que estoy pensando (en ella) y me resigno.
La luz representa al instante en que ya no es más noche pero todavía no es día. Hermoso. Lo contemplo y caigo en mi cama, solo, abatido. Demasiadas emociones juntas para un tipo tan frío y calculador como yo.

El juego de las semejanzas

Mientras estás sentada ahí, en tu silla con mampostería de seda, hablando con algunos tipos ricos que conocés...espero que no me veas junto a mi compañía andrajosa, sabés que yo nunca podría estar solo.
Arrastráme, pequeña, arrastráme.
Yo sé que pensás que sos la reina del underground.
Podés mandarme flores muertas cada mañana, flores muertas por correo, flores muertas a mi casamiento.
Y no me olvidaré de poner rosas frescas sobre tu tumba.

Mientrás estás recostada sobre tu cadillac rosa, haciendo apuestas en el día del derby de Kentucky, yo estaré en mi sótano con una aguja y una cuchara, y otra chica para eliminar mi dolor...

Friday, November 18, 2005

Por favor, no otro post amoroso (el ultimo, lo juro)

Hablando de Nicholas Ray, Godard decía que ese hombre no podría haber sido otra cosa que director de cine; el resto sí, podrían haber sido abogados, médicos o carpinteros, según el caso. Pero Nicholas Ray era "todo el cine, solamente el cine." Sin embargo, Jean-Luc, que algo sabe de cine, también afirmaba que no basta ser todo el cine, solamente el cine.
Lo mismo en el amor. El amor sólo no alcanza, por más intenso que sea, por más convencido esté uno del amor que posee.
Es una enseñanza dura y que sólo se aprende a los golpes, en el terreno. Porque las películas y las novelas y la cultura en general nos vende que el amor se construye a los tumbos pero que finalmente se asienta; el final siempre llega cuando el amor empieza, nos vamos con el sabor dulce en los labios del happy ending. No hay mucho que cuestionarse: se aman y ya, el amor basta para cubrir cualquier problema.
Patrañas.
El problema recién empieza.
El amor alcanza para tolerar las fallas del otro, para dejarle pasar ciertos descuidos y para andar por la vida colgado de una rama, envuelto en una nube de humo que aleja de la mediocridad emocional cotidiana. Pero tarde o temprano se revela todo lo que el amor y su encantamiento ocultaba. Lo ideal sería que devenga el desamor. Pero no siempre es así. Ocurre entonces que uno no pierde la fantasía, ni el deseo, ni la intensidad, pero siente ese algo que está mal, ese desequilibrio que antes no estaba.
No hay sensación más dolorosa que sentir que uno ama al otro pero que no pueden estar juntos.
Por desacoples, por destrucción mutua, por tensiones inevitables. Es un episodio realmente triste.
En palabras de Bryan Ferry: "Abrí mi corazón tantas veces ya... pero ahora se cerró."
Ayer fue una noche especial. Encantadora, por donde se la mire. No voy a hacer la reseña (recomiendo que lean el blog de Santino, en los links aquí al lado como Snoopyland), me limitaré a comentar mis revelaciones:
1) Sí, estoy enamorado.
2) No, no es posible que la relación prospere.
3) No tengo la menor idea de qué hacer con todo esto.
4) No tengo ganas de estar con otras mujeres.
5) Estoy absoluta, radical e infinitamente frustrado.

Esta educación sentimental me está costando cara.

Monday, November 14, 2005

Comanme de amor y hagan conmigo un festin desnudo

La vida amorosa es el desafío más complicado, absurdo y doloroso que un ser humano tiene que atravesar. Es una experiencia que nunca nos deja indiferentes y sin la cual es imposible vivir, pero deja marcas tan groseras y violentas en el cuerpo y en la mente que uno a veces preferiría ser un cadáver o un vegetal. No hay nada mejor ni nada peor que la vida amorosa, el amor es esa fuerza tan contradictoria que construye y destruye al mismo tiempo.
No, no estoy elaborando una teoría universal. Como todos se imaginan, están pasando cosas en mi vida que me joden el cerebro y tengo que descargarlas en algún lugar. No voy a hablar de ella porque ella me pidió explícitamente que no lo hiciera y yo la quiero tanto, pero tanto (la odio tanto, pero tanto), que voy a hacer lo que ella me pida, aún si eso implica rebanarme las piernas y arrastrarme hasta el precipicio. Estoy completamente fuera de mí, hecho un trapo sucio y agujereado.
Uno se enamora y se engaña y después se desamora y se alivia, puta, qué bueno que ya no siento nada, qué bueno que no tengo que ocupar tanto tiempo de mi valioso cerebro pensando en esa persona. Mentira. Uno no se desenamora así como así, como se bebe un vaso de agua o se putea al imperialismo. Uno se desangra, sufre y se lamenta hasta que no queda ni una gota de vida en su cuerpo y recién ahí se desenamora, pero no porque uno quiere, sino porque no queda más opción. Hay que seguir viviendo y no se puede vivir muriendo. "Get busy living or get busy dying", diría Red.
Me voy a la Creamfields, entonces, dispuesto a olvidar. Me calzo mi mameluco naranja, me retoco el bigote y la barba y estoy listo para salir al ruedo. Vestido de gala y listo para enamorarme. Y desarrollo mis delicados movimientos al ritmo de frenéticas estocadas electrónicas y soy sensual (lo sé, me sale naturalmente, no estoy fingiendo) y noto algunas miradas que se posan sobre mí. Y yo quiero abrazarlas a todas, ser esa boca que se reposa en todos los labios. Pero no puedo.
Ella está ahí, en algún lugar de mi cabeza. No me quiere hablar, reprueba lo que hago, no lo entiende. Es un ancla que me ata al piso; yo quiero elevarme, pero me tira para abajo. "Sos un latin lover", me dice, y suena denigratorio, repulsivo. No puedo ser yo, no ante los ojos de ella. Ni siquiera subir a las vigas y bailar cinco metros por sobre el nivel del piso ante diez mil personas sirve para liberarme.
Sálvenme de este martirio. No de este en particular, ni de ella en particular (la amo, no la amo, la quiero muerta, la quiero conmigo, quiero verla desfigurada, háganle un monumento, cásate conmigo). Sálvenme del tormento del amor, del dolor infinito que se esconde detrás de cada tierno inicio de relación, de cada cuerpo que uno se apropia anhelante.
Basta de la basura de tener que perseguir a alguien que no existe y de hacer de personas reales objetos de deseo intenso. No quiero seguir siendo víctima de mujeres que me van a dejar destruido (todas todas todas te dejan destruido y las que no, no valen la pena). Mátenme. Mátenme de amor, pero en serio. Quiero morir inmediatamente después de ser amado de verdad, sinceramente, salvajemente, destructivamente.
Repártanse mis restos y cómanlos. Pero que sea con cariño. Que sea con amor.
Dejen de ser mujeres por un ratito y sean humanas. No me parece mucho pedir.

Friday, November 11, 2005

El guachismo y otras reflexiones

Hace algunos años, un colega se me acercó y me relató cómo a un amigo de un amigo suyo le comunicaron que iba a ser papá en un boliche. El tipo estaba de fiesta y algún mensajero malintencionado le informó que le había inflado el bombo a una señorita con la que seguramente no compartían un gran e intenso amor. Un proletario (también referido como "cabeza", por los más reaccionarios) que por ahí pasaba no se guardó su opinión: "Hacéte cargo de tu guacho, guacho".
Un guacho... la connotación es claramente negativa. Un "niño no deseado", un infortunio.
El guacho es salvaje porque es producto de la Naturaleza y no del deseo humano. Querer a un hijo es desguachizarlo. Por lo tanto, todo hijo buscado por sus padres sufre un proceso del desguachización, por la cual se le extrae el elemento guacho que lo hace digno de un zoológico. Los deseo primitivos, los apetitos brutales y la falta total de pudor o prejucio son reemplazados por normativas y reglamentaciones que hacen al niño propicio para una sociedad respetable.
La guachicidad, o condición ontológica del guachismo, es extirpada.
¿Pero no es el guacho más feliz en su barbarie, en su fuerza terrestre y ominosa, en su absoluta libertad?
Es Nieszche, una y otra vez. El superhombre. Librarse de las ataduras prejuiciosas de la sociedad es evitar poder ser controlado, dominado, sometido a regimenes absolutistas y retrógrados de pensamientos.
La educación es guachicidio. Es matar al guacho que llevamos dentro.
La respuesta del joven desafortunado debería haber sido: "No, no me hago cargo de mi guacho y así lo hago libre. Al permitir que siga fiel a su guachismo, lo quiero más, le doy un propósito como figura formativa." Así actúa el guachófilo moderno, quien profesa la Fe del Guachicismo, aquella que nos incita día a día a perseguir hasta encontrar a nuestro Guacho Perdido, fuente de felicidad y prodigios ilimitados.



(Colabroación ideológico-mísitica de Facundo Gómez y Cecilia López).

Wednesday, November 09, 2005

Entrar loco

En Enero de 2002, entré re loco a una Iglesia. Estaba en San Pedro La Laguna, Guatemala, frente a Panachtititlán. Junto a mí estaban Violeta y Vicky, a quienes de ahora en más llamaré V y V si están juntas, o VK y VS, o número uno y número dos. Estábamos locos y dijimos "vamos a la Iglesia". Y fuimos. Y nos sentamos y nos dieron misa y era una radio que transmitía en vivo y nos vieron y... estábamos locos. Huimos despavoridos, riendo a morir.
En mi vida debo haber entrado loco a recitales, a boliches, a bares, a quioscos, a estaciones de servicio y a restaurants. Supongo que habré entrado loco a un reunión ajena, a una cancha de fútbol e incluso a ver películas. He entrado loco al teatro, a casas de desconocidos e incluso a resorts de ski. Jamás he entrado loco a un museo, a menos que el MALBA cuente. Jamás he jugado al tenis loco, pero sí lo ví y creo que mi favorito no ganó. Me faltan las bibliotecas, pero cuento con los baños públicos; no lo hice en telos, pero sí en hoteles caros. He estado loco en megaeventos, aunque nunca un casamiento.
Hoy entré loco a clase. Ya lo había hecho antes, pero esta vez fue distinto. Adelante había un profesor al que no respeto demasiado. Yo, loco, me comporté como entre amigos. Grité las sílabas de cosas de marketing (¡EPK!¡POP!¡PNT!), hice que escuchaba pero tenía la mirada perdida e hice chistes como: "Hay que hacer una película donde el protagonista se llame Fran Vega, así lo llama todo el mundo y le dice: che, Fránvega (y que cuente como PNT). " El chaval, que después de todo me quiere, dijo: "Qué energético que estás hoy, basta".
Y yo, loco como estaba, le dije a mi compañero de banco, como si fuera en secreto pero a gritos: "Hace media hora que no entiendo de qué hablan, volví al pasado".
Me fui, entonces, loco como estaba. Más loco, tal vez, porque el mundo enloquece.
A veces hay que saber ver las cosas desde otra perspectiva.

Sunday, November 06, 2005

El menemismo como corriente estetica

En un país tan absurdo como este, todo se simplifica. No hace falta pensar en soluciones, siempre podemos quejarnos. No es necesario plantear propuestas, siempre se puede atacar a los que piensan diferente a nosotros. Es irrelevante pensar al pasado reciente, suficiente tenemos con el presente que nos toca, que siempre es "el peor de la historia". Apoyamos a una cosa en un momento para atacarla abiertamente después, somos oficialistas un día y opositores otro, todos tenemos masters y doctorados en demagogia y cholulismo. Somos, en pocas palabras, lo peor de Latinoamérica, el colmo del subdesarrollo.
Mucho se habla de las consecuencias económicas del menemismo; de la desigualdad que generó, de cómo la privatización total condicionó nuestras vidas, de la descarada destrucción de la cultura y el apoyo público a las mafias y los robos. Pero no quiero hablar de eso, de eso todos conocemos, todos hablamos. Me pregunto, por otra parte, por el efecto cultural del menemismo. Todos podemos analizar un objeto y decir, sin temor a equivocarnos, que es "menemista". Lo mismo con una actitud, con una persona, con un modo de vivir o con un pensamiento. Tal vez no podamos terminar de definir qué características dan como resultado ese mote, pero todos sabemos a qué se aplica. Lo cual nos obliga a pensar que el menemismo no sólo dejó entre nostros enormes consecuencias económicas o sociales. Dejó también consecuencias estéticas y culturales.
Miremos a nuestro alrededor. Veamos algunos ejemplos:

1) La movida electrónica. Es un claro gesto cultural menemista. La uniformidad en la vestimenta, moldeada en la oleada de marcas multinacionales que se instalaron en el país durante el período en que reinó ese señor. Cierto desenfreno consumista, onda Miami, plagado de viseras, anteojos de sol enormes, zapatillas ultra grandes, jeans anchos; todos, objetos copiados de la parte grasa de los Estados Unidos, una vertiente snob berreta, la celebración de un cierto tipo de kistch noventoso, década gobernada por Ménem. Es el lugar donde el Nuevo Rico hace su festín. Donde los advenedisos copiaron y extendieron modelos heredados del exterior, pero no digeridos. La movida electrónica, con su acatamiento de reglas, con su aceptación de códigos de vestir, de andar y de hablar, con su mecanización y con su rechazo a la individualidad pensante, es un ejemplo indudable de estética menemista. La mediocridad en sumo grado.

2) La comida. Proliferación de lugares de comida veloz, con miles de mesas preparadas para recibir a millones de clientes, que comen y se van con la velocidad que llegaron. Reproducción de arquitectura y cocina norteamericanos, mucha madera balsa y plástico, muchos carteles con expresiones como "Free parking" o "The place for ribs". Muchas galerías y luces de neón, donde van a parar familias enteras de aristócratas que hicieron su Abril durante el período menemista. Ejemplos de estos comederos de clase alta son Kansas o Las Olas Boulevard, ambos frecuentados por los magnates del gobierno del riojano y sus cómplices/benefactores.

3) La ropa y la actitud en público. Hubo un énfasis en el impulso de lo vulgar y en el libertinaje. No era de esperarse menos de un gobierno ocupado por ignorantes e incultos. Un presidente que compra trajes Armani porque otro se lo aconsejó o Versace porque a él le gustan (le colmo del mal gusto) influye en una población que hace alarde de andar en ojotas, en musculosa, en bermudas de surfer. Desparpajo, la pose encorvada, los pelos parados con gel como si se hubiesen despertado así. Un efecto dominó de jóvenes con poder económico que abrazan la ropa importada, el modelo de informalidad que nos dictaron desde el Norte, la estética de aristócrata de Beverly Hills 90210. Y miles de Nuevos Ricos copiándolos. Porque el ignorante, el bruto, el animal no sabe crear, sólo reproducir, mezclarse con lo dominante. Reforzar la uniformidad que se impulsa desde las filas gobernantes.

El menemismo no fue sólo un cáncer económico y social. Increíblemente, dejó un legado estético. Legado que hoy tenemos que tolerar, en un país plagado de populistas, de demagogos y de cipayos. Pero eso sí que no es novedad. Subdesarrollados fuimos siempre.

Friday, November 04, 2005

Sólo para los ojos (y oídos) de Kelly

Dos posteos en un día. Impensado. Nunca antes lo hice. Una locura.
Este es para mi ex ex, Cecilia. Cecilia Kelly. La relación más importante que tuve.
Es todo lo que me encantaría decirle y nunca le voy a decir porque soy orgulloso y vengativo y pasional.
Ceci, yo te quiero. Por encima de toda discusión o enfrentamiento te quiero. Pero no de una manera sexual o nostálgica o incluso enferma. No, como un padre, como un hermano mayor, como un ex amante. Con cariño verdadero, del que brota espontáneamente, del que muestran los niños pequeños cuando sonríen.
Ceci, yo lamento nuestras luchas, nuestra violencia, nuestra mala intención. Detesto que nos veamos tan seguido y no nos hablemos, que no tengamos más nada para decirnos, que juguemos a esta comedia absurda donde amagamos que nos vamos a amigar pero al final no lo hacemos.
Ceci, yo quiero lo mejor para vos. Me pone tan contento verte en las fotos con tu novio nuevo, con el que parecés tener tantas más afinidades de las que tenías conmigo, quien parece transitar tu misma senda, entender tus gustos y tus manías, tus pasiones y tus sinsabores.
Ceci, yo no guardo rencor, ni resentimiento, ni odio, ni indiferencia. Yo tengo energía blanca pura. Yo quiero apoyarte, motivarte, verte contenta y lanzada a las cosas que te gustan.
Ceci, por momentos mágicos veo cómo la luz te pega desde una ventana y recuerdo momentos compartidos, espacios que cohabitamos, zonas solamente nuestras. Fuiste tan importante para mí y representás el recuerdo de tantos buenos momentos. ¿Cómo es posible que seamos como dos extraños, que evitemos mirarnos a los ojos, que esquivemos las reuniones donde sabemos que vamos a estar?
Cecilia, Cecilia Kelly, terminemos con la farsa. Vivamos en paz con el pasado, cada uno a su manera, cada uno desde su creencia y desde su forma de ser. Los exabruptos pasan pero al final queda el cariño, etereo, impoluto, inquebrantable.

Los sueños de Federico

Fellini, como todos, soñaba. Pero por ser él Fellini y yo Mr. Zero to the Left, los sueños de él son dignos de atención. A continuación, dos de sus ensoñaciones:

1) "Soñé que me encontraba con Pablo Picasso en una playa, dentro de una cabañita. El cocinaba una tortilla que se veía muy sabrosa. Mientras cocinaba, conversábamos, yo le contaba mis preocupaciones sobre la película que estaba haciendo y él escuchaba y respondía. Luego, sirvió la tortilla, que estaba muy buena y seguimos hablando mientras comíamos. Ese sueño se continuó con otro en que él y yo estábamos en un barco en el medio del mar. Se avecinaba una tormenta tremenda y yo tenía miedo. Quería volver a la costa, pero Picasso se me aparecía como una cara gigante y me decía que no, que tenía que nadar. El cielo se ennegrecía y el agua empezaba a caer, pero él insistía en que siguiera mar adentro, que nadara más y más. Supongo que de alguna manera u otra Picasso fue una gran influencia para mí." (Narrado en una entrevista fílmica)

2) "Soñé que yo era un cartero rural y tenía que llevarle una carta al señor Fellini. Avanzaba con mi bolsito y golpeaba a la puerta. No atendía nadie pero yo notaba que sobre el vidrio de la puerta no había nombre. Entonces, abría la puerta y entraba. Sacaba el sobre en mi bolso y lo miraba. No decía nada y estaba vacío. Yo tenía que llevar una carta vacía para nadie." (Narrado justo antes de morir).

¿Qué importancia tienen los sueños del maestro? ¿Por qué es tan llamativa la humildad y la modestia de sus palabras? ¿Por qué mientras todos se llenan la boca elogiándolo el tipo insiste que él es un artesano, que sólo hace su trabajo, que llamarlo un genio es absurdo?
A mí me parece tranquilizador y hasta terapéutico. En una época donde cualquier mediocre se autoproclama artista o tiene la desfachatez de filmar su primer película y autitularse autor, que Fellini baje tanto a la tierra una profesión tan entronizada y que reniegue de toda una corriente de pensamiento que atravesó el siglo XX me parece tranquilizador e incluso encantador.
Gracias, Federico. Yo no quiero ser un autor o un artista y mucho menos un pendejo engreído que cree que sus películas expresan verdades. Yo quiero ser un artesano y sudar la gota gorda para hacer mis producciones. Hay que agarra el fusil y cagar a tiros a todos esos que hablan de "una película de" o "una ópera prima de" o "la nueva obra de".
Déjenme vivir en la soledad del trabajo y que las imágenes hablen por sí solas.

Tuesday, November 01, 2005

La vida antes y despues del aro

Yo tenía un piercing en la nariz, redondo, circular, conciso. Tenía, porque hoy me lo saqué.
Fueron tres años y monedas con el piercing a cuestas, con ese intruso metálico que rompía la simetría de mi cara. No digan que era sólo un capricho juvenil o un grito de la moda o una rebeldía pasada de adolescencia. No digan nada.
Tres años... tanto tiempo. La vida se pasa y uno cambia, pero en realidad no tanto; pero cada día nos reinventamos y yo todos los días me reinvento, con mis uniformes urbanos, con mis disfraces de cowboy, y mis trajes elegantes y mis fachas de galán de antaño. Pero el piercing seguía ahí, intocable, como una piedra orgullosa, estable, firme.
Y súbitamente ya no está y siento un gran alivio. Mi cara está limpia otra vez, puedo acariciar suavemente el contorno izquierdo de mi cara y sentir homogeneidad, plenitud, naturalidad. No tengo que responder si me dolió a las incisivas preguntas de las niñas púberes apuradas por ser mujeres. No tengo que justificarlo como un gesto ideológico contra el desagrado de las avejentadas jóvenes de los años cincuenta. No puede haber ya tíos gordos ni abuelos reprimidos que critiquen mi atavío o mi desfachatez.
Ya no soy el mismo sin mi aro incrustado en la nariz. ¿Volví a ser ese niño guapetón y despeinado que era tres años atrás o soy ahora el señor que quedó del otro lado, pura seriedad y madurez? No sé. Fantaseo ser el primero pero me siento liberadoramente el segundo. Como si en el medio hubiese quedado una etapa timorata y dubitativa, ahora puedo reinventarme, pero esta vez será en serio. Esta vez voy a ser lo que yo quiera ser, voy a moldearme como plastilina. No respondo a nadie más que a mí.
Que la excusa haya sido una enfermera insistente a las puertas de una radiografía de mi dentadura no es relevante. Que la bolita de mi aro haya rodado por los pisos del hospital hasta perderse bajo alguna cama de pronóstico reservado es sólo parte de la anécdota. Que la enfermera y yo nos paseáramos por los pisos, rodillas al piso, mirada al ras, buscando dicha bolita hace recordar más a una película cómica italiana que a la realidad.
Nada de eso importa. Como no para de ocurrirme últimamente, la vida está llena de epifanías, a la vuelta de cada esquina. Revelaciones, reflexiones salidas de la nada, pensamientos profundos que se aparecen sin justificación pero con felices consecuencias.
El nuevo yo, el yo sin aro, no le tiene miedo a nada. Al natu, sin tapujos ni máscaras de plástico, el nuevo yo no tiene que dar explicaciones ni razones porque su mera presencia le basta.